A 15 años del huracán Dennis, recordar no es volver a vivir

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Por Orlando Fombellida Claro | 7 julio, 2020 |
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Huracán Dennis, 7 julio 2005. Centro muy cercano a la provincia de Granma. Imagen: United States Naval Research Laboratory.

Sin tirar caracoles ni naipes, Jesús Domenech Castillo, más conocido por El Mellizo, tuvo con antelación la certeza de que un evento natural extremo estaba a punto de ocurrir en la parte sur de la provincia de Granma, y alertó a las autoridades locales.

Acostumbrado a interpretar las variaciones en el canto de las codornices y otras aves y observar el comportamiento de los animales en su entorno, supo que algo anómalo se avecinaba, al ver salir cientos de cangrejos de la costa marina y enrumbar apresurados hacia las montañas.

La furiosa entrada, a 300 kilómetros por hora, a las 10:25 de la noche del 7 de julio de 2005, del centro del huracán Dennis por Punta Inglés, en Niquero, hizo realidad la predicción de Domenech Castillo, especialista del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (Citma) en Pilón.

Antes de tocar tierra, el ojo del Polifemo de viento y agua tenía nada menos que 19 kilómetros de diámetro.

Durante tres horas azotó con rabia, en Granma, a los municipios de Niquero, Pilón, Media Luna, Campechuela y parte de Bartolomé Masó y Manzanillo, y otras localidades de Granma.

Pocos días después del paso de Dennis por Granma fui a la zona afectada e hice algunos reportajes, de los cuales extraigo los fragmentos siguientes:

NIQUERO

Lejos voló el largo “túnel” de entrelazadas ramas a la entrada de la ciudad de Niquero. El emblemático tanque metálico del central azucarero Roberto Ramírez Delgado yace en tierra herido. Los cocotales de Las Coloradas están diezmados. Los árboles que no fueron al suelo quedaron sin hojas y muchos muestran retorcidas ramas y la ausencia de otras arrancadas de cuajo.

En los accesos principales, calles y barrios, animosos soldados, clases y oficiales de una unidad militar de las Fuerzas Armadas con sus correspondientes excavadoras, camiones, cargadores y motoniveladoras recogen miles de metros cúbicos de desechos sólidos.

TESTIMONIOS

Con rabia fiera agredió Dennis a Cabo Cruz, bucólico pueblito de pescadores. Era tanta su ira, que rompió el equipo de medir la intensidad de los vientos en la estación meteorólogica allí existente, volteó árboles de uva caleta de la playita, sacó piedras del mar y las subió a la carretera, destruyó más de un centenar de viviendas.

Alguien cree haber visto arquearse como vara de palo bronco, la enorme mole del cabocruceño faro Vargas, algunos de cuyos cristales en la cúpula quebraron, suceso nunca antes reportado, aseguran los vecinos.

Al pie del gigante de piedra con su ojo luminoso orientador de marineros rumbos, coincidieron el equipo de La Demajagua y Rafael Acosta Hidalgo, presidente del Gobierno niquereño, quien abordó el tema del momento por aquellos lares.

Hasta ese momento, informó, de las 11 mil 776 viviendas que constituían el fondo habitacional del municipio, estaban reportadas dañadas 9 mil 785, o sea, el 83 por ciento. De ellas, cuatro mil 260 por derrumbe total, otras en forma parcial y pérdida de cubiertas.

Tenemos también –añadió- muchos daños en la agricultura. Perdimos todas las plantaciones de plátano, yuca y maíz; quedó algo de boniato y calabaza que se está distribuyendo a la población.

Hay mucho destrozo por todas partes, pero nos recuperaremos con el esfuerzo de los niquereños y la valiosa colaboración de todos los granmenses, guantanameros, tuneros y de otras partes del país que han manifestado su disposición de venir a luchar junto a nosotros.

Cuando retornábamos de Cabo Cruz, posado en la deshojada rama de un árbol a la vera de la carretera un tocororo, nuestra ave nacional, dejaba escuchar su onomatopéyico canto.

PILÓN

El primer y más ilustrativo mensaje que tuvo la población granmense del ímpetu de Dennis, fue el derribo de la torre de telecomunicaciones instalada en predios del radar meteorológico de El Mamey, en Pilón.

Era una mole de 63 metros, compuesta por cientos de angulares metálicos colocados uno a uno, ahora inútiles y retorcidos buena parte de ellos.

Al pasear la mirada desde ese punto a medio kilómetro sobre el nivel del mar, el corazón decrece, duele el pecho y las palabras no salen. En lugar del verde característico, el vasto lomerío circundante muestra un color terroso, moteado por palmas reales que, sin sus hermosos penachos, semejan velas.

Es como si un gigantesco y malgenioso dragón cuya siesta interrumpieran, hubiera vertido su abrasador aliento al entorno. Hasta el resistente marabú perdió el follaje.

El daño al ecosistema es enorme y perceptible por todas partes.

RECORDAR, PERO NO VOLVER A VIVIR

Durante días, meses y años posteriores la recuperación centró grandes esfuerzos y la vida volvió a la normalidad poco a poco.

En Cuba el Dennis azotó, también, regiones de Camagüey y Sancti Espíritus; y a Granada, Haití, Jamaica, Florida, Alabama, Mississippi, Georgia, y las regiones de Tennessee y del valle de Ohio.

Ocasionó la muerte de 89 personas y daños por más de cuatro mil millones de dólares, convirtiéndolo en uno de los huracanes más destructivos de la temporada.

Como consecuencia los países afectados solicitaron a la Organización Meteorológica Mundial retirar el nombre de Dennis de la lista de nombres para huracanes en el atlántico norte, Don fue el nombre que lo sustituyó en la temporada 2011.

A quince años del huracán Dennis, recordarlo no es volver a vivirlo, sino alerta a estar lo más preparado posible para enfrentar eventos de ese tipo.

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  1. Bien descrito. Solo faltó el detalle más doloroso de todos: las pérdidas humanas, que las hubo: 16 en ambos municipios. 8 en Niquero, e igual número en Pilón. Todavía me estremezco al recordar aquella fatídica noche. Los aullidos de los vientos huracanados parecían cosa del inframundo. A través de las persianas de cristal de mi casa (que no sé cómo resistieron aquellas embestidas), se veían bolas de fuego surcando el cielo, producidas por la fricción de los vientos contra los postes y los cables. Con las primeras luces del Alba, todo el pueblo salió a las calles. Por supuesto que nadie había dormido. Nunca podré olvidar aquel triste espectáculo. La gente se abrazaba llorando al ver los destrozos. Era deprimente. El 80 por ciento de las construcciones de madera se vinieron abajo. Los pocos árboles que quedaron en pie no tenían una sola hoja. No se vio nada verde en Niquero durante varias semanas. Estuvimos 17 días sin electricidad y sin agua corriente. Se distribuía el agua en pipas, por barrios. Fue extremadamente duro; pero también fue hermoso ver en marcha el alto humanismo de la revolución. Fue hermoso ver a los soldados del ejército oriental con el general Espinoza en persona al frente limpiando cientos o miles de toneladas de basura y escombros en solo 30 días. Nunca vi muchachos tan jóvenes trabajar tanto. Nunca vi tanta solidaridad y tanto sentimientos a flor de piel. Sin embargo, a los niquereños y a los pioneros, nos duele mucho cuando en los medios nacionales, según datos brindados por el Centro Nacional de Meteorología, no se contempla al Dennis dentro de los huracanes más potentes y letales que han pasado por Cuba. Es increíble. Un huracán categoría 5, con vientos que sobrepasaron los 300 km/h, con tanto daño y tanta letalidad. Fombellida tiene razón. Recordarlo no es volver a vivirlo. Los niquereños y piloneros que vivimos aquella noche infernal no quisiéramos, ni siquiera en el recuerdo, volver a vivir una experiencia similar.

    1. Gracias amigo Besú, por su poética y dolorosa crónica de aquel acontecimiento. Cierto, hablo del total de víctimas fatales en diferentes países, pero esas 16 de Granma nos duelen y dolerán siempre. Concuerdo con usted, el Dennis fue tan brutal y dañino que fue retirado de la lista de nombres de huracanes. Gracias, otra vez