Cuando era niña, soñaba con ser maestra. “En aquel tiempo los hijos de familia pobre, pobre, como la mía, lo que querían ser era maestros”, me asegura Magdalena Virgen Verdecia Rodríguez.
Conversamos en la sala de su hogar, en el reparto Carlos Manuel de Céspedes, más conocido por Las Caobas, en Bayamo, a primeras horas de una fresca noche de febrero.
Sus padres, explica, eran tabaqueros, laboraban en su casa, en la ciudad de Jiguaní, y tuvieron ocho hijos, seis hembras y dos varones. “A veces –añade- yo acompañaba a mi papá en sus recorridos por Baire, Mafo, Contramaestre, para vender los tabacos y para mi eran paseos”.
El motivo de la entrevista es que a Magdalena le fue otorgado, el 11 de enero reciente, el Premio a la Vida y la Obra de Ingeniería, el más alto estímulo que otorga la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (Unaicc) a sus más prominentes asociados.
No estudió magisterio. Terminó el noveno grado y fue seleccionada, junto a otros nueve jóvenes jiguaniceros, para aprender dibujo técnico en el Puesto de Mando, en Oriente, de la zafra azucarera de 1970, denominada de los 10 millones, con sede en la loma de El Yarey.
“Allí –explica- había arquitectos, ingenieros y estudiantes de esas especialidades y al llegar, con 17 años de edad, me pregunto, qué hago aquí, porqué hice esto.
“Yo no sabía ni lo que era un centropen, los padres pobres como los míos no compraban centropen a los hijos, ni juguetes sofisticados, solo peloticas, juegos de yaquis y muñequitas baratas. -¿Quieres –decían- una bicicleta? Te la voy a dar, la dibujaban en un papel y te preguntaban, de qué color la quieres. No podían comprarla”.
Puntualiza Magdalena que para El Yarey llevaban a los trabajadores a las 7.00 de la mañana y no tenían hora para regresar, “había que trabajar en la construcción de las vaquerías de la (empresa) Catorce de Junio, incluidos sábados y domingos, pero lo cogíamos con espíritu deportivo, con entusiasmo”.
CASAMIENTO CON TRAJE BLANCO
El amor tocó temprano las puertas de su corazón y se casó a los 18 años de edad, “con traje blanco, velo y tiara (corona)”, marcando así la diferencia con las hermanas, que aceptaron ser “raptadas” por sus respectivos novios.
“Enseguida salí en estado, pero no dejé de trabajar ni de estudiar, por las noches, en la Facultad (Obrero-Campesina)”, dice mi entrevistada.
La Dirección de Planificación Física en la entonces Región Bayamo la solicita prestada y comienza a laborar en la Ciudad Monumento Nacional, haciéndolo nada más y nada menos que durante 31 años, en los que como Proyectista de Planificación realiza innumerables proyectos diseminados en los diferentes municipios de la provincia de Granma, creada en 1976.
En su trabajo querían enviarla a estudiar arquitectura en Santiago de Cuba, negándose, porque no quería dejar al hijo con nadie, elige Agronomía, en el Iscab (Instituto Superior de Ciencias Agropecuaria de Bayamo, en la actualidad Universidad de Granma).
Narra Magdalena que el último año de la carrera de Ingeniería Agrónoma lo terminó a punto de nacer su hija Maité -quien ahora tiene 38 años y vive con ella-. Y en esa etapa pensó que por la carga de trabajo, situación familiar y los estudios, se estaba volviendo loca.
“A veces –añade- llegaba del Iscab a la terminal de ómnibus de Bayamo, a las cinco de la tarde, y me sentaba allí como quien no tiene nada por hacer, es que no sabía para dónde iba a coger; cuando me orientaba me paraba y salía para la casa.
“En una ocasión vengo con un profesor con quien tenía amistad y le digo -yo no sé dónde queda mi casa, y me dice -no fastidies, Magdalena, y le digo -es serio, y repite, -no jorobes, y a las seis o siete casas siguientes me dice, mientras indicaba con un índice “esa es tu casa”, ahí empecé a llorar y él se dio cuenta que era verdad.
“De momento me entraba tremendo ruido en los oídos y se me nublaba la vista por completo, me quedaba diez minutos así y volvía a estar perfectamente, como si nada me hubiera ocurrido. Así ha sido mi vida, estresada”.
EN LA UNAICC
Su brillar en la Unaicc comienza como presidenta provincial de la sociedad de las geociencias, desde 1997 hasta 2001, situándola en el primer lugar nacional.
En el último año señalado es elegida presidenta de la Junta Directiva provincial de dicha organización, cargo para el que es reelegida en un segundo período, hasta 2012.
Durante esos dos mandatos consolidó el trabajo de las comisiones técnicas de calidad, medio ambiente, vivienda y urbanismo, patrimonio, mecánica de suelos e impermeabilización, entre otras, para dar respuesta a necesidades de Granma en tal sentido.
Trabajó en varios proyectos de colaboración con organizaciones internacionales, por ejemplo, de investigación y desarrollo del bambú y otros materiales de construcción; de reforestación con bambuceas, tecnologías y materiales apropiados para la construcción, rehabilitación y renovación bajo criterios de sostenibilidad y prevención de desastres, que aportaron conocimientos y medios a la Unaicc granmense, entre estos de transporte y de cómputo.
A Magdalena le apasiona la investigación y es extensa la relación de trabajos investigativos realizados por ella y divulgados en publicaciones especializadas y presentados en 50 eventos nacionales y 30 internacionales, por lo que fue declarada, en 2018, Mejor profesional destacada de Iberoamérica.
Igual de amplia es la lista de reconocimientos a ella otorgados.
Hace siete años se jubiló, pero continúa trabajando como directora ejecutiva de la Unaicc en Granma, cuyo presidente, Juan Alberto Porras León, la considera su brazo derecho.
-¿Por qué sigue activa en el trabajo. Por necesidad económica?
-Continuó trabajando y como miembro del Comité Nacional de la Unaicc. Me jubilé con casi 800 pesos mensuales, que no es nada del otro mundo, pero tampoco es poquito en la actualidad. No obstante, un dinero ayuda, pero más importante que eso es que amo a la Unaicc. Yo me enamoro de lo que me ponen a hacer. Como dibujante estaba enamorada, como proyectista, también.
-¿Cómo ves a Magdalena?-, pregunto a su hija Maité Balbina Sánchez Verdecia, tras agradecerle la taza de café que me sirvió, acompañado con lascas de queso.
-Mami es amor, a las personas y al trabajo, constancia, con una cultura del detalle que peca de perfeccionista, pues ella quiere que todo le quede perfecto, y para lograr esa perfección se entrega a morir, al punto de volver loco a cualquiera; tiene una energía envidiable.
“Es mi amiga, mi confidente, mi cómplice, que desde que yo era niña me preparó para ser independiente y enfrentar los obstáculos con optimismo. La amo”.
Los profesionales que optan por el Premio Nacional a la Vida y la Obra de la Unaicc deben cumplir los siguientes requisitos: ostentar el Premio Provincial o de Municipio Especial a la Vida y la Obra, demostrar aportes relevantes a su especialidad en el ámbito nacional y/o internacional y haber obtenido distinciones y reconocimientos nacionales y/o internacionales por su obra.
A LA TERCERA FUE LA VENCIDA
Magdalena había sido nominada al Premio Nacional a la Vida y Obra de ingeniería, en 2018 y 2019, consiguiéndolo en este 2020, con lo que, en su caso, se hizo realidad aquello de que a la tercera va la vencida.
Conocí a Magdalena hace varios años por razones de trabajo cuando me desempeñaba como representante de la Empresa Forestal Manzanillo en el ” Proyecto Bambú Biomasa” rectorado por al Univ. de las Villas. en ella siempre ví a la mujer trabajadora, incansable, preocupada, atenta a todos y entusiasta, no nos vemos hace años pues hoy mi trabajo no está relacionado con lo que era antes pero siempre la recuerdo con mucho cariño. Con ella la Unaicc en Granma siempre tendrá una fortaleza. Felicidades amiga. Un beso Ana Rita