Hay hombres y mujeres que trabajan sin descanso, sin tiempo y sin reloj, sin horas siquiera para resguardarse en la cobija de un árbol. Se levantan con el cantío del gallo y reaparecen en un corcel, adoquinando de sueños las mañanas.
De esta estirpe, es Juan Roberto Guerra Sánchez, Especialista en nutrición animal, instruido del pi al pá en el IIAJD, una institución que se alzara en predios granmenses como un rayo de luz, valioso y esperanzador, desde el 14 de diciembre de 1980.
En sus pasillos y angostos laboratorios, palpita hace cuatro décadas la llama ardiente del hombre nuevo, formado en el regazo de la ciencia y bajo el sueño imperecedero de Fidel por gestar un mejor futuro.
PONERLE CORAZÓN
Juan Roberto Guerra Sánchez tiene el tono jocoso del campesino, quizás por eso no cree en vainas y le gusta ponerle el pecho a las tareas, desafiar las probabilidades y palpar la esencia de las cosas.
Lo suyo, ya lo anticipaba, no es comunicar, posar para una cámara fotográfica, y menos, dar una entrevista a la televisión. Lo suyo son las vacas. Ahí no hay quién le haga cuentos, así lo validan alrededor de 40 publicaciones en coautoría con eminentes doctores en ciencias del ramo, como Diocles Benítez.
Al Dimitrov llegó siendo un bisoño, con más retos que años de existencia y junto con este establecimiento arriba a 41 años de labor.
“Mi inicio fue en 1980. En esa época la dirección del Partido en Granma se reunió con el colectivo para comunicarnos el compromiso de concretar el Instituto, un pensamiento de nuestro Comandante Fidel Castro, que aspiraba a unificar en una institución las investigaciones agropecuarias de las cinco provincias orientales.
“No teníamos idea de qué era trabajo, pero nos movía el sentido de pertenencia. Ello nos permitió dedicar 14 horas diarias al montaje de los laboratorios.
“Después de su inauguración, fuimos objeto de visitas de altas personalidades, entre ellos, Raúl Castro y Vilma Espín, quienes nos prendían la chispa y el ánimo de trabajar”, refiere Guerra Sánchez.
Desde entonces Guerrita, como cariñosamente le llaman sus amigos, ha trabajado en numerosos proyectos nacionales y obras científicas, entre ellas: Ordenamiento de la producción ganadera en los macizos montañosos del Plan Turquino a nivel nacional; Producción ganadera en el Valle del Cauto, y Producción de alimentos con plantas proteicas (Moringa).
También es coautor de la patente de producción de alimentos con subproductos de la industria azucarera denominada Garanver.
La fortuna no siempre le sonrió a Guerrita. En Mabay, haciendo un recuento de equinos, uno le propinó una patada que lo ingresó en el “Céspedes”; y en Las Tunas, un caballo desbocado le provocó una caída inolvidable, de la cual conserva un chichón en la frente.
“Cuando llevaba a cabo el proyecto de producción de leche en bancos de leucaena y leguminosa, en la Empresa 14 de Junio, salía del Entronque sobre las dos de la mañana, a veces en moto o en yipi para estar temprano en las vaquerías y acopiar la leche.
“Cierta vez, ya en Jiguaní, percibí que había dejado los colectores, solo me quedaba improvisar unos recipientes con tal de no suspender el muestreo. A la investigación hay que ponerle corazón, y a los obstáculos, buscarle alternativas”.
LE DEBO CUANTO SOY
Yordanis Nuviola Pérez, investigador auxiliar y doctor en Ciencias veterinarias llegó a este recinto científico de forma casual, sin imaginar que consolidaría raíces y buenos amigos.
“Al Dimitrov debo cuanto soy: mi disciplina, formación, sentido del sacrificio y pasión por la investigación. Guerrita, es uno de los que tanto me ha aportado en lo profesional y personal además el profesor Diocles”, expresa Nuviola Pérez.
Sobre sus hombros el Dimitrov depositó roles como activista de deportes y de la juventud; y en el plano profesional abrió puertas a una beca en Rusia que lo tituló como Doctor en Ciencias tras concretar la investigación Conservación de pastos y forrajes mediante la utilización de probióticos (microorganismos vivos como hongos y bacterias).
Actualmente, Nuviola Pérez lidera la dirección de investigaciones, imbricada en 11 proyectos, de ellos, uno de colaboración internacional conocido como Programa de innovación agrícola local (PIAL), y tres servicios estatales relacionados con la conservación y multiplicación de semillas y el banco de germoplasmas para preservar la genética.
Un talón de Aquiles del Dimitrov, es la formación académica de nuevos profesionales. Actualmente, alrededor de diez de sus investigadores están imbuidos en doctorados y maestrías, ello pondrá a la institución en mejores condiciones desde el punto de vista técnico para sustituir a una veintena de profesionales que próximamente se jubilan.
EL FUTURO EN MANOS JÓVENES
Graduado de médico veterinario y zootecnista en la Universidad de Granma, Rafael Orlando Garcés Sariol, pisó como adiestrado los angostos salones del Dimitrov.
Aquella edificación descomunal no le intimidaba tanto como el temor a no cumplir las expectativas y sobrellevar el peso de la ciencia.
El Dimitrov fue su bautismo de fuego. Pese a su inexperiencia, Rafael Orlando formó parte de la reserva de cuadros del Departamento de Investigaciones; tuteló el Proyecto de inmunosueros moquillo canino, hepatitis y parvovirus y dirige, hace dos años, el de Contribución al desarrollo sostenible de ovino en la provincia de Granma.
“Como parte de este visitamos zonas del llano, la montaña y la costa para diagnosticar el rebaño y reordenar las fincas ganaderas; capacitamos a los productores y los asesoramos en la aplicación de la ciencia y la técnica para buscar resultados productivos”, afirma Rafael Orlando.
Del proyecto Tipificación y reordenamiento de los sistemas de producción en caprinos, se deriva además su tesis doctoral pese a no haber desarrollado maestría. Esta debe responder a un sinnúmero de problemas relacionados con la producción del ovino caprino en nuestro territorio, que en un futuro, pudiera extenderse al oriente del país.
“La investigación, argumenta Yordanis Nuviola Pérez, adquiere gran relevancia, pues esta masa debe formar parte del plan de los cinco kilogramos de carne por persona, pero para ello, primero debemos fomentar su crianza, mejorar la genética y los parámetros productivos y reproductivos”.
EPÍLOGO
La vida está signada por el tiempo. Requerimos de tiempo para nacer, apreciar, aprender, para andar por el filo de los desafíos y plantar una semilla en el mañana. Así, cuando nos desgastemos y nos sea imposible robarle más horas a la vida, regocijarnos de nuestro legado.