La caída, en apenas tres horas del día 24 de mayo último, de unos 94.5 milímetros de agua en Manzanillo, causó inundaciones de considerable magnitud, derrumbes de inmuebles e interrupción del suministro de electricidad, en varios sitios de esa ciudad.
Hace seis meses, lluvias asociadas a la tormenta tropical Eta provocaron aluviones en Secadero, El Sitio y Caño Adentro, lugares periféricos de la mencionada urbe, con la consiguiente afectación a viviendas, otras instalaciones y sembrados.
Los mencionados son dos ejemplos de reciente ocurrencia, demostrativos de los estropicios que pueden causar lluvias intensas.
El Doctor en Ciencias, ingeniero geofísico Fernando Guasch Hechavarría, asesor en gestión de riesgos para el desarrollo sostenible, director desde 1994 hasta 2001 del Centro nacional de investigaciones sismológicas (Cenais), con sede en Santiago de Cuba, asegura que la región oriental de Cuba es una zona multiamenazada.
O sea, que es dable que en ella se pongan de manifiesto diferentes fenómenos naturales y, al mismo tiempo, de tipo sanitario y tecnológico, los cuales pueden constituir premisas de desastres.
El investigador precisa que en el caso del territorio de la actual provincia de Granma, la memoria histórica conocida pone de manifiesto que el mayor impacto lo han ocasionado fenómenos hidrometeorológicos extremos, por ser los más recurrentes cada año en el país.
En el caso específico de esta provincia, menciona los ciclones Flora y Dennis, en octubre de 1963 y julio de 2005, respectivamente, los cuales impactaron, en primer lugar, mediante fuertes vientos, lluvias intensas e inundaciones costeras.
Las inundaciones son, a escala global, los más frecuentes de los peligros de desastres naturales y las más extendidas en espacio y severidad.
El hombre no dispone de válvulas o compuertas, en las nubes, con las cuales regular las precipitaciones; pero sí tiene la capacidad de realizar acciones para mitigar su impacto en caso de ser abundantes y en corto tiempo, por ejemplo, la construcción de embalses.
Entre otras medidas con ese objetivo se encuentran no edificar viviendas cerca de ríos y zonas costeras bajas, sembrar árboles para favorecer el drenaje del suelo, no arrojar desperdicios, escombros o basuras al lecho de los ríos y quebradas, pues estos no dejan que el agua corra libremente y pueden generar represamientos e inundaciones, tampoco a la calle mientras llueve.
La presente temporada ciclónica en la zona del Atlántico Norte se pronostica activa, por lo que procede que cada Consejo de Defensa de Zona evalúe los riesgos y vulnerabilidades en ellas existentes en caso de vientos fuertes y lluvias intensas, y poner en práctica, con antelación, las medidas que a su alcance estén en aras de contrarrestar sus nefastos efectos.
Lo antes señalado no niega la existencia de problemas cuya solución requiere proyectos e inversiones, digamos obras de fábrica para encausar grandes avenidas, en los cuales los organismos a los que corresponde darles solución, deben trabajar sistemática e integralmente en su evaluación y administración.
En cuanto a los potenciales peligros mencionados es necesario, al igual que en relación con la Covid-19, elevar la percepción de riesgo