Me estremecí de emoción y mi piel se erizó cuando mis oídos volvieron a disfrutar, en días recientes, la letra de Me dicen Cuba, pues en ella están resumidas varias de las características que nos definen.

Al escucharla meditaba qué tenemos en común los que surgimos de este verde caimán, que sin importar si nos encontramos fuera o dentro, en nuestro ser están impregnados los rasgos culturales de esta tierra.

Decir Cuba en otras latitudes evoca en los oyentes la palabra Fidel, rumba, tabaco, ron, playas y eterno verano, porque son -junto a otros- elementos distintivos de los que llevamos en la sangre esta isla bella.

Sin embargo, somos algo más que esas palabras con las que nos definen muchos en el mundo. Cubano, es más que nacer y vivir en este terruño rodeado de mar, es sentir a nuestra nación en lo más profundo, defender sus raíces, velar por la Patria e interpretar a todo pulmón el Himno de Bayamo, ese que nos llama al combate cuando está en peligro la libertad por la que tantos compatriotas ofrendaron sus vidas.

En nuestra identidad está el ruido característico de las calles, los barrios y los solares, el grupo de personas reunidos en la esquina jugando al dominó, los niños disfrutando el entretenido pasatiempo del bate y la pelota, que aunque no surgió en estos lares también nos define como nación.

Las invenciones de los cubanos no tienen límites, hasta el punto de que gracias a eso,  aún ruedan por nuestras calles aquellos autos y camiones que llegaron en la década de los años 50 del siglo precedente, o las bicicletas que fueron modificadas para funcionar como taxis y discotecas ambulantes.

Y qué decir del turrón de coco, el maní, el macho asado, la yuca con mojo, el daiquirí, el congrí, el granizado, las exquisitas frutas y vegetales con sus pintorescos vendedores que pregonan a viva voz y con ocurrentes frases sus ofertas.

Pero además de ello, Cuba es reconocida en el mundo por sus valerosos médicos, su vocación humanista y solidaria, que ha llevado a sus hijos a distantes países para liberarlos de la ignorancia y la dominación de una potencia extranjera.

Los nativos de la Mayor de las Antillas tenemos en los genes la capacidad innata de sobreponernos a las adversidades y no rendirnos hasta haberlo intentado miles de veces, porque tenemos linaje de mambí y de rebelde.

Hay coterráneos famosos que nos llenan de orgullo por su genialidad, pero pocos han llegado a la altura de José Martí, quien insuflando su alma de cubanía magistralmente expresó: “Yo no sé qué misterio de ternura tiene esa dulcísima palabra: Cubano. Ni que sabor tan puro sobre el de la palabra misma de hombre que ya es tan bella, que si se la pronuncia como se debe, parece que es el aire como nimbo de oro y es trono, o cumbre, la naturaleza”.