Amo lo que soy

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Por Sara Sariol Sosa | 14 julio, 2021 |
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FOTO/ Autor desconocido

He amanecido con una tristeza absoluta. La debo a esos recuerdos que guardo de mis abuelos y mis padres, a aquellas anécdotas que les hice de pequeña repetirme una y otra vez, para llorar al oírlas, no por mero masoquismo, sino porque desde esos precisos momentos llegué a la convicción de que debía recordarlas para siempre con lujo de detalles, y nunca, por razón alguna, podía olvidarlas.

He amanecido con esas memorias dándome golpes en la cabeza y en el alma; he vuelto a ver a mi abuelo, trabajador azucarero, llorar de impotencia en tiempo muerto, porque no tenía para comprar comida a su familia; he pensado en mi madre, que por suerte ahí está para recordármelo si me ocurriera ser tan desgraciada de olvidarlo, añorando cosas simples que ella y sus hermanos no podían tener; he recordado aquel día en que mi madre y sus hermanos decidieron con resolución esperar el carro de la guarina y pedir con resolución cuatro helados, y luego mandarse a correr porque no tenían para pagarlos.

Madre, todo eso ha vuelto a mi memoria, eso y tantas cosas que hemos vivido después  de la Revolución en el poder, y que tampoco se me olvidan. Recuerdo tu alegría cuando me llevabas de la mano a mi primera escuela, pero recuerdo mejor aquella cara tuya de mujer satisfecha cuando estudiaste en la Facultad Obrero-Campesina, para aprender, porque de niña no tuviste la oportunidad de hacerlo; te recuerdo de noche, en la misma escuela en que yo estaba de día, aprendiendo cosas, en las que yo ya te había ganado un buen trecho. Te acuerdas, te acompañaba siempre y no se me quita de la mente aquella cara de satisfacción que llevabas a casa.

Hay tantas cosas que recuerdo, mi niñez feliz y protegida, la de mis hijas, y ahora la de mi nieta, que no tuvieron la mala fortuna de tu pequeña hermanita de morirse con la polio sin que pudieran hacer algo por falta de dinero. Tengo tanto en la memoria, mi felicidad al hacerme licenciada en Periodismo, profesión que llevo en lo más profundo de mis entrañas, y que tantas satisfacciones espirituales me ha dado, hasta en los momentos en que no he sido comprendida.

Amo todos esos y otros tantos infinitos recuerdos, amo lo que soy, la paz con que he vivido y con la que quiero seguir viviendo, amo no haber tenido nunca pelos en la lengua como me enseñó mi padre, para decir que algo me parece mal hecho aunque siempre hay quien no quiere oírlo … Toda obra humana es perfectible, bien lo sabemos, y en eso andamos, y más tendremos que hacer, pero la que me ha tocado vivir es mejor que la que les tocó vivir a ustedes en aquellos años de tu infancia, y será mejor, no tengo dudas.

Pero hoy tengo miedo, no de morir si me convocaran al combate por defender mi existencia, al fin y al cabo, todos moriremos un día, y si lo hacemos con dignidad, entonces estaremos siempre a salvo. Mi miedo es no poder estar a la altura, por los años digo, porque voluntad me sobra, miedo porque sé que ni muriendo podría retribuirle a mi Patria tanto desvelo, pero, al menos, me quedará la satisfacción de que no me temblarán las piernas.

Si como a otras compatriotas me dicen vieja, claria, chivatona, lamebota, y hasta etcétera, les anticipo que tengo en los oídos antídotos contra el bagazo. Lo único que ellos oyen clarito es PATRIA O MUERTE.

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