El ángel de la jiribilla

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Por Luis Carlos Frómeta Agüero | 27 noviembre, 2019 |
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FOTO/ Autor desconocido

Dicen que los güijes encontraron en las aguas del río Yao, en Buey Arriba, el asentamiento ideal para burlarse de sus víctimas. Impresionantes historias de esos  negritos  peludos envueltos en  apariciones  y misterios  atormentaron siempre  al  sorprendido caminante, y aunque no creo mucho en esas leyendas, la curiosidad me llevó  tras ellos.

Penetré  en la tupida vegetación. Apenas alcancé  el nacimiento del arroyo, unas  pisadas me obligaron a detener la marcha.

-¡Un güije! -exclamé.

-Nada de eso, compay, soy  el Ángel de la  Jiribilla.

-¿Cómo?

-Así me bautizaron los muchachos de la TV Serrana, pero en realidad me llamo Alcides Gómez Tasé -dijo aquel duendecillo de las lomas, mientras despojaba sus hombros de  los pequeños troncos que  alimentarían la llama para el improvisado fogón.

El inesperado visitante lanzó una mirada al río y volvió a la carga:

-Oiga, compay, eso de güijes es puro cuento de camino, se lo digo yo que conozco  la zona mucho antes de los duros tiempos que le siguieron al ciclón Flora. Mala época, no quedó  árbol en pie ni mulo que se resistiera.

Imagínese, toda  la gente se fue loma arriba para salvar el pellejo. Parece que ese temporal  también arrasó con los chichiricús, porque ya nadie habla de ellos, -dijo mientras protegía la fogata.

-Mire, lo realmente cierto es que aquí, en San Pablo de Yao,  le gané un juego de pelota a Fidel. Eso fue el 6 de octubre de 1966, durante un  recorrido al territorio, para chequear las labores de recuperación, luego del paso del  Flora.

El Comandante conocía bien que  la pelota  y las corridas de cintas a caballo  eran los  entretenimientos de mayor popularidad en la zona.

Yo iba de pasada, pero al ver a los visitantes se despertó la curiosidad y traté de acercarme a ellos lo más que pude.

Fidel se percata de mi presencia y sentado sobre unos troncos de palmas me pregunta.

-Chico, ¿qué te parece si echamos un jueguito de pelota?

-Aquello me emocionó, pero en realidad nosotros apenas contábamos con un equipo de béisbol  preparado para la ocasión y el campito no podía ser más improvisado, pero  aceptamos la invitación.

Comenzó el enfrentamiento, el conjunto contrario lo  integraban  también otros comandantes, dirigentes nacionales y varios integrantes  de la escolta personal.

¡Muchacho!, la noticia corrió de un lado al otro del lomerío y comenzaron a llegar los vecinos para no perderse el gran acontecimiento.

Cuando el juego estaba en su punto me llegó el turno al bate: toqué la bola, llegué a primera y me robé la segunda base. El Comandante Fidel me miró muy serio y dijo:

-Chico, vuelve pa’trá.

-Pero… ¿por qué?

-Porque lo que hiciste es incorrecto. Esto es un juego de manigua y no puedes robarte la base.

No entendía nada de lo que me decía, pero obedecí su decisión y retorné al sitio indicado. Él pidió un tiempo y acercándose me señaló:

-Oye, te voy a decir una cosa. A mí no se me roba ni de día ni de noche, ¿bien?

Al final nos impusimos  nueve carreras por ocho, Fidel se movía inquieto en el terreno hasta que llegó al lugar donde yo estaba:

-Oye, muchacho -me dijo con cierta mirada de picardía- yo no pierdo mucho en la pelota, así que prepárate para el  otro encuentro. Voy a traer a la gente mía: Armando Capiró, Tony González,  y aseguro que ustedes no van a ganarme.

El Comandante echó hacia atrás su gorra, puso la mano en mi hombro y dijo:-Pero bueno…, mientras llega ese momento, dile a la gente de tu equipo que los invito  a tirar con AKM, vamos a ver ahora quién tiene más puntería.

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