El 2017 casi es historia. Un capítulo del libro vida que se cierra, aunque no totalmente. Otra línea multicolor que perdurará en forma de recuerdos. Momentos de tristezas, esfuerzos, retos, alegrías y conquistas. Más allá de la puerta está el 2018, amigo de posibilidades y nuevos sueños. 

En estos días finales, uno piensa en esos 12 meses, en las fechas más especiales, en dudas y pasos, en abrazos y besos, en finales y comienzos.

La mente, indomable como casi siempre, pasa imágenes junto a familiares y amigos, compañeros de trabajo y otras personas. Uno ve otra vez todo de forma imaginaria, y sonríe por la satisfacción o reafirma la importancia de aprender siempre y superarse en todos los aspectos.

Cada año es mezcla de sensaciones y experiencias, desafíos y anhelos individuales y colectivos. Nosotros somos jinetes de nuestros destinos. La vida con pasión y control, con impulsos y esperanzas, puede ser semilla de éxitos y felicidad en los próximos 12 meses y hasta la infinitud del tiempo.

Lo más significativo será continuar en el 2018 con nuevas motivaciones o de forma consecuente con las de antes. Tomarnos de las manos y seguir construyendo esta provincia y este país mejor, tan nuestro, tan de nuestros padres y abuelos, que legaremos a hijos y nietos.

La verdadera fuente de logros y bienestar radica en la fuerza, voluntad e inteligencia de todos, como un gran equipo.

En los límites de cada diciembre, el torbellino de pasiones que cada quien alberga en su pecho crece y transmite las brisas de la mañana o la magia de la noche. El aroma a cerdo asado, los tragos de ron y una luz especial en los rostros adornan el ambiente. Los fuegos artificiales alumbran los corazones de los soñadores.

Este 31 de diciembre, el reloj marcará las 12:00, y casi todos nos abrazaremos. Algunos con sonrisas e ilusión. Ese es el mayor encanto: la espera entre seres queridos, el comenzar juntos otra parte del camino.