La deshonestidad de jueces y abogados y una maquinaria propagandística al estilo de Paul Goebbels, llevaron a la presidencia de Brasil a un fascista y condenaron a prisión a Luiz Inacio Da Silva, líder del Partido de los Trabajadores, el hombre que sacó de la pobreza a 30 millones de brasileños.
Recordemos que Goebbels para justificar la barbarie del nazismo desde la Alemania hitleriana creó un monopolio de los medios informativos, incluyendo al cine, y se basó fundamentalmente en 11 principios uno de los cuales era:“Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
Es el mismo engendro que golpeó parlamentariamente a su sucesora Dilma Russef, quien continuó la línea de beneficio social emprendida por Lula Da Silva y puso en su lugar al “rosca blanda” pro-norteamericano Michel Temer, en lo que constituye el preludio de un apretón de tuerca a la izquierda latinoamericana sin precedentes en la historia del subcontinente.
Lo peor es que quienes debían estar en el banquillo de los acusados, como el propio Temer, son quienes levantan falsos testimonios contra esos líderes verdaderamente populares y contra otros del subcontinente como la argentina Cristina Fernández, su fallecido esposo Néstor Kirchner y el otrora presidente ecuatoriano Rafael Correa.
De más está referirse a los líderes y pueblos cubano y bolivariano donde incluso han sido armadas bandas criminales disfrazadas de opositoras y han enlutado a familias enteras.
No quedan atrás los líderes nicaragüenses Daniel Ortega y otros, quienes bajo la bandera del sandinismo han revertido siglos de pobreza extrema y luchan, como los ya reseñados, por un ideal de justicia social.
Ninguna de las acusaciones contra esos líderes populares y de izquierda han sido probadas y sus “fiscales”, en calzoncillos tildan a sus adversarios de corruptos cundo son ellos los que están llenos de trapos sucios.
Hablando en plata es una verdadera cacería de brujas contra todo lo que huela a mejoras sociales para los desposeídos, porque las oligarquías son egoístas y no resisten que los pobres disfruten de mejora alguna, sino que embrutecidos puedan ser mejor explotados, esa es la esencia del capitalismo salvaje, sobre todo cuando un amo ex rubio y ahora despeinado, se complace en dictarles normas de desgobierno.
Pero la izquierda, limpia como la verdad, siempre saldrá a la luz.