¡Aquí vivió Fidel!

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Por Agencia Cubana de Noticias (ACN) | 5 mayo, 2016 |
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el-tivoli_acentos-urbanos-de-santiago-de-cuba-Cuando en el 2003 el líder de la Revolución Fidel Castro visitó la casa número seis de calle Rabí, en la Loma del Intendente, en la populosa barriada El Tivolí, en Santiago de Cuba, no pocos vecinos del lugar dejaron todo lo que hacían en sus casas para ver de cerca al hombre absuelto por la historia.

Desde los más pequeños hasta los longevos rodearon la modesta vivienda en la que  el Comandante en Jefe  estuvo en los años de 1931 a 1933, cuando vino a estudiar a esta urbe, con apenas seis años, y en la que residieron algunos de sus hermanos durante su etapa estudiantil en la oriental ciudad.

Después del triunfo de la Revolución, era la cuarta vez que acudía al sitio en el que vivió junto a una maestra y donde se moldeó su espíritu de rebeldía.

“Ese día rememoró sus vivencias en esa morada, donde pasó penurias, incluyendo hambre, como narró al periodista Ignacio Ramonet, cuando preparaba el libro Cien horas con Fidel”, comentó Nancy Figueredo, de 71 años, residente en la casa número cuatro, justo al lado del histórico lugar.

María Estrella Estévez, su madre, de 96 años, recordó el momento en el que se sentó en la escalera próxima al portal de su vivienda para escuchar a Fidel mientras reconstruía sus días en el barrio donde, como confesó a Ramonet, vio por primera vez el mar abierto, a la salida de la bahía santiaguera.

La primera ocasión que volvió luego del triunfo revolucionario fue al amanecer del 30 de noviembre de 1959 y fue un acontecimiento en el barrio, refirió Figueredo, quien junto a su progenitora conserva una foto del líder en 2003, frente a la antigua casa, donde hay muebles de la época y fotos familiares.

Nacionales y foráneos vienen interesados en conocer su infancia, por lo que se piensa convertir el sitio en un museo, señaló Figueredo, al tiempo que recordó el instante en que el eterno guerrillero, en la visita de 1959, llegó a su casa y le preguntó cómo se sentía de la papera que padecía entonces.

Yo era una adolescente, y tener a Fidel tan cerca me parecía un sueño, manifestó Nancy Figueredo, quien espontáneamente se ha convertido en una museóloga, pues desde sus vivencias y el estudio  bibliográfico de la vida del Comandante, es fuente de información para los visitantes.

A la perfección conoce la estructura de la estrecha casa número seis: una salita donde Fidel escuchaba tocar el piano a la hermana de su maestra, dos dormitorios, un baño y un balcón donde el inquieto niño contemplaba el techado de otras moradas y las montañas que escalaría años después.

Casi en su totalidad de madera, con machihembrado, carpintería de tableros y el techo de zinc, la vivienda fue construida a inicios del siglo XIX, y por su ubicación al borde de una colina ofrecía un atractivo paisaje de la urbe, la bahía y la Sierra Maestra.

Sobre la hermosa vista de las montañas orientales diría Fidel a Ramonet: “parece que había un predestino”.

Habitualmente, en los bancos de una acera próxima a la casa, no pocos niños, tras la salida de la escuela, se sientan a conversar.

Ante tal escena, imagino al pequeño Fidel en sus travesuras infantiles, al chiquillo que desde un estrecho espacio delineaba sueños, al crío que de forma autodidacta aprendió a sumar, multiplicar, restar y dividir solo en el forro de una libreta, al chico convertido hoy en ejemplo de multitudes.

No es extraño, por tanto, el entusiasmo de Nancy Figueredo, su madre y los vecinos de El Tivolí, que con el corazón en los labios apuntan hacia la humilde casita exclamando: ¡Sí, aquí vivió el Comandante!

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