El asedio sigue en pie

Directivos del Ministerio de la Industria Alimentaria (Minal) en Granma afirman que el bloqueo obliga a planificar la rutina productiva a cuentagotas e impacta en los sectores más sensibles de la población  
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Por Anaisis Hidalgo Rodríguez | 18 septiembre, 2021 |
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Foto/Luis Carlos Palacios Leyva

El bloqueo transversaliza la empresa estatal socialista a partir de las limitaciones que le impone. Las industrias nacionales viven el día a día en una constante lucha por subsistir a las limitaciones dirigidas a socavar los puntos vitales de la economía cubana, una verdad que bien pueden contar de cerca las industrias granmeses.

En el caso de la Empresa cárnica Granma, refiere su director Jorge Diego Fernández Bodaño, las afectaciones son palpables en la adquisición de materias primas, insumos y reactivos químicos para generar alimentos; en los envases y paqueterías indispensables para distribuir productos en bolsas selladas al vacío; y combustibles empleados en la distribución al vapor, en la generación y en la flota de pesca de plataforma y la acuicultura.

“Las comercializadoras, hoy muy depauperadas, son las que nos permiten adquirir gases industriales, refrigerantes, electrodos para soldar, piezas, rodamientos, correas, e incluso los medios de protección imprescindibles para quienes trabajan con sustancias peligrosas, ruidos y temperaturas extremas”, refiere Fernández Bodaño.

Todo ello impacta en los bajos niveles productivos, lo cual obliga a sostener por encima de todo, sectores priorizados, y a limitar las ofertas en mercados ideales y ferias.

“Trabajamos en situaciones muy complejas, por ejemplo, la Embotelladora de cervezas y la Empresa de Bebidas y Refrescos operan tradicionalmente con botellas recicladas del polo turístico de Holguín, que al deprimirse junto a las importaciones de cervezas, merman el flujo de envases.

“La industria cárnica resiente la depauperación de la carne de cerdo, clave para generar embutidos, ahumados, jamón y jamonadas especiales”, acota Fernández Bodaño.

Cinco empresas y alrededor de 60 unidades empresariales de bases dedicadas a la producción de alimentos penden en este territorio del servicio eléctrico para conservar materias primas y generar comestibles.

El organismo, explicó el directivo, trabaja en el montaje de equipos para ganar en sostenibilidad productiva, por ejemplo, importamos un compresor de aire, pero su montaje requiere cemento, acero para anclarlo, líneas de conducción; tuberías para la conducción del aire, o sea, que el equipo solamente no es la solución de un problema.

“Consumimos detergentes, desinfectantes, reactivos químicos para laboratorios, electrodos, gases refrigerantes, plantas dehielo, bombas de aguas, por tanto, ese impacto del bloqueo sobre la industria, existe y limita la capacidad productiva; a veces
cambiamos un reductor por uno de menor velocidad, porque es lo
que aparece, pero te minimiza el flujo de trabajo y la capacidad
productiva, comenta Fernández Bodaño.

La industria alimentaria, alega, ha visto afectado el proceso constructivo de estas entidades, lo cual constituía una fortaleza en Granma, siempre con estándares de orden y cultura del detalle pero que a raíz de las limitaciones económicas se dificulta adquirir cemento, enchape y pintura.

DESAFÍOS COTIDIANOS
Las medidas coercitivas impuestas por el expresidente Donald Trump, y que aún se mantienen activas en la actual presidencia de Joe Biden, se resienten en la Empresa Provincial Integral de la
Industria Alimentaria (Epiia), cuya capacidad productiva demanda
consumir 82 toneladas de harina, sin embargo, ha tenido que trabajar este año con 50.3.

“Si tenemos en cuenta que elaborar el pan de la canasta básica yde otros organismos requiere 49, deja muy poco margen para elaborar el pan de la gastronomía, comercio y otros organismos.

“En 2018, cuando la empresa disponía de 80 toneladas de harina,
la Epiia entregaba a los mercados ideales de 120 a 180 toneladas
de galletas; este año la cifra fue nula hasta las últimas dos semanas de julio por falta de materia prima”, comenta Davisnel Peña Peña, Suddirector Comercial.

“La empresa produce en condiciones normales entre 320 y 330 toneladas de repostería; en julio solo se produjeron 130. La azúcar que es otra materia prima esencial se redujo en un 70 por ciento afectando las minindustrias que al no disponer de envases de uno,
dos y cinco litros, comercializan en bolsas de nailon”, expone Peña
Peña.

Grisel Pérez Pérez, Jefe de operaciones de la industria Alimentaria en Bayamo, corrobora que este ha sido un año difícil:

“Terminamos el 2020 y comenzamos el 2021 con serias dificultades en el tema productivo por la imposibilidad de adquirir harina de trigo, y azúcar, ambos más estables desde agosto.

“Pocas personas pensamos en lo que significa hacer un pan en estas circunstancias, tuvimos problemas con la energía eléctrica y los panaderos tuvieron que aprovechar la poca energía existente para no contraer deudas de pan con la población.

“Hoy tenemos dificultades en los mantenimientos por déficit de
hornos, rodamientos para las máquinas revolvedoras, correas. Es un esfuerzo sobrenatural cumplir con la producción de pan pues trabajamos con un equipamiento chino que tiene 14 y 15 años activos, cuando vienen programados para un quinquenio.

“Tenemos unidades cuyos hornos tienen solo una gaveta para hacer pan, y el hornero tiene que meter dos y tres bandejas, diez veces al día, porque no tenemos resistencia, contractores magnéticos y elementos de electricidad.

“Los motores de los hornos quemados debemos enrollarlos con trabajadores por cuenta propia, quienes operan con alambres de mala calidad y por ende, duran tres y cuatro meses.

“Mensualmente dejamos de hacer dos y tres millones de pesos por falta de materias primas, afectándose también los obreros que no han podido cobrar estimulación. A esto sumamos que todo
el transporte para el tiro de materia prima es alquilado, concepto por el cual la empresa paga mensualmente 60 y 70 mil pesos que pudieran devengar nuestros trabajadores”, argumenta Pérez Pérez.

DAÑO CRECIENTE

La industria láctea, no escapa del mayor de los males: el bloqueo.
Según Luis Rafael Virelles Barreda, Director de la Empresa Láctea
(Granlac), de Granma, esta consume mil 400 toneladas de leche cada tres meses, y ahora recibe poco a poco el de la canasta para repartir donde no se puede llevar leche fluida.

“Al no disponer de toda la leche en polvo que requiere la industria, nos vemos privados de hacer los volúmenes que quisiéremos de helado, yogurt y leche condensada.

“El bloqueo ha impedido que en países cercanos como Estados Unidos, compremos grasa vegetal, sabores, vitaminas y minerales que requieren las producciones destinadas a embarazadas y niños recién nacidos”, describe Virelles Barreda.

En 2020 se dejaron de producir unas dos mil toneladas y este 2021 la industria láctea arrastra una situación similar.

Como alternativa, mitiga el impacto del bloqueo con alternativas derivadas de la soya, tanto el yogurt como la leche de soya saborizada, de esta manera la leche de vaca que se acopia, se
destina a la producción de queso y el suero generado se aprovecha al máximo en el alimento humano.

“Se le está agregando suero al helado, al yogurt; se elabora Miragurt, suero saborisado, batido con pulpa de mango, y tenemos lugares como Media Luna que experimentan en barras
de dulce a base de leche de soya, azúcar, suero lácteo y saborizado.

Foto/Luis Carlos Palacios Leyva

“Tenemos una plantilla y una estructura en la empresa diseñada para mayores volúmenes productivos, que al verse deprimidos, ocasiona un divorcio entre la estructura y el nivel de actividad;
entre plantilla y nivel de trabajo, lo cual lacera la eficiencia, impacta en las ganancias, y como consecuencia, no hemos podido distribuir utilidades entre los trabajadores en el primer semestre como respalda la Tarea Ordenamiento y las nuevas leyes que
vinculan el trabajo y los salarios”, fundamenta Virelles Barreda.

“Por otro lado, si el país tuviera la oportunidad de comprar con
proveedores que no tuvieran sobre ellos el efecto de las medidas
extraterritoriales del gobierno norteamericano, el dinero con que
cuenta Cuba rindiera mucho más, porque no es lo mismo adquirirla leche en polvo en Estados Unidos que en Nueva Zelanda.

“Si muchas empresas radicadas en América Latina no estuvieran influenciadas por las medidas del bloqueo, nos costara más barato adquirir insumos y seguramente ese mismo presupuesto del país generaría más toneladas físicas de alimentos”, expone Virelles Barreda.

Granlac produce anualmente unas 32 mil toneladas de productos, cifra que por déficit de materias primas descendió el pasado año a 26 mil toneladas.

Generar tales volúmenes implica un renglón altísimo de importaciones, entre ellos: colores, sabores, grasa, maltodextrina (carbohidratos formados por azúcares artificiales), leche en polvo; otros asociados con la higiene, la desinfección y reactivos para los laboratorios y polietileno para envasar leche y yogurt, lo cual obliga a distribuir a granel.

“De manera que entre la afectación tecnológica, las piezas de repuesto y las materias primas, es un impacto grande lo que se nos genera de afectación por el impacto del bloqueo económico que nos deprime la producción, las ventas y los ingresos”, resume Virelles Barreda.

Contrario a los pronósticos del enemigo, las industrias cubanas no se duermen en laureles y zancajean obstáculos para vencer la adversidad y generar alimentos para el pueblo, que en medio de un mar de carencias, no pierde la creatividad, el compromiso para con los suyos y sus ansias de perfeccionar el sistema empresarial.

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