Una historia horrenda dibuja la época colonial de Cuba en 1871. Hace 149 años que las autoridades españolas consideraron que 45 estudiantes del primer año de medicina habían profanado el sepulcro del agitador político y periodista español Gonzalo Castañón.
Alonso Álvarez de la Campa y Gamba, Anacleto Bermúdez y González de Piñera, Eladio González y Perera, Ángel Laborde y Perera, José de Marcos y Medina, Juan Pascual Rodríguez y Pérez, Carlos de la Torre y Madrigal y Carlos Verdugo y Martínez cargaron la culpa de lo ocurrido.
José Martí en su extenso y apasionado poema “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”, demostró que el asesinato de los ocho estudiantes de medicina en el año 1871 era fuentes de inspiración para continuar la lucha contra el régimen español.
En una de sus estrofas, subrayaba: “(…) Cuando se muere / En brazos de la patria agradecida, / La muerte acaba, la prisión se rompe; / ¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!”
El sepulcro no fue violado. Solo había sido arrancada una flor en el pequeño jardín frente al cementerio de Espada, mientras otros cinco jóvenes cometían la brutalidad de jugar con la carretilla que servía para trasladar los cadáveres destinados a las clases de Disección. Todo ello sucedió cuando esperaban al profesor, quien ese día no asistió a sus clases habituales.
El Cuerpo de Voluntarios de La Habana preparó a su favor un juicio sin prueba alguna, que los condenó a muerte y la iglesia católica le negó sepultura cristiana.
Los cuerpos inertes fueron a parar en una profunda fosa, sin una cruz que identificara aquella tumba para que nadie les rindiera honores, ni muchos menos se les permitió a los familiares la realización de algún homenaje póstumo.
Ante el horrendo crimen, el capitán Federico Capdevila, defensor de los ocho estudiantes, declaró: ”Mi obligación como español, mi sagrado deber como defensor, mi honra de caballero y mi pundonor como oficial es proteger y amparar a los inocentes: lo son mis cuarenta y cinco defendidos”.
Mucho tiempo después Fermín Valdés Domínguez, uno de los alumnos de aquel curso y finalmente condenado a seis meses de prisión, logró que al exhumarse los restos de Gonzalo Castañón, el hijo de éste hiciera una declaración por escrito en la que explicara que en ningún momento el nicho había sido objeto de violación.
Este día alumnos de diversos niveles de enseñanza en Cuba rinden homenaje a las víctimas de un crimen que tuvo como componentes la mentira y la desilusión contra los sentimientos independentistas en la isla.
Se probaba así que los ocho estudiantes de Medicina, fusilados el 27 de noviembre de 1871, eran inocentes.