Y entonces arrancó a todo vapor la maquinaria maquiavélica de complots e intrigas.
‘Esa decisión es para evitar que Cristiano Ronaldo alcance a Lionel Messi cuando la Juve gane la Liga de Italia y la Champions’, dijo algún iluminado; ‘si el Bayern conquista la Liga de Campeones lograría el triplete y Robert Lewandowski debería ser nombrado ganador sin pensarlo dos veces’, explicó otro apasionado hincha.
Se habla de un Balón de Oro para Kevin De Bruyne, Karim Benzema o Sergio Ramos, e incluso para Messi, si el Barcelona lograra imponerse en la máxima competición continental, algo muy poco probable.
Pero nadie puede olvidar una cosa: ese es un premio mundial, no de las ligas europeas (aunque los ganadores siempre salgan de allí), y muchas competiciones de América, por ejemplo, todavía no tienen ni siquiera una fecha de reanudación tras quedar detenidas por la pandemia.
No tiene sentido entregarlo, si todos los concursantes no compiten en igualdad de condiciones. Eso es una premisa básica, gústele a quien le guste y pésele a quien le pese.
El Balón de Oro de 2020, y no tengo ni la menor duda, deberían otorgárselo a los médicos que, con la muerte al acecho, hicieron gala del altruismo más absoluto y se colocaron en la primera línea de fuego para salvar millones de vidas en tiempos de pandemia global.