Tras concretar el Triunfo Revolucionario el 1 de enero de 1959, las fuerzas rebeldes acantonadas en Santiago de Cuba inician la histórica Caravana de la libertad, que parte el día 2 de enero, encabezada por Fidel, hacia Bayamo.
A su paso por Jiguaní la población corre hacia la vía y en Santa Rita encuentra un cordón humano a ambos lados.
El Comandante, desde el carro, habla con la gente en cada parada. Con la voz apagada, ronca, después aclarada, expresa palabras sentidas en un diálogo de futuro, progreso y transformaciones.
Los guerrilleros y jefes de la Sierra Maestra se detienen en Cautillo y allí efectúan la reunión con los oficiales, los cuales inclinan las banderas y rinden las armas.
Quienes observaron en esa fecha a Fidel intuyeron cómo en la medida que se aproximaba a la gloriosa urbe evocaba con intensidad a los jóvenes de la Generación del Centenario que bajo su dirección atacaron, el 26 de julio de 1953, la plaza militar bayamesa.
También el líder revolucionario disfrutaba la cercanía a una ciudad de tradiciones de lucha y próceres ilustres que marcaron indeleblemente la historia nacional, porque como bien afirmara posteriormente, no se hubiera podido escribir la historia de Cuba sin la historia de este pedazo de tierra de sangre insurrecta, donde acaecieron trascendentales acontecimientos.
A las 11 de la noche entraron con la misma gallardía que lo hicieron los mambises en 1868, cuando liberaron por vez primera la ciudad.
La operación se realiza con cuidado, pues aquí quedaba la mayor guarnición del Ejército en Oriente, sin rendirse todavía, con alrededor de tres mil soldados, además de tanques y artillería.
Al llegar al costado del parque la banda de música interpreta la primera versión para ese formato instrumental de la Marcha del 26 de Julio.
La estrategia diseñada por el líder rebelde consistía en impedir con la llegada a la urbe, que las fuerzas del régimen batistiano establecidas en Holguín y Manzanillo se trasladaran a Santiago de Cuba.
En la Ciudad Monumento Nacional debía tomarse el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, la estación de policía y la emisora de radio; asegurar la protección de los bancos y destruir puentes y pasos a nivel.
Ya de madrugada, desde el ayuntamiento, Fidel les habla a los bayameses sobre los nuevos retos de la lucha revolucionaria. Al día siguiente penetró en el puesto de mando y dialogó con los soldados y oficiales, a quienes pidió defender la causa de la revolución y marchar junto al pueblo en favor de la igualdad y la justicia social.
Los hijos de Bayamo, llenos de júbilo y fervor revolucionario, despidieron a Fidel Castro y sus hombres por toda la salida de la carretera de Holguín.
Fidel dejaba tras de si a otro pueblo liberado, pero no era cualquier territorio, era el Bayamo incendiario, el lugar místico y heroico donde por primera vez en Cuba se escucharon las notas sublimes de la libertad.