Santa Clara, – Hoy, en casi todo el hemisferio Norte, las manecillas de los relojes van sesenta minutos detrás; con la presencia del otoño el tiempo se ajusta a diversas necesidades y comienza así el horario normal, una tradición con años de existencia en la historia de la humanidad.
La idea de variar las horas se empleó por primera vez en 1916 durante la Primera Guerra Mundial: a la marcación normal del período se le adelantó una hora, con el objetivo de ahorrar carbón; surgía así la modalidad de verano, esa a la que ahora se le dice adiós hasta la próxima primavera.
Como es lógico, estas particularidades varían de acuerdo con las posiciones geográficas: ya el otoño del hemisferio Norte inicia a fines de septiembre, mientras que el otoño del hemisferio Sur comienza a términos de marzo; los detalles en los cambios dependen de cada país y a veces pueden presentar diferencias.
A pesar de las controversias que generaron antaño las fluctuaciones de horario, la mayoría del mundo las emplea desde entonces, en beneficio principalmente de la economía.
El añadir tiempo de luz diurna a las tardes favorece, por ejemplo,al
comercio, a la práctica deportiva y otras actividades, esto en el horario
de verano.
Sin embargo, puede ocasionar problemas a la agricultura y a otras ocupaciones que dependen del tiempo de exposición a los rayos solares: estos casos prefieren entonces la vertiente normal.
Algunas civilizaciones antiguas, como la egipcia, la romana y la mesopotámica, ajustaban los horarios al Sol con mayor flexibilidad de lo que lo hace el horario de verano, normalmente mediante
la división del tiempo de luz en 12 horas de igual duración.
Por lo pronto, recuerde retrasarle una hora a su reloj y tenga presente que la medida de su tiempo, solo la determina usted.