Cada tensor sostiene parte de las pesadas losas de hormigón armado, y en su conjunto mantienen un balance a ambos lados de los apoyos, ubicados en las riberas de la boca de acceso, con una separación de 530 metros entre ellos.
Asomarse al borde de la carretera aérea resulta un ejercicio arriesgado, aún si el vértigo no ataca, pues abajo, a 75 metros, un gran mercante pareciera poderse agarrar con una mano y las lanchas rápidas son diminutos puntos que alborotan las aguas a su paso.
La brisa del Caribe sopla con fuerza en esta época, a veces en rachas que asustan y ello también es un reto para arquitectos e ingenieros, quienes calculan la presión de los vientos sobre las estructuras de concreto, cuyo punto más alto está a 320 metros de la tierra.
Desde abajo, máquinas y hombres semejan hormigas laborando; de cerca, se aprecia un alto nivel de precisión en cada movimiento humano o de sus equipos, porque los pasos en este tipo de construcción compleja, son cuidadosamente calculados por la alta responsabilidad con la calidad y seguridad.
Apenas a tres kilómetros al sur, el viaducto es un privilegiado mirador para simultáneamente observar las operaciones dentro de las esclusas tradicionales de Gatún y las de la ampliación en Aguas Claras, mientras casi al alcance imaginario de la mano, la bifurcación enrumba a cada una de ellas.
Las plataformas que cuelgan de los tirantes tienen mil 50 metros de longitud y los vehículos transitarán por cuatro carriles, además de contar con áreas de seguridad a ambos lados y una acera peatonal para los trabajadores de mantenimiento; el resto de la vía es una suave rampa que accede por las dos vertientes.
El Canal, desde sus inicios, dividió en dos a la provincia de Colón, en las llamadas Costa Abajo, integrada por la zona costera y montañosa al oeste y Costa Arriba, donde están la capital provincial y otras poblaciones que datan de la época de la conquista española.
Cruzar la ruta fluvial en ambos sentidos, es actualmente como jugar a la ruleta, pues con buena suerte se transita sobre los dos pequeños puentes giratorios, de un solo carril, si ningún barco está en tránsito, lo que ocurre en múltiples momentos de las 24 horas del día.
El puente será el oasis que facilitará el movimiento a unos 40 mil habitantes de Costa Abajo, los cuales cotidianamente deben moverse en ambos sentidos, pero será también el motor impulsor de nuevos desarrollos en una zona con pocas comunicaciones terrestres.
Pero si la majestuosidad del gigante de concreto y acero se roba la atención, la red de accesos y la revisión del trazado o ampliación de los existentes, son el complemento imprescindible para la utilidad de la inversión, cuyo monto financiero ronda lo 380,6 millones de dólares y está al 83 por ciento de ejecución.
El tercer puente, como el emblemático Las Américas, inaugurado en el año 1962 del siglo pasado, o el también atirantado Centenario, abierto en 2004, vienen a suturar la herida que el cauce fluvial artificial provocó, al dividir en dos a un país que se aferra a reinterpretar la partición como elemento de unión.
Con tales antecedentes, la gran expectativa es ahora el cuarto viaducto sobre la vía interoceánica, micro localizado en las inmediaciones de la capital, lo que sería un sustancial alivio al creciente flujo vehicular que congestiona entradas y salidas a la urbe, además que permitirá extender el metro citadino hasta el oeste.
Algunos se atreven a pronosticar que el llamado tercer puente pudiera ser, en el futuro mediato, el símbolo que identifique a Colón, ciudad que sufre hoy los embates de múltiples construcciones con el objetivo de renovar su entorno urbano y rescatar la que antaño fue La tacita de oro.