Celia, afable, necesaria…  omnipresente

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Por Luis Morales Blanco | 9 mayo, 2018 |
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Entre las  más destacadas luchadoras revolucionarias cubanas de todos los tiempos refulge Celia Sánchez Manduley pues pocas veces se han conjugado en una sola persona tantos valores humanos y revolucionarios.

Celia  nació un día como hoy hace 98 años, fueron pilares indiscutibles en su formación ética y revolucionarias  sus padres el doctor Manuel Sánchez Silveira y Acacia Manduley Alsina, la madre.

El 16 de octubre de aquel año fue inscrita en el Registro Civil del juzgado Municipal de Vicana bajo el nombre de Celia Esther de los Desamparados, los mismos con los que sería bautizada el 22 de julio de 1922 en la parroquia de la Purísima Concepción de Manzanillo. Su tercer nombre fue para ella un compromiso vitalicio con todos aquellos que tenía una pena material, social o espiritual y a ellos y a su devoción por Fidel y a la Revolución dedicó toda su existencia.

Después del golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, Celia se involucró con varias organizaciones rebeldes. Manuel Echevarría, fundador del Movimiento 26 de Julio le puso en contacto con Frank País y Celia quedó integrada al movimiento dirigido por Fidel Castro.

En el Movimiento 26 de Julio nunca ocupó cargos directivos, aunque asumió tareas relevantes. Con su nombre de guerra, Norma, devino figura fundamental en los días de los preparativos de la expedición del Granma y del inicio de la lucha guerrillera en la Sierra Maestra.

Por orientaciones del Movimiento, organizó una red de colaboradores campesinos en las cercanías de donde debía desembarcar la expedición dirigida por Fidel Castro que resultó fundamental para la continuidad de la lucha.

Celia echa por tierra mentiras de Batista

En los momentos más difíciles de la guerrilla dirigida por Fidel, en febrero de 1957 marchó al encuentro de esta en compañía de Frank País, Faustino Pérez y otros miembros del de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio para coordinar el apoyo desde el llano, y guiar al periodista del New York Times, Herbert Matthews a la presencia de Fidel.  Así de desmentía  la propagada batistiana basada en la supuesta muerte de Fidel. A finales de abril volvería a subir a la Sierra guiando al reportero norteamericano Bob Taber, quien deseaba entrevistar a Fidel

El 28 de mayo, como integrante del pelotón de la Comandancia, combatió en El Uvero. Fue la primera mujer que ocupó la posición de soldado combatiente en las filas del Ejército Rebelde. Pocos días después de esa acción, Fidel la envió de nuevo al llano con importantes encomiendas. Esta resultó la etapa de mayor peligro.

Hasta mediados de 1957 Celia había utilizado, además de Norma, los seudónimos de Lilian, Carmen Caridad y  más tarde Aly. Sin embargo, estaba tan enraizado el seudónimo de Norma, que  se le continuó llamando así en misivas posteriores. En una carta enviada por los guerrilleros de la Sierra Maestra a Frank País estos patentizaron el papel vital de Celia durante la guerra cuando escribieron: “En cuanto a la Sierra, cuando se escriba la historia de esta etapa revolucionaria, en la portada tendrán que aparecer dos nombres: David (el propio Frank) y Norma”.

Celia tuvo un papel destacado en la creación, el 4 de septiembre de 1958, del batallón femenino Mariana Grajales, que operaba en la zona de La Plata, Sierra Maestra, como apoyo a la retaguardia guerrillera.

Con la Revolución en el poder tras el triunfo de enero de 1959 Celia asumió importantes tareas y responsabilidades y fue participante activa de los momentos más significativos de la Revolución Cubana, después del triunfo del 1 de enero de 1959. Fue secretaria del Consejo de Estado, diputada al Parlamento, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de la Dirección Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas.

Además  de toda su labor revolucionaria durante la Guerra de Liberación Nacional recopiló toda la documentación de la lucha en la Sierra Maestra, posibilitando la creación de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado en 1964.

Celia falleció el 11 de enero de 1980, a la temprana edad de 60 años, su sepelio constituyó una genuina manifestación de duelo popular  hoy , la Flor más autóctona de la Revolución, según definición de Armando Hart,  continúa viviendo en el corazón de los cubanos.

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