Celia, entre lo humano y el mito

Share Button
Por Zeide Balada Camps | 11 enero, 2018 |
0

La primera vez que vi su rostro yo era muy pequeña. Mi abuela había tomado la imagen de alguna revista y estaba allí, en una especie de altar, junto al Che Guevara y Camilo Cienfuegos, rodeada de flores blancas. Quizás era la manera que tenía mi adorada viejita de venerar a quienes cambiaron la triste realidad de la mayoría de los cubanos antes de 1959.

No sospechaba en mi infancia que aquella particular mujer de la mariposa en el cabello guardaba tanta grandeza y sensibilidad.

Escuché contar a mi mamá que gracias a Celia Sánchez ella estudió.

La incansable heroína  no detuvo su paso fecundo después de lograr el triunfo revolucionario. A pesar de los proyectos, planes imprescindibles para organizar  la nación, encontraba espacio para los detalles.  Preocupada por cada niño, niña, enfermo o persona necesitada, no dejó sin respuesta a quienes la llamaban.

Fue así cómo mi mamá,en la década de los 60, del siglo pasado, siendo una adolescente, le escribió una carta, pidiéndole ayuda para continuar estudios, al poco tiempo recibió un telegrama que le serviría de pasaje para dirigirse a La Habana, donde comenzaría un nuevo nivel de enseñanza.

Así era aquella época en que se establecían planes de estudios, centros educacionales, y Celia estaba en el vórtice  de tal ejecución.

Todavía yo no había nacido cuando aquel 11 de enero de 1980 Cuba lamentó su pérdida física y ese enorme vacío que dejaba.

Con el tiempo, encontré primero en las palabras de mi madre, después en la escuela y en las lecturas su arquetipo indeleble de ser humano, que hilvana altruismo, profunda sensibilidad, sencillez y  entrega sin límites.

La admiración por ella se agigantó en mi universo, quizás como la llevan quienes aman esta isla, o tuvieron el privilegio de conocerla.

A veces, el mito de la heroína nubla la cercanía de lo humano, pero Celia queda fuera de tal aseveración; por el contrario, su naturaleza sencilla, sus orígenes y la educación recibida del padre se conjugaron, haciéndola poseedora de un carácter afable y reflexivo que la mantuvieron siempre al lado de la gente, pronta a socorrer, a actuar.

Al evocarla, llegan de golpe la gratitud de mi mamá, el abrazo que quiso darle; su energía y vitalidad, los  valores que inspiraron su existencia, el compromiso individual de superar obstáculos, como lo hizo obstinadamente y  la deuda con su memoria de continuar la obra perfectible de cada día.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *