El Che familiar y hogareño

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Por Yelandi Milanés Guardia | 9 octubre, 2021 |
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Aún cuando se ha escrito e investigado prolíficamente sobre el guerrillero heroico, poco se conoce sobre su vida íntima y familiar, muy bien retratada en el libro Evocación, el cual recoge las memorias de su viuda Aleida March, quien magistralmente hace un recuento- entre otras cuestiones- del Che en su ambiente hogareño.    

“La nueva vivienda*, situada en la calle 47 entre Conill y Tulipán, en Nuevo vedado, aunque no la escogimos de modo particular, si surgió por una decisión que yo había tomado y que el Che compartió, con alguna que otra advertencia.

“Necesitábamos más tiempo para estar realmente solos a pesar de los muchos compromisos y las dificultades que se afrontaban con el paso a un hogar propio.

“Teníamos la sensación que estábamos construyendo nuestro pequeño mundo, con un hogar peculiar, especie de refugio íntimo que compartíamos con amigos y familiares y en el que comenzaban a establecerse costumbres, algunos hábitos y gustos.

“Creo que la decisión de mudarnos, a pesar de que el nuevo inmueble nunca me gustó del todo, nos unió mucho más. No sé si tomamos conciencia ambos de lo que significaba poseer una vivienda más nuestra, y a la que le estábamos imponiendo un sello particular. En ella había un ambiente más íntimo y acogedor.

“A partir de aquí, tendríamos lo mismo que el resto de la población en lo que a alimentos se refiere; es decir, la libreta de artículos normados.

“Los asuntos domésticos los dominaba yo, al igual que pagaba el alquiler de la vivienda, cuarenta pesos mensuales que salían del salario del Che, el cual era de cuatrocientos cuarenta pesos.

PARENTELA INCREMENTADA

Ya la familia crecía, a Hildita se le sumaban Aliucha y Camilo, y los que con posterioridad vendrían. Sobre el impacto del nacimiento del primer varón hay muchas historias, pues se cumplió para el argentino-cubano uno de los mayores deseos de su vida; sintiendo su ego de hombre multiplicado.

Sobre este acontecimiento giran muchas anécdotas, que si se puso el tabaco al revés cuando quiso fumar, que si quiso regalarle flores a la madre y no las encontró, que si apenas logró secarse al salir del baño en su prisa y otras que, ciertas o no, reflejaban su particular alegría. Un peculiar inquilino tuvo la familia Guevara March en el famoso muralla, el perro leal, motivo también de anécdotas y leyendas.

Sobre los retoños que vinieron después, Aleida refirió: “Con el nuevo inmueble nacieron nuestros otros hijos: Celia el 14 de junio de 1963- a velocidad supersónica, porque Camilo solo tenía 13 meses, y Ernesto, el 24 de febrero cuando aún se encontraba el Che en Argelia, en el último recorrido que realizaba en su condición de dirigente de la Revolución.

“Solo puedo decir, no importan las razones, que nuestra vida en pareja encontraba otros asideros, los que a pesar de la separación, siempre se alimentaron de amor y responsabilidad compartidos.

“Me sabía poseedora de una familia y un hogar; imperfectos, no lo dudo, pero míos, por lo que nunca reparé en carencias: sabía que tenía que ser igual al de todos los cubanos.

“Vivíamos tiempos de deberes y sacrificios; contaba con un compañero que aunque quizás en apariencia no se detenía en los detalles de haber visto o sentido cualquier diferencia, nunca la habría permitido.

“Así fuimos construyendo nuestro hogar, donde no nos faltó la presencia de amigos y familiares de ambos. Se combinaban las tareas con el disfrute de pequeños momentos, despojados de solemnidades y protocolos, éramos un hombre y una mujer repletos de amor, sueños, esperanzas, que actuábamos simplemente acorde con nuestros deseos y gustos”.

LOS TIEMPOS LIBRES DEL CHE

Según narra en sus memorias la esposa de Ernesto Guevara de la Serna, finalizada la jornada dominical de trabajo voluntario, después de una semana ardua, llegaba a la casa cansado pero con muchos deseos de disfrutar de sus hijos.

“Se quitaba la camisa y jugaba con ellos en el suelo; después almorzábamos siempre acompañados de algún invitado y no faltaban los cuentos en la mesa, en los que el Che competía en primera fila y, cuando no se podía, disfrutaba de un buen vino mezclado con agua, una costumbre muy argentina que nunca perdió, y que constituía uno de los pequeños gustos que se daba en ocasiones.

“Algún sábado en la noche se sentaba a ver el boxeo por la televisión. Cada vez que lo recuerdo me resulta simpático, porque no concebía que un hombre con tanta sensibilidad disfrutara de las peleas con un gesto en el aire, como si quisiera estar en el combate y dar algún que otro golpe.

UN LUGAR DE ESTUDIO Y REFLEXIÓN

“Con frecuencia, solía trabajar en su despacho, ubicado en la planta baja, donde gozaba de total tranquilidad. Fue un lugar que disfrutó en organizar y en el que depositó parte de sus libros más preciados, muchos de los cuales tienen sus marcas personales, anotaciones y comentarios como parte de sus costumbres más arraigadas.

“Allí se encuentran textos de Pablo Neruda y César Vallejo, biografías, historia, ciencias, economía, filosofía general, los clásicos de pensamiento marxista. Asimismo, pueden verse ejemplares sobre el pensamiento militar, ensayos políticos y sociológicos, además de manuales de ajedrez.

“Cuando se examinan los volúmenes y se ven sus marcas y comentarios, estos demuestran que el despacho se convirtió en un lugar de estudio y reflexión.

“Ese espacio vital, además, sirvió de resguardo personal para conversar con compañeros latinoamericanos que junto a él compartían el sueño de redimir nuestro continente. Sus paredes son mudos testigos de muchos planes que, alcanzados o no, formaron parte de los anhelos más puros de una generación”.

LOS REGALOS REPARTIDOS

Otra de las cuestiones evocadas por Aleida March, era el destino de los obsequios que recibía en sus recorridos por el mundo: “En los viajes que realizaba, donde le hacían finos regalos para su esposa, solo llegaban a la casa los que él consideraban no eran demasiado ostentosos.

“Otras cosas personales las repartía colectivamente; en una ocasión recibió, después de una de sus visitas a Argelia, un barril de vino excelente. A llegar a la casa me dijo que lo repartiera a la guarnición.

“No siempre obedecí incondicionalmente sus mandatos, en especial este: el vino formaba parte de los pocos gustos que se concedía, y guardé unos cinco litros para la casa.

“En el che permanecían de forma invariable su alto sentido de la equidad y su espiritualidad, que yo me permitía el lujo de de quebrantar un poco, a sabiendas que con eso no faltaba en nada a sus principios y así le proporcionaba en ocasiones un pequeño placer.

“En la renuncia a esos pequeños deleites, que sin duda hubiera disfrutado, se encuentra una parte de la esencia de un carácter que tanto conmueve a muchos de los que en todas partes de mundo lo consideran como un hombre de cualidades superiores”.

Reflexionando sobre el ser humano hogareño, podemos concluir que el Che vivió rodeado del amor y cariño brindado por su esposa e hijos.

Pero fue también, este espacio íntimo, otra muestra de que Ernesto Guevara de la Serna, era uno de los pocos hombres que vivía como pensaba, pues en su mente estaba muy arraigada la idea, de que no hay nada mejor que predicar con el ejemplo.

*- Antes vivían en una casa al lado de una Guarnición.

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