Chile en la encrucijada

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Por Prensa Latina (PL) | 1 noviembre, 2019 |
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Santiago de Chile, (Prensa Latina) Alejandro Navarro, senador por el Partido Progresista y una de las voces incómodas para el gobierno de Sebastián Piñera, brinda en conversación con Prensa Latina su punto de vista sobre algunas claves de la revuelta social que sorprendió al mundo y a las propias autoridades de Chile, y acerca de lo que pudiera ocurrir en el futuro inmediato.

Prensa Latina (PL): El presidente Sebastián Piñera dijo en una entrevista que Chile era un oasis de tranquilidad en una América Latina convulsa, pero dos días después la realidad lo desmintió con un estallido social sin precedentes en el país. ¿Qué sucedió?

Alejandro Navarro (AN): La situación actual de Chile se debe, de manera muy nítida, a la acumulación de rabia, de inconformidad, producto de un sistema que ha venido ejerciendo abusos en todos los términos de la vida cotidiana de millones de chilenos.

Este abuso hace de Chile el país de América Latina donde la gente dedica más horas al trabajo debido al alto endeudamiento, que afecta al 75,6 por ciento de las familias, endeudadas entre cinco y 20 veces lo que ganan, lo que obliga a los chilenos a endeudarse a través de las tarjetas de crédito y los presiona a trabajar no ocho, sino 10 y 12 horas diarias.

En ese ámbito este malestar había tenido otras expresiones sectoriales, pero hoy en día se han unido bajo un solo concepto, el fin a la desigualdad.

El modelo de salud fracasó en los ámbitos público y privado. Solo en 2018 fallecieron en Chile 11 mil 300 personas sin siquiera tener la posibilidad de acceder a un especialista o una operación quirúrgica en el servicio público.

Las cifras son pavorosas. Hoy hay dos millones de personas en lista de espera para una operación quirúrgica, por un tiempo que fluctúa entre los seis y los 18 meses, y en algunos casos aún más tiempo.

Si hablamos de las pensiones, se trata de un sistema financiero, no de un sistema previsional social solidario. Cuando las llamadas AFP fueron creadas en 1980 por José Piñera, hermano del presidente Sebastián Piñera, se le prometió a la gente una tasa del 70 por ciento.

Es decir, que si usted cotizaba 100 dólares iba a obtener 70 dólares de pensión, pero la realidad es que las mujeres en el presente reciben solo 16,6 por ciento y los hombres no alcanzan más allá del 24,5 por ciento.

El sistema mintió y fue claramente un ahorro forzoso que manejan tres grandes empresas internacionales que en la actualidad mantienen en sus arcas 235 mil millones de dólares.

Esa es la cifra de la acumulación. Ellas deciden dónde invierten, qué proyecto financian, lucran permanentemente y la cifra más dura, que han entregado especialistas, es que de cada 10 pesos pagados de pensión, seis los pone el Estado como subsidio y las empresas que controlan los fondos no aportan más de cuatro pesos.

Así, más de dos millones y medio de adultos mayores de Chile, país que envejece rápidamente, están recibiendo pensiones miserables.

En materia laboral, las huelgas en Chile no son un derecho constitucional. La tasa de sindicalización alcanza solo al ocho por ciento y la de negociación colectiva, que es un derecho constitucional, no supera el cinco por ciento, es decir, solo cinco de cada 100 trabajadores son capaces de negociar cada dos años una mejora en sus remuneraciones.

Esto ha tenido situaciones extremadamente graves, y en grandes corporaciones como la norteamericana Walmart (Líder) cuyos trabajadores estuvieron en huelga en todo Chile, tuvieron que ponerse de rodillas y volver al trabajo con el ínfimo aumento salarial ofrecido por la empresa.

¿Por qué fueron quemados muchos establecimientos de esa trasnacional durante las manifestaciones? Porque Walmart es una de las caras visibles de los abusos.

Y la suma de todos los abusos es el rostro del presidente Piñera, un empresario que tiene su dinero en Islas Vírgenes y en Islas Caimán, y no en Chile.

Claramente es una acumulación de factores lo que ha producido este estallido social, que tuvo el detonante en el aumento de los precios del transporte de metro.

PL: En su juventud usted estuvo muy vinculado a organizaciones estudiantiles. ¿Cómo aprecia la amplia participación juvenil en las movilizaciones desde el mismo estallido social del 18 de octubre?

AN: Hay una particularidad de la que Chile debería sentirse orgulloso. En 2006 surge la revolución de los pingüinos.

¿Quiénes son los pingüinos? Los estudiantes, adolescentes entre 14 y 17 años que impusieron un tema que no existía en la agenda de la entonces presidenta Michelle Bachelet, el de la educación de calidad y gratuita.

Esos mismos pingüinos, ya en 2019, son los que saltan el primer torniquete del metro masivamente, como forma de protesta por el alza del pasaje para sus padres.

Y esa acción que muchos pensaban era una manifestación aislada, con unos 30 o 40 pingüinos, se transformó este último sábado en una movilización de 2,5 millones de chilenos que salieron a la calle, no a pedir subsidios, no a pedir leyes con letra chica que se incumplen, sino a cuestionar en su conjunto al modelo neoliberal.

PL: Una de las demandas recurrentes en las movilizaciones y marchas es la de una nueva Constitución para el país.

AN: Como han pasado 30 años de gobiernos democráticos después de Augusto Pinochet que no han logrado resolver el problema de la desigualdad, la consigna que ya está instalada en Chile es la de una nueva Constitución con una Asamblea Constituyente de la ciudadanía.

Existe cero credibilidad en el gobierno, cero credibilidad en el Congreso, y lo que se demanda es una nueva Constitución garante de derechos fundamentales que las leyes sucesivas de 30 años no lograron hacer.

PL: El reciente cambio de gabinete es una expresión de la presión social sobre el gobierno. ¿Como usted evalúa esos cambios y algunas de las figuras más representativas en esos movimientos?

AN: El gran problema del presidente Piñera es que no escucha. Este es el segundo gobierno de Piñera que fue elegido democráticamente por Chile, y como se sabe, al final quien manda es Piñera. Él es el ministro de Hacienda, él es el ministro de Economía, el ministro del Trabajo.

El ha hecho de Chile una gran empresa y Piñera es un gran empresario, que se jacta de leer el cuerpo B de El Mercurio y hacer movidas económicas que le reportan dos, tres, cuatro millones de dólares, solo con leer El Mercurio los sábados.

Pero Chile no es una empresa, es un país, y él se ha equivocado.

El cambio de gabinete es una movida de ajedrez, es un enroque. Ha puesto a la misma gente del gabinete, todos con la convicción de que el modelo no debe cambiar. Ha cambiado rostros, pero no el rumbo del gobierno.

Piñera no ha entendido, y el cambio del ministro de Hacienda, por ejemplo, consistió en eliminar un rostro que la gente identificaba con los abusos, por otros rostros que la gente no identifica pero tienen el mismo objetivo de continuar el programa de Piñera, que no contenía modificación alguna al modelo.

Por tanto, la ciudadanía ha continuado las movilizaciones, porque después de 30 años ya no la engañan, sabe que este ajuste ministerial solo conduce a ganar tiempo suficiente para que Piñera esté en el gobierno los dos años que le restan.

PL: Otra demanda que exigen los manifestantes constantemente es la renuncia de Piñera.

AN: Una vez le dijo William Clinton al presidente Bush: Es la economía, estúpido, y aquí vale decirle a Piñera y se lo hemos dicho: Es el modelo, estúpido; es la desigualdad, porque La Moneda no logra comprender todavía lo que pasa.

El gobierno todavía no asume la profunda transformación en la conciencia de los chilenos de que este modelo, aceptado por distintos gobiernos, de derecha, de centro y de izquierda, no satisface las promesas, no resistió la demanda ciudadana.

En Chile la acumulación de riquezas del uno por ciento más rico es del 34 por ciento del Producto Interno Bruto, y ese uno por ciento de los más ricos no es tocado por los impuestos.

El impuesto al valor agregado del pan, por ejemplo, lo pagan por igual el obrero que gana 400 dólares al mes, que los superricos. Y las tasas del IVA alcanzan al 17 por ciento del sueldo de los trabajadores mensualmente.

Más allá de la patética interpretación que hace Piñera de la movilización social al creer que el pueblo ha hablado para que haya correcciones y se apure la agenda de leyes, creo que la respuesta de la oposición, mayoría en la cámara y el senado, es de verdad lamentable.

No ha leído tampoco el Congreso Nacional lo que está pasando en la calle y ha pretendido sesionar en normalidad tratando leyes que son solo parches.

Tengo la convicción de que Piñera debe renunciar. No hay ninguna posibilidad en los términos en que la calle se ha expresado, que en los próximos 24 meses Piñera continúe en el poder.

Él le ha pedido a varios presidentes que no se aferren al poder y hoy él se aferra al poder. Se requieren elecciones anticipadas en Chile, que la ciudadanía decida cuál es el tipo de constitución, cuál es el tipo de gobierno que quiere tener, si queremos los próximos años de paz y desarrollo en Chile.

PL: Muchas personas afirman que lo ocurrido en estos días ha cambiado a Chile y que a partir de ahora este será otro país. ¿Cómo ve usted al Chile que viene?

AN: Estamos en una encrucijada histórica. Así como en 1970 el pueblo llevó a Salvador Allende a La Moneda, primer presidente marxista leninista en ganar una elección democrática y llegar al poder por la vía electoral y no mediante una revolución, hoy la gran mayoría de los chilenos quiere cambios y lo manifiesta movilizándose en las calles con un rechazo integral al sistema.

¿Pero cómo se canaliza esto? No hay liderazgos, los partidos han quedado atrás. La ciudadanía adelantó por la izquierda a los partidos y se puso al frente, los superó ampliamente.

Ahora la encrucijada está en cómo se materializan las aspiraciones profundas de la gente. Por tanto, lo que viene es que no bastan las movilizaciones, hay que tener el poder para hacer los cambios.

El debate no debe ser en continuar con las movilizaciones, que tienen que tender a agotarse, sino cómo se transforman en una fuerza para conquistar el poder.

Este debate ya se ha iniciado en materia de establecer una Asamblea Constituyente y debe concentrarse en esa asamblea para dar paso a una nueva constitución, pero que cuente con la participación ciudadana para que se cambie el modelo en Chile.

Los riesgos son el populismo, la ultraderecha, como ha pasado en Brasil, y la hegemonía mediática como hoy también ocurre en Chile y en toda América Latina, donde los medios de prensa se han constituido en un poder capaz de reorientar el camino de las movilizaciones.

Durante semanas la violencia ha tomado las calles, particularmente con el saqueo de supermercados y de establecimientos, todo eso priorizado por los medios, que ahora buscan instalar la falsa idea de buscar la normalización, que no es otra cosa que volver a la naturalización de la desigualdad.

Por tanto, en el Congreso los partidos tienen un rol fundamental. No deben buscar liderar este proceso, no deben buscar conducirlo, creo que deben orientarlo, acompañarlo, no conducirlo porque eso conllevará un soberano rechazo. Debe ir aparejada a la movilización ciudadana no solo una transformación constitucional, sino una transformación también del modo en que los partidos han asumido hasta ahora la representación de los intereses de los ciudadanos.

Pero creo que hay pocas posibilidades de dar paso a una nueva constitución. Primero, porque Piñera y la derecha no lo quieren, y segundo porque la oposición, aunque es mayoría, está dividida y ha tomado el camino de la negociación, de la ‘cocina’ política.

Y por eso no hay ningún parlamentario que sea capaz de estar dentro de las movilizaciones, porque lo sacarían de allí. Esa es la realidad.

Es cierto que el pueblo unido jamás será vencido, pero no que el pueblo unido avance sin partidos, porque cuando ello ocurre, lo que sucede es que un pueblo sin partidos avanza sin sentido.

Y el concepto de partido se puede discutir, pero hay que avanzar organizados, orientados. Es una gran lección para los partidos y para la oposición en Chile.

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