Delgada y pálida, narran los escritos que era Clodomira Acosta Ferrales, a quien no le faltaba temple para imponerse. Nació en Cayal, en la zona costera de Manzanillo, el 1 de febrero de 1936. Tuvo una educación humilde basada en las tareas propias de una joven campesina.
Su madre, Rosa Ferrales, admiró siempre su enorme voluntad. La joven muchas veces ayudaba a su padre, Esteban Acosta, a realizar trabajos de noche, “cuando la luna era clara”.
A pesar de su procedencia rural, siendo analfabeta poseía inteligencia y perspicacia naturales. Se une al Ejército Rebelde en junio de 1957 y es partícipe en varios hechos notables en los que demostraba no temerle a la tiranía batistiana.
Como Lidia Doce, su gran amiga y compañera de lucha, gozaba de la total confianza de Fidel Castro y Ernesto Guevara. Era muy hábil burlándose del enemigo pero en cierta ocasión fue capturada, pelada al rape y, por orden del sanguinario Sánchez Mosquera, metida en el centro de torturas “La Presa” de Bayamo.
La muchacha se las ingenió para quemar unas mochilas de los soldados y en medio de la confusión por el incendio, logró fugarse espectacularmente. Tras atravesar varios poblados, se reincorporó a las fuerzas guerrilleras en la Sierra Maestra.
Sobre ella, Fidel dijo que poseía: “Inteligencia natural grande y una valentía a toda prueba”.
Aunque era carente de instrucción, tenía la capacidad de realizar tareas arriesgadas, una en especial fue la encomendada por el Comandante en Jefe en febrero de 1958.
Sobre este hecho relató Celia Sánchez: “Fidel tenía interés en cómo se desarrollaban los acontecimientos en la zona del Escambray. Era necesario saber y no encontraban la forma de averiguar qué pasaba allí, entonces fue Clodomira, quien era una campesina muy determinada y astuta.
“Ignoro cómo hizo contacto con aquella gente, pero descubrió todo. No registró en su totalidad el Escambray porque faltaba el permiso del líder guerrillero”.
El artífice de la Revolución depositó su confianza en ella para arriesgadas misiones. En incontables oportunidades llevó documentos confidenciales a la capital cubana; justamente en uno de esos viajes contacta con Lidia Doce, su compañera de hazañas, quien la lleva al apartamento de la calle Rita.
Otra de sus acciones fue la entrega a Faustino Pérez, en La Habana, de unos documentos relacionados con la huelga del 9 de abril de 1958 en la capital. La muchacha cumplió la peligrosa misión, esquivando la vigilancia del enemigo, quienes no concebían ser burlados por una fémina.
El 12 de septiembre de 1958 fue apresada por la dictadura batistiana, junto con Lidia Doce. Los otros combatientes revolucionarios se enfrentaron a los esbirros y terminaron ultimados.
Durante días soportaron el martirio y los vejámenes del sanguinario criminal al servicio de la tiranía batistiana Julio Laurenti, quien fracasando en su intento de hacerlas hablar, las asesinó el 17 de septiembre y luego arrojó sus cuerpos al mar.
Según el combatiente clandestino y compañero de lucha, Gaspar González-Lanuza, fallecieron el 15 de septiembre de 1958, aunque algunos historiadores exponen que fue el día 17.
Si bien los últimos suspiros de su vida transcurrieron de manera abrupta, Clodomira fue incapaz de traicionar la causa que defendía porque para ella la Revolución estaba por encima de todas las cosas.
En homenaje a su amplia trayectoria revolucionaria muchas de las delegaciones y bloques de la Federación de Mujeres Cubanas(FMC) llevan su nombre.
Es sin dudas un ejemplo de lo que significaba la mujer cubana en aquella época. Su legado está presente en todas las generaciones de hijas de la mayor de las Antillas.
No se conoce el lugar exacto donde reposan sus restos mortales. Se dice que sus últimos pétalos cayeron en el mar y que sus espinas quedaron clavadas en la memoria de los asesinos.
Lo cierto es que Clodomira Acosta le impregnó a las aguas y los aires una esencia de cubanía persistente a través de los tiempos.
Hace dos años, sin entrar en la solemnidad de aniversarios cerrados, cuando Clodomira cumpliría 80 años, subimos mi esposo y yo a Cayayal, donde nació en una humilde casita de tabla de palma y guano. Un lugarcito húmedo y hermoso, muy cerca de Providencia, pertenece al municipio Bartolomé Masó, antes Estrada Palma, entre las montañas que tanto amó y conocía como a ella misma. Allí un sencillo promontorio recuerda el nacimiento de esta heroica mujer, dejamos un flor, y guardamos silencio en su memoria. La escuela primaria construida al lado de donde nació lleva su nombre, los apellidos Acosta y Ferrales todavía son comunes en la zona. Siento admiración por esta mujer tan valiente de la que se debía decir más y se cumplirá en septiembre próximo el 60 aniversario del vil y despreciable asesinato.