El combate del sudor: 60 años

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Por Ivett Rivera Macías (Estudiante) | 22 noviembre, 2019 |
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Archivo La Demajagua

Corría el año 1959, tiempos tan duros jamás se habían vivido.La Revolución triunfante daba pasos incipientes en favor de las masas, los opositores aumentaban con cada medida, pero también lo hacía el apoyo popular.

El imperialismo consolidaba su estrategia de destrucción y el Ejército Rebelde, emprendía la noble hazaña de una esperanza educacional en la montaña: la primera institución escolar de la Revolución.

Con la máxima de contrarrestar la labor llevada a cabo por elementos oportunistas, para sembrar el descontento popular, el comandante Ernesto Guevara de la Serna, en el central Estrada Palma, hoy Bartolomé Masó, convocó a una jornada intensiva de faenas productivas.

Los sueños de los trabajadores del campo estaban a la mano, se hacían realidad con cada piedra, bajo las órdenes del jefe de operaciones de los rebeldes: Manuel (Piti) Fajardo, que con 300 de sus hombres, construía, en El Caney de Las Mercedes, la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, destinada a 20 mil niños de la Sierra Maestra.

La realidad demostraba, entonces, la insuficiencia de mano de obra y el Che, con su ingenio, propuso un trabajo voluntario con el gremio de los trabajadores del calzado en Manzanillo.

La alegría tocó las puertas aquel 22 de noviembre de 1959 y el pueblo comenzó a construir, domingo tras domingo, el porvenir de sus hijos, el futuro añorado, después de tantos siglos de explotación y miseria, al fin iba a concretarse.

A los obreros que venían en 50 camiones desde la zona costera, se unieron cientos de lugareños, mujeres y estudiantes que bajaron desde intrincadas zonas, cada uno con tareas concretas dispusieron su tiempo a la realización de estas.

El trabajador infatigable, como lo definiera Fidel, llegó temprano aquella mañana: explicó a los presentes, la importancia del suceso; el enorme significado social de la obra, que sería símbolo permanente de la alianza obrero-campesina y solicitó ir al lugar donde más fuerte fuera el encargo, dirigiéndose hacia las canteras con una mandarria en mano, se mantuvo picando piedras hasta la tarde.

Este esfuerzo desinteresado se expandió por la isla y es muestra del compromiso de los cubanos en la construcción de una sociedad mejor, pues como resaltó el Che: “Es hora de iniciar un nuevo combate: el combate del sudor.”

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