Conmigo pueden contar siempre (+audio)

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Por María Valerino San Pedro | 25 septiembre, 2021 |
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Foto Rafael Martínez Arias.

Son la sencillez, la modestia y la generosidad signos distintivos de María Julia González Milanés, una mujer que con valentía y unos inmensos deseos de salir invariablemente adelante le ha “metido el pecho a la vida”.

Descendiente de padres campesinos, aprendió de ellos, según asegura, que trabajar con honestidad son las palabras mágicas, por eso ha sabido siempre imponerse a cada momento difícil: la crianza sola de sus vástagos, el cuidado de su hermano de 63 años Síndrome de Down y el trabajo, en el hospital pediátrico docente General Luis Milanés, de Bayamo.

Su mirada, sus gestos y la manera de dirigirse a los demás delatan ese amor que siente por la Revolución, por sus semejantes y por la existencia misma, sabedora de su utilidad y valía.

María Julia es, desde hace nueve años, pantrista de la sala de Terapia Intensiva en la institución asistencial, plaza a la que llegó al ser seleccionada entre quienes se presentaron a la convocatoria, pues era, desde igual cantidad de años auxiliar de limpieza allí.

LOS PROBLEMAS QUEDAN EN CASA

“Los problemas –asegura- los dejo en la casa, y créame que no son pocos, porque las madres y acompañantes de la Terapia, tienen contrariedades mayores, y por eso hay que llegarles con amor y apoyo, a veces tienen poco sostén familiar y a nosotros nos toca, con dedicación y solidaridad.

“A veces en mi casa, pienso en ellas, sobre todo en las de larga estadía, que pasan incluso años en una silla al lado de sus niños, y les llevo un detalle, un jaboncito, un dulce, algo con calor de hogar, eso nada cuesta.

“Es un trabajo difícil, debemos lidiar con muchos tipos de personas que a veces la vida las pone malhumoradas, y nos corresponde sobrellevarlas, la Revolución nos ha enseñado a eso y a mucho más, nuestro puesto de trabajo es la línea de combate que nos tocó para defender todo cuanto tenemos hoy.

UN PASO AL FRENTE

Al indagar sobre cómo llegó a estar en dos ocasiones en zona roja, refiere:

“Un día, en enero, estaba trabajando y por la tarde, me dicen que es necesario quedarse porque se detectó un evento de Covid-19, bueno si es así, respondí, hay que hacerlo.

“No lo pensé dos veces, llamé a mi esposo, se lo comuniqué, y le expliqué no sabíamos cuántos días eran, él se responsabilizó con atender a mi hermano Julián. Oiga, difícil la cosa, miedos, es una enfermedad prácticamente nueva y muy peligrosa, algunas enfermeras estaban llorando y les dije muchachas hay que dar el paso al frente, no queda de otra, todo va a salir bien, ya lo verán.

“Mis dos hijos y mi familia en general muy preocupados por si me contagiaba, por mis 58 años, y todo se fue complicando, cada día más casos de médicos, doctoras, acompañantes, en fin, estuve allí dentro 18 días seguidos, hasta cuando determinaron rotarnos. Antes de irme pasé por la dirección y le dije a la Doctora Nelvis, la directora, yo voy a salir, pero si me necesita puede contar conmigo.

“Luego, pasados unos meses, un nuevo evento, inició en mi día de descanso, me presenté y di mi disposición, y a los cinco días, entré nuevamente a la zona roja hasta que este se cerró.

“Mire es necesario mantenerse con buen carácter, dando ánimo a todos, porque la situación aflige, se lo digo yo, uno piensa en tantas cosas, pero también piensa en quienes dieron su vida para que nosotros pudiéramos construir y disfrutar de la Revolución”.

Por sus esfuerzos María Julia, esa que mima a tantas madres, doctoras, a quienes ella cree precisan de su cariño de manera especial, mereció y recibió con orgullo la Medalla al Humanismo, Generosidad y la Solidaridad:

“Se la dedico a mi núcleo familiar –manifiesta visiblemente emocionada- se la merecen, sin ellos no hubiera podido llegar hasta aquí, y me siguen apoyando, mi esposo es mi brazo derecho, es incondicional; mis hijos siguen mi ejemplo, y quiero para mis nietos el camino de la honestidad. Estoy aquí, firme en mi labor, conmigo pueden contar siempre”.

 

 

 

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