Coto a la indecencia

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Por Geidis Arias Peña | 12 febrero, 2019 |
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Aquello parecía una competencia para ver quién desechaba más líquido en la noche, y mejor regaba las plantas, aunque la invitación era para bailar con Havana D’Primera.

En los alrededores del Teatro Bayamo, a unos metros de la tarima improvisada, algunos individuos movieron buena parte del cuerpo para demostrar su potente fluidez líquida bajo las estrellas.

Los “jugadores”, que lo usual era verlos en planos individuales, esta vez, organizaron un certamen a grupos de hasta cuatro o más por ornamento para patentizar la indecencia como un evento a consentir.

En la ocasión,  a su favor estaba la ausencia de baños públicos ante el energizante de alto rendimiento: la cerveza.

Sin obviar lo ameno y carismático que lució la orquesta, este  martes, en Bayamo, y miércoles en Manzanillo, el asunto en la capital provincial melló la armonía del momento, que no ha pasado desprevenido en textos de colegas para apelar a la conciencia de sus protagonistas.

En un reciente trabajo, el periodista Osviel Castro Medel recordaba el tema que madura pero no toma conciencia.

“Aún conservo en la memoria un jocoso pero agudo comentario de un colega granmense, Armando Yero, que él tituló Hágalo en casa. En esas líneas el periodista advertía sobre la tendencia de algunas personas a expulsar sus líquidos en lugares públicos, con pretextos veraniegos o carnavalescos, impulsados por la célebre cerveza de termo y otras bebidas afines.

“Con cierta pena ahora caigo en la cuenta de que han pasado ya 23 años, en los que abundaron alertas parecidas. Sin embargo, ese “regadío” impúdico, lejos de haber disminuido, parece multiplicarse y convertirse en rutina para muchos individuos y hasta ‘individuas’”, cita.

Todavía tengo clavada en mi mente la escena de hace unos días, cuando una señora desde su casa le advertía al muchacho que no lo hiciera ahí en la cerca de una institución, porque era un peligro, y menos a plena luz del mediodía.

Pero a él no le importó si por la cerca pasaba corriente y si un montón de personas lo veía evacuar su vejiga sin discreción alguna.

Indiscutiblemente, la cotidianidad dice que tal comportamiento merece un análisis que va más allá de la conciencia, implora, creo, una sanción que castigue a quienes no respetan los espacios colectivos y, a veces, presiento, archivan el momento como el gran chiste de la noche o el récord.

Y aunque muchos abogan que no pueden aguantar el deseo de hacer la necesidad fisiológica y es, además, una contraindicación médica, lo mejor sería entonces medirse para no llegar a tal extremos.

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