La Habana, -En lo que va de año, un organismo microscópico ha demostrado tener el poder de desajustar economías y visibilizar crisis en los modelos de gestión a nivel de país. También, ha demostrado las implicaciones de las brechas tan denunciadas desde las ciencias sociales y ha supuesto un punto de inflexión en el mundo actual.
Las escuelas no escapan de esa realidad, y los organismos internacionales no han tardado en advertir que el cierre generalizado de los centros educativos como respuesta a la pandemia generada por el virus SARS-Cov-2, plantea un riesgo sin precedentes para la educación y el bienestar de los niños, especialmente de los de sectores más marginados, que dependen de la escuela para su educación, salud, seguridad y nutrición.
De acuerdo con aproximaciones de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en estos momentos casi mil 200 millones de estudiantes y jóvenes de 156 países, es decir, el 69.1 por ciento del total de alumnos matriculados, están afectados por el cierre de escuelas y universidades debido al brote de la COVID-19.
La cifra es menor ahora, pues desde finales de abril algunas naciones empezaron a flexibilizar las medidas restrictivas y con ello, la reapertura de las escuelas, pero hubo un momento -el 12 de abril- en que más de mil 578 millones de educandos, el 90.1 por ciento de la matrícula mundial, cesaron las actividades docentes en 194 países.
En este sentido, ya hoy países como Islandia, Noruega, Bielorrusia, Turkmenistán, Vietnam y Papúa Nueva Guinea tienen abiertas las instituciones docentes; y en la región de América Latina destaca Nicaragua, el único que nunca interrumpió las clases presenciales ante la amenaza del virus.
Otros han optado por mantener cierres localizados en dependencia de la prevalencia del SARS-Cov-2, y así tenemos, por ejemplo, a Uruguay, Estados Unidos -donde la mayoría de los estados han mantenido las escuelas cerradas-, China, Australia, Japón, Rusia, Burkina Faso, Benín y parte de Europa, como Grecia, Alemania, Francia, Austria.
El monitoreo de la suspensión de clases en América Latina y el Caribe realizado por la Unesco muestra un claro contraste en la región. Mientras la mayoría de los países suspendieron las clases presenciales hasta nuevo aviso, México -el quinto de las Américas en cuanto al número de casos- considera que el 1 de junio todos los alumnos regresarán a sus actividades, en tanto Paraguay y Perú prorrogaron el inicio de las clases presenciales hasta diciembre del 2020.
Por su parte, Cuba decretó el cierre de las escuelas a partir del 24 de marzo. En ese momento se pensaba que el cierre podría ser hasta el 20 de abril, pero el incremento sostenido de casos colocó como única certeza el hecho de que una vez que la situación epidemiológica hiciera posible el regreso a las aulas, se necesitarían ocho semanas para el cierre del curso.
El cierre temporal de las instituciones educativas coincidió con el llamado internacional a que los gobiernos implementaran medidas en favor de que los estudiantes continuaran aprendiendo a pesar de la clausura. Así, la educación a distancia emerge como alternativa, a la vez que revela ante los ojos del mundo el impacto real de las brechas tecnológicas.
Al respecto, datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones de las Naciones Unidas revelan que antes del brote de la COVID-19 solo el 47 por ciento de la población de los países en desarrollo utilizaba Internet, lo cual contrasta con el 86 por ciento en los países desarrollados.
La Cátedra de Cultura de Paz y Educación de la Universidad Técnica Particular de Loja (Ecuador), apunta que al menos el 60 por ciento de la población estudiantil se ha visto afectada por la pandemia, ya que muchos no tienen los medios ni los instrumentos para acceder a la enseñanza en línea, y que, considerando las graves repercusiones sobre los estudiantes, se necesitan respuestas oportunas.
Desde la Unesco no demoró en aparecer la Coalición Mundial para la Educación, para ofrecer a los niños y jóvenes opciones de aprendizaje inclusivo durante este período de interrupción sin precedentes en la educación, y la vez alertar que la inversión en la educación a distancia debería servir para establecer nuevos enfoques en el desarrollo de sistemas de educación más abiertos y flexibles para el futuro.
A ello se suman los aportes del Grupo Regional de Trabajo sobre Educación (REWG, por sus siglas en inglés) para América Latina y el Caribe, que deviene un repositorio de recursos en línea a partir de los esfuerzos nacionales para dar respuesta a la crisis generada por la COVID-19.
Siguiendo la sistematización del REWG se encuentra que se ha extendido la creación de plataformas educativas en línea, la colocación de materiales tanto para alumnos como para profesores, la entrega de dispositivos electrónicos para facilitar el acceso y garantías para la conectividad, la creación de bibliotecas virtuales, además del empleo de la radio y la televisión para llevar el conocimiento hasta las casas.
Estas iniciativas se han visto acompañadas por aplicaciones educativas, plataformas y recursos para ayudar a los padres, maestros y administradores escolares a facilitar el aprendizaje de los estudiantes y proporcionar atención social e interacción durante los períodos de cierre de la escuela, siendo la mayoría de estas soluciones gratuitas y adaptables a varios idiomas.
Aquí se encuentran, a modo de ilustración, sistemas de gestión de aprendizaje digital como ClassDojo, que conecta a los maestros con estudiantes y padres para construir comunidades en el aula; otros diseñados para usar en teléfonos móviles básicos -Cell-Ed- y con una fuerte funcionalidad fuera de línea -Kolibri: aplicación de aprendizaje para apoyar la educación universal, disponible en más de 20 idiomas-; así como plataformas para los cursos masivos online -como la denominada Alison y el Canvas Network.
En Cuba, las medidas para garantizar la educación a distancia han incluido el uso del portal CubaEduca, la programación docente televisiva para los diferentes niveles desde el Canal Educativo, la creación de la aplicación MiClaseTV (donde se pueden descargar las actividades docentes televisivas) y se posibilitó la inscripción gratis en la plataforma online Repasador Virtual, mediante la cual el usuario puede realizar todas las consultas que desee y serán respondidas en menos de 24 horas por profesores de experiencia.
Además de estas iniciativas, la Mayor de las Antillas ha puesto a disposición del mundo cuatro folletos enfocados en la atención socioemocional ante desastres naturales, tecnológicos y sanitarios, y que pueden ayudar a enfrentar las consecuencias de la pandemia en la educación.
Los textos, fruto de la colaboración entre el Ministerio de Educación de Cuba, la Universidad de Pinar del Río, la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO, y el equipo del programa Cada niño aprende, de la Oficina de UNICEF Cuba, incluyen sugerencias de actividades a desarrollar desde la escuela y por la familia, así como para la evaluación y sostenibilidad de la estrategia de atención planificada.
Desde Cuba también llega la serie de ocho programas titulada Caminos, para abordar y contrarrestar la ansiedad social, la convulsión emocional y la atemorizante inseguridad que ha desatado la COVID-19, y contribuir a que las familias desarrollen habilidades vitales de adaptación y resiliencia emocional; además del material Vamos a jugar, que busca enfrentar la pandemia mediante la recreación y el aprendizaje.
La aparición de alternativas enfocadas en determinados grupos podría indicar que los estudiantes de primaria y secundaria parecen ser los más afectados por la pandemia, sin embargo, una reciente publicación de la Unesco revela que la brecha digital también puede observarse a nivel universitario, incluso en los países desarrollados, debido a una situación socioeconómica de los estudiantes y sus familias desfavorable.
Ante esta realidad, la Unesco recomienda que las modificaciones introducidas en las universidades para el aprendizaje deben tener en cuenta la capacidad tecnológica disponible en los domicilios de los alumnos, y, a fin de garantizar una enseñanza a distancia inclusiva, pide a los profesores que apliquen instrucciones y sugerencias específicas elaboradas por la Oficina para Estudiantes con Discapacidades.
Más allá de las alternativas propuestas desde la educación a distancia, la realidad muestra que el cierre de las escuelas puede producir consecuencias nefastas para los educandos.
De acuerdo con Stefania Giannini, subdirectora general de Educación de la Unesco, y Anne-Birgitte Albrectsen, directora ejecutiva de Plan International, por la COVID-19 es posible el aumento en las tasas de deserción escolar, que afectará de manera desproporcionada a las niñas adolescentes, arraigará las brechas de género en la educación y llevará a un aumento en el riesgo de explotación sexual, embarazo precoz y matrimonio infantil forzado.
Por su parte, Henrietta Fore, directora ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), ha declarado que “la pandemia es una crisis de salud que se está convirtiendo rápidamente en una crisis de los derechos del niño”; “las escuelas están cerradas, los padres no tienen trabajo y las familias sufren presiones cada vez mayores”.
“Hemos visto todo lo que la pandemia está causando en los países donde hay sistemas desarrollados de salud y nos preocupa lo que puede suceder en los países con sistemas más débiles y con menos recursos disponibles”, añadió.
En ese contexto, la organización hizo un llamamiento por mil 600 millones de dólares para apoyar su respuesta humanitaria en favor de los niños afectados por la COVID-19, fondos que serán empleados en la recuperación de las escuelas y para proteger a los niños de las repercusiones de la pandemia.
Hasta el momento, gracias a Unicef, mil 670 millones de personas recibieron mensajes de prevención de la COVID-19; 12 millones contaron con suministros esenciales de agua, saneamiento e higiene; 428 mil respiradores y 34 mil 500 pruebas de diagnóstico han llegado a 52 países; y unos 80 millones de niños obtuvieron recursos para el aprendizaje a distancia o en el hogar.
En medio de todo esto, la reapertura de las escuelas figura entre las prioridades de los gobiernos, conscientes de que las diferencias en cuanto al aprendizaje contribuyen a aumentar las desigualdades sociales, haciendo aún más complejo un posible escenario post-COVID.