Hay momentos en la vida en que todo parece derrumbarse ante nosotros, y hasta nuestras más fuertes esperanzas se debilitan. Ello elementalmente ocurre en tiempos de adversidad como los actuales, cuya desastrosa y funesta realidad, en la cual combatimos un virus mortal, ha hecho tambalear las más sólidas certezas personales de un mejoramiento de esta deplorable situación.
Sin embargo, como nos alientan especialistas médicos y científicos, no todo está perdido, a pesar de enfrentarnos a una variante más contagiosa y letal, la cual ha disparado las cifras hasta números antes impensados.
Si tenemos en cuenta los altos índices de contagios y muertes, algunos dirán que lo mejor es dejar de cumplir las medidas higiénicas y dejarnos vencer por la Covid-19, pero en situaciones complejas es necesario levantar las banderas del optimismo y la persistencia, y arriar las del desaliento y el cansancio.
Sé que es abrumadora esta realidad que a nadie alegra, pues prevalecen más las privaciones, y son abismales las diferencias si comparamos nuestro presente, con la cotidianidad vivida antes de la llegada lamentable del coronavirus.
Un reto evidente tenemos hoy, y es sobreponernos al cansancio y a las noticias poco alentadoras de cada jornada. Sabiendo que el ser humano tiene potencialidades para enfrentar cara a cara sus mayores miedos, y que aunque a veces lo olvidemos, en nuestra respuesta a los estímulos nocivos del entorno, hay detrás todo un historial de evolución que nos ha permitido convertirnos en una especie inteligente, y con gran capacidad de adaptación a los cambios, a los cuales -muchas veces- nos hemos anticipado.
No es la primera vez en la existencia de los seres humanos que nos enfrentamos a una pandemia, pues en varias ocasiones plagas y enfermedades han intentado borrarnos de la faz de la tierra, pero afortunadamente aquí estamos.
Ello en gran medida ha sido gracias a nuestro ingenio, el cual debe seguir llamándonos al sentido común y al convencimiento de que el aislamiento social y el cumplimiento de las medidas higiénicas son la mejor vacuna.
Cuando en estos días de incertidumbre el pesimismo quiera anidar en nuestra mente y mantenernos cabizbajos y alicaídos, debe prevalecer el pensamiento de que tenemos como mayor resguardo, a los hombres de ciencia y sus investigaciones a favor de la salud humana, la cual en estos momentos también demanda una gran dosis de conciencia social.
En esas jornadas en que los ánimos decaen por sombríos augurios, debemos anteponer la fe y esperanza de que si nos protegemos, cumplimos lo indicado y el ingenio humano sigue estando empeñado en ganar esta batalla, viviremos y contaremos a las futuras generaciones como logramos superar este desafío sanitario.
Hay una famosa frase popular, con la cual estoy de acuerdo, que reza: “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. Pero si acaso este adagio no fuera suficiente, deberíamos buscar aliento en el pensamiento optimista del poeta y escritor hindú Rabin Dranat Thagore: “Un maravilloso futuro sobreviene, no importa cuán oscuro este el presente”.