Paciencia. Mucha paciencia hace falta en no pocas ocasiones y circunstancias para que el enojo no nos llegue al corazón y nos provoque un infarto ante tantas caras perezosas y con mal carácter detrás de un mostrador.
Y aunque este tema ya llueve sobre lo mojado, es imposible hablar de calidad en los servicios mientras siga fallando uno de sus factores claves: el humano.
Porque lastima constatar cómo en instituciones recién inauguradas o remodeladas, donde es perceptible la limpieza, el buen gusto estético y la variedad de productos existan trabajadores desinteresados por su labor, desconocedores de lo que ofertan o simplemente mal humorados a tiempo completo.
Porque preocupa también, que no siempre la actitud de dependientes, gastronómicos, recepcionistas o cualquier personal destinado a la atención del público, constituya interés de muchos jefes inmediatos, ocupados solamente en garantizar lo material, sin advertir los lunares humanos que, poco a poco, oscurecen la imagen de la entidad.
Esa falta de rigor ha propiciado que algunos equivocados en tales puestos de trabajo se sientan impunes y con todo el derecho a incomodarse cuando tienen que “interrumpir” conversaciones, descansos o juegos en el teléfono móvil para ejercer su oficio.
Entonces, uno suele echarle la culpa al servicio, pero en realidad hay cosas que dependen más de la disposición de los encargados que del propio servicio en sí.
Con el fin de socavar tales actitudes, en Granma las máximas autoridades políticas y gubernamentales han iniciado un fuerte programa encaminado a exigir sin medias tintas la calidad en los servicios.
Calidad que a decir del primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) en la provincia, Federico Hernández, incluye no solo higiene y variedad en los productos, sino también presencia y amabilidad sistemática de sus trabajadores, porque a estas alturas no es un secreto la imposibilidad de un servicio integral si detrás de quienes realizan esa faena no hay buen trato y respuestas oportunas.
Por suerte, todavía existen lugares en los que esa combinación no falla, pero en los que no prime por conciencia la máxima del buen trato, habrá que adoptar medidas que lo exijan, porque está demostrado que el simple hecho de sentirse bien atendido cuando se solicita un servicio, un artículo o una información, causa el mismo efecto de una sonrisa, que no cuesta nada pero produce mucho.