Hermosos y abundantes frutos, todavía no aptos para consumir, penden de las ramas de vigorosas matas de tomate que llenan varias hectáreas cubiertas con fina malla, en las proximidades del poblado de Veguita, en el municipio granmense de Yara.
En otras instalaciones similares, pueden verse pepinos de ocho y más pulgadas de longitud; también, saludables plántulas de ají pimiento.
Dichas estructuras pertenecen a la unidad empresarial de base (UEB) Cultivos protegidos y semiprotegidos, de la empresa agropecuaria Paquito Rosales, cuyas producciones principales son las tres mencionadas, con destino al turismo.
Cuenta Esmérida Quesada Vázquez, administradora de esa UEB, que al cabo de algo más de 15 años de explotación, la lluvia, el sol y eventos meteorológicos extremos afectaron en alto grado las estructuras metálicas y las mallas que circulan y cubren las 31 “casas” que posee, 30 protegidas y una semiprotegida.
Hace algún tiempo dicha unidad productiva comenzó a recibir los recursos materiales necesarios, como parte de un programa nacional para recuperar las instalaciones de ese tipo deterioradas.
Refiere Esmérida que gracias al esfuerzo de los 40 trabajadores de su UEB, fueron restauradas 30 casas, solo falta una, no obstante, en el terreno de esta es sembrado, por ejemplo, de berenjena.
La recuperación comprendió los “esqueletos”, o sea las estructuras metálicas, producidas en la Empresa Mecánica Bayamo (Emba), mallas de techo y circundantes, canales y bombas de inyección.
Además, montaje de un moderno cabezal de riego por goteo, el cual suministra de manera automatizada y simultánea el agua y nutrientes necesarios para cada planta, en las diferentes etapas de la cosecha, según sus características.
En función de mejorar el suelo es empleada materia orgánica y para el control de plagas y enfermedades medios biológicos.
El sistema de pago a quienes atienden las casas es por cantidad de productos entregados. “Mil pesos por cada tonelada”, precisa Esmérida.
Aunque es veguitera, Mayra González Rodríguez trabajaba en Comercio en Bartolomé Masó, a donde viajaba todos los días, lo cual se le dificultó al tener su primer hijo, por lo que dejó de laborar hasta que este creciera un poco.
Su reincorporación, hace quince años, fue como “casera” en la referida UEB donde, asegura sonriente, le ha ido de maravillas, máxime al hijo seguirle los pasos y tener a su cargo, al igual que ella, una casa de cultivo.
“Este trabajo, dice Mayra, es como atender a un hijo, una se entrega por completo, le hace las actividades a las plantas desde pequeñitas hasta que están grandes y en producción.
“Una las trabaja con tanto amor como una prenda que desea mucho. Si las maltrato, las flores se les caen”.
El módulo de casas de cultivo protegido y semiprotegido de Veguita abarca 0,36 hectáreas divididas en dos bloques.
“Después de su recuperación las producciones aumentan, principalmente en el pimiento y tomate. En adelante debemos alcanzar los rendimientos históricos. El compromiso ahora es de 100 toneladas por hectárea y estamos en condiciones de lograrlas”, manifiesta optimista Esmérida Quesada Vázquez.
Precisa que el secreto de los altos rendimientos está en la dedicación permanente, enamorarse del trabajo y hacerles las actividades que necesitan los cultivos, en el momento que las llevan.
“Esta es una tecnología que sustituye importaciones, permite sembrar todo el año, favorece el control de plagas y ahorro de agua, pero no se le puede sacar el pie”, remarca.
Similar a la de referida, en la provincia de Granma existen otras 111 instalaciones, la mayor parte de ellas también en proceso de recuperación.
Dentro de poco tiempo, los ahora verdes tomates de las casas de cultivo de Veguita se pondrán rojos y los pepinos tendrán la edad, grueso y tamaño requeridos para cosechar.
En ese momento sus productores los recogerán con delicadeza para que lleguen sanos, apetitosos, a su destino final. Luego les tocará el turno a los ajíes pimientos, y así, una y otra vez, un año tras otro, siempre con la misma entrega de “caseras” y “caseros”.