De estirpe fundacional

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Por Orlando Fombellida Claro | 10 octubre, 2017 |
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En la calle Martí número 70 radicaba el periódico La Demajagua en su fundación.

Diecinueve años tenía Jorge Fonseca Armas cuando, a principio de octubre de 1977, traspasó la puerta de entrada al colonial inmueble de la calle Martí, en la ciudad de Bayamo, sede del periódico La Demajagua, órgano informativo de la joven provincia de Granma, surgida como resultado de la división político- administrativa de Cuba, realizada un año antes.

El primer teniente de la reserva de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, integrante del grupo pionero cubano en llegar, en noviembre de 1975,  a Angola, para apoyar a esa hermana nación africana en la preservación de su independencia, iniciaba así la segunda y más larga e interesante experiencia de su adultez.

Jorge Estrada FOTO/ Luis Carlos Palacios

“Comencé como aprendiz de linotipo, con los operarios Garlobo y Viña, y mi tarea consistía en suministrar  plomo a sus equipos y sacar pruebas de galera a los materiales hechos por ellos”.

Tras estudiar y entrenar un año en los talleres de la revista Opina y el combinado de periódicos Granma, en la capital cubana, es un competente linotipista.

Por su conocimiento del portugués, adquirido en Angola, durante su preparación en La Habana confeccionaba en plomo la edición en ese idioma del órgano del Comité Central.

Fonseca Armas laboró para el periódico La Demajagua hasta la digitalización de su proceso productivo, a principios del presente siglo, y aunque ahora trabaja en un local climatizado, echa de menos, asegura, “al linotipo, pues aunque el ambiente era caluroso y se trabajaba bastante, le cogí amor y siempre me sentí contento”.

ALCIDES, O HIERRO

En los días previos a la celebración, cada año, en Bayamo,  del acto provincial por el Día internacional de los trabajadores, sale un vehículo con altoparlante a recorrer las calles y barrios aledaños a la Ciudad Monumento Nacional,  desde el cual se convoca a la población a participar en el festejo de la efeméride.

Alcides Infante FOTO/ Orlando Fombellida Claro

Casi siempre la voz escuchada es la de Alcides Infante, jefe de seguridad, protección y defensa de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) en Granma, también conocido por el apodo Hierro.

Él era jefe de taller en la entonces fábrica Sakenaf II (ahora Texoro) y secretario del Buró allí de la Unión de Jóvenes Comunistas, responsabilidad política por la que fue seleccionado para  pasar el primer curso de la Escuela provincial del Partido Desembarco del Granma.

En esa institución le proponen, y lo acepta, ir a Santiago de Cuba a formarse como fotograbador, con vistas a realizar esa labor en el periódico La Demajagua.

El fotograbado es la técnica de grabar por métodos fotográficos planchas metálicas para imprimir. Las fotos se “vuelven” a fotografiar en un negativo especial, este es copiado en placa metálica y se hace el llamado cliché, que tratado con ácido sus partes blancas quedan por debajo de las negras y no se entintan durante el proceso de impresión.

“Cargo con orgullo sobre mis hombros -dice y se toca el del lado derecho- la responsabilidad y el placer de haber hecho los primeros fotograbados publicados en el periódico La Demajagua”.

-¿También de que en ocasiones no se vieran las imágenes? –le pregunto.

-Puede -responde sonriente- que en alguna medida sí, pero recuerda que los  equipos con que trabajábamos eran viejísimos, obsoletos. A veces un (sujeto) negro salía blanco y un blanco salía negro. Nos querían matar.

Alcides resalta el valioso apoyo de su colega Fidel Fuentes Fabad,  Filly, fotograbador del periódico santiaguero Sierra Maestra, quien vino a Granma por un tiempo y el amor de una bayamesa aún lo retiene.

Su formación, Alcides la completó en un curso en Moscú. Todavía, declara, se siente parte de La Demajagua, porque le dedicó 25 años de trabajo y nació por segunda vez.

-Como bien sabes, al empezar, o sea, hace 40 años, nuestro periódico se concebía en Bayamo, se confeccionaba en Las Tunas y  Holguín, y se imprimía en Santiago de Cuba.

En un viaje a Holguín, de noche, nuestro querido yipi Tribilín tuvo un accidente bastante peligroso, cuando regresamos, mucho después de lo previsto, nos fuimos a tomar cerveza para celebrar haber vuelto a nacer.

-¿Porqué Hierro?

-Surgió en la década de los años 90 del siglo precedente,  en pleno período especial, yo decía, vamos a darle un hierrazo a la siembra de plátano, de boniato, a la contrarrevolución, al delito, a la traición, al imperialismo, hay que darle hierro, hierro, hierro y se quedó hasta hoy  y casi nadie de quienes me conocen me dicen Alcides, sino Hierro.

ROBEL AGUILAR, EL MUÑECÚ

Un día en que el barbero Enriquito me recortaba el poco pelo que en la cabeza me queda, desde su bicicleta en marcha me saludó un viejo conocido, Robel Aguilar Avilés.

Robel Aguilar Avilés FOTO/ Luis Carlos Palacios

“Ese señor tiene una pegada como la de (Teófilo) Stevenson, dijo el fígaro, y contó que en unos carnavales, varios jóvenes quisieron agitarlo mientras adquiría cerveza, y al primero -y único- que le hizo frente, nada más le dio una trompada, lanzándolo al suelo noqueado”.

Aguilar Avilés era pailero en la planta 26 de Julio, donde participó en la creación de enormes bolas de hierro, empleadas por la Columna Invasora Che Guevara “para desbreñar tierras”, y en la creación de una patana para trasladar, en la zona de Dos Ríos, Jiguaní,  personas, alimentos y recursos materiales por el crecido río Cauto, durante el ciclón Flora.

Era un hombre hecho y derecho, de 37 años de edad, al ser involucrado en el proyecto de creación del periódico granmense.

Fue de los elegidos para marchar a Santiago de Cuba, a recuperar de un rastro las piezas de la máquina rotativa desactivada en el periódico de la indómita provincia, trasladarlos a Granma y armarlos sin más proyectos que el de echarla a andar.

Y lo hicieron realidad, bien lo saben los vecinos cercanos, a quienes el traqueteo de aquel ingenio, en horas de la madrugada, no los dejaba dormir.

Robel fue jefe de taller de esta publicación en su etapa fundacional, y secretario general del núcleo del Partido en el centro, cuya autoridad no osaban cuestionar ni su primer director, José Fernández Vega, quien en la actualidad desempeña igual responsabilidad en la revista Bohemia.

Años más tarde Viajó a Moscú, a familiarizarse con un modelo de nueva y pequeña rotativa, instalada por él y otros compañeros, en Bayamo, Las Tunas, Camagüey e Isla de la Juventud.

Jorge, Alcides y Robel insisten en que ellos solo formaron parte de “una pequeña y aguerrida tropa”, que hace 40 años demostró “que no creía en ventolera”.

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