De viajes y “emociones”…

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Por  Maité Rizo Cedeño | 20 febrero, 2018 |
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Viajar es lo más parecido que hacemos a soñar. Indecibles son las emociones que produce el descubrimiento de lugares, personas, costumbres, lo cual es reafirmado hasta por investigadores, quienes reconocen sus amplios beneficios para la salud, debido al cambio en las rutinas diarias, el trabajo de planificación y demás.

Compartir la experiencia desde la incomodidad de un tren o la magia de los aviones es indescriptible; sin embargo, mis más recientes experiencias en el tema demuestran, a través de la observación participante, que para los cubanos pocas actividades generan tanto estrés como viajar.

No importan los motivos del traslado, placer o necesidad, comprar un pasaje constituye una tarea titánica, que por lo general implica muchas horas en una cola, y al conseguirlo crees tener la vida resuelta…

Pero el día del viaje, dos horas después de la hora prevista, la voz omnipotente anuncia, como si no lo hubieras notado: “La guagua está falla, disculpe las molestias que esto pueda ocasionarle” y siga esperando…

A quienes no lograron adquirir el deseado boletín, pues les toca la lista de espera, que como su nombre indica requiere de mucha paciencia. Las horas pasan entre candy crush (juego en el teléfono móvil), programas en la televisión, una vueltecita en círculo por la terminal.

En esas situaciones, tal vez algunos supersticiosos hasta den una vuelta a la manzana con la maleta, para atraer la suerte de viajar.

Tener a un niño tranquilo por más de 10 minutos resulta casi imposible y en una terminal se suceden los regaños, las nalgadas, los gritos…, la esposa que visiblemente irritada culpa a su marido por la situación o pretende que la resuelva, como si fuese tan simple.

Otras veces quien pelea es él, porque por la tardanza de su amada se pasaron los turnos en la lista de espera, y deben “improvisar” o ser anotados nuevamente y esperar con mucha calma.

Viajar indigna, agota, estresa y me atrevería a decir que, en ocasiones, resulta una prueba de sobrevivencia para las parejas, razón por la cual en una terminal se pueden observar las escenas más raras, debido al malestar que ocasiona la espera.

“Es una falta de respeto”, así dicen una y otra vez decenas de pasajeros, y tantas personas no pueden estar equivocadas.

Si por problemas ajenos a la voluntad, y relacionados con la situación económica, la cantidad de ómnibus no es suficiente para el flujo habitual de pasajeros, pues apelemos a la organización, la sensibilidad y la empatía.

Una respuesta oportuna evita el estrés, que tanto atenta contra la salud.

Siempre pueden buscarse soluciones alternativas, pero mientras llegan, la población, que en muchas ocasiones ya pagó por su pasaje, debe recibir una explicación sobre las gestiones para solucionar la situación y no la incertidumbre y el silencio.

Esperar no es tarea fácil y generalmente quienes confluyen en una terminal lo hacen más por necesidad que por los probados beneficios del descubrimiento.

Una buena organización en las terminales, la atención oportuna y agradable por parte de los trabajadores, y una correcta planificación de las rutas contribuiría a que todos vivan el viaje como si fuese la realización de un sueño.

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