De vuelta a enero, la tenacidad vuelve como coraza para enfrentar 365 días que son una promesa del tiempo, pero correrán a la cuenta de la actitud humana.
De vuelta a enero, se nos une el regocijo de llegar al nuevo año y el orgullo de ser cubanos libres e independientes.
De vuelta a enero, sentimos los latidos de la vida como un fuego ardiente de esperanza.
De vuelta a enero, el pecho se agiganta ante los noveles retos hacia los cuales ya avanzamos.
De vuelta a enero, entramos en el festín de emociones que quisiera que durara todo el año.
De vuelta a enero, vamos con bríos renovados a sentir el éxtasis de la existencia.
De vuelta a enero, le ponemos nombre y apellido a cada fin de semana, y al resto de las jornadas les programamos minuciosamente sus horas, que la Covid-19 puso desoladas.
De vuelta a enero, retomamos los sueños que perdimos al dejar menguar las ganas, y vamos con empuje a luchar por alcanzarlos.
De vuelta a enero, sobrecargamos de latidos el alma con el sentido romántico con que emprendemos el ciclo anual, que ruego porque nos acompañe los 12 meses del calendario.
De vuelta a enero, hay adrenalina a todos lados, una lista de deseos que crece a ratos, que más allá de motivos necesita empuje para materializarse.
De vuelta a enero, también llegan la tristeza y la nostalgia a darnos más lecciones que dolor de lo que quedó sin hacer.
De vuelta a enero, reservemos nuestro lugar favorito a tiempo completo por lo que resta del año.
De vuelta a enero, tengo la esperanza convencida de no renunciar, erguida de valentía para echar hacia adelante.
De vuelta a enero, tengo abrazos acumulados, caricias tropezando entre paredes donde me aguardo mientras escribo cada letra.
De vuelta a enero, tengo el convencimiento de que volveremos a encontrarnos más allá de las palabras, las miradas o la sonrisa guardada.