Quizás Abel Esteban Pérez Leyva no imaginaba que cuando disfrutaba el triunfo revolucionario desde las filas del Ejército Rebelde, aún no pondría fin a sus experiencias como combatiente, pues transcurrido un breve tiempo, volvería a empuñar las armas pero con un enemigo diferente.
Ya no serían los soldados batistianos sus adversarios, sino bandidos dispuestos a derrocar la extraordinaria obra que se venía construyendo desde aquel glorioso enero de 1959.
Nacido en Las Tunas, vino a estas tierras a cumplir una importante misión, pues cuando se crea la Sección de Bandas en Oriente se le asigna la tarea de operar en las regiones de Bayamo y Manzanillo, entre otras cuestiones por su experiencia en la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), el Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) y los Órganos de la Seguridad del Estado.
Según cuenta a La Demajagua los primeros bandidos eran prófugos de la justicia, excombatientes rebeldes, dueños de negocios confiscados por el gobierno cubano, lacras sociales, anticomunistas y personas desafectas a la Revolución, fundamentalmente.
En los inicios no tenían relación alguna con el gobierno norteamericano y la Agencia Central de Inteligencia (CIA), pero luego sí, debido a que nuestro enemigo histórico vio en aquellos alzados la posibilidad de concretar sus planes para frenar y eliminar el naciente socialismo en Cuba.
AL INTERIOR DE LAS BANDAS
Al hurgar en su memoria, Pérez Leyva recuerda que la banda más conocida y agresiva del actual territorio de Granma fue la de Alfredo Espinosa Mendoza (Mamacusa), que operaba en la zona de Buey Arriba y a la cual posteriormente se une el grupo liderado por Ventura Ramírez Samé, conformando un dueto de cabecillas temeroso.
Como dato curioso agrega que el primer bandido de esta provincia fue Eleodoro Cevasco Barrero, quien comenzó sus fechorías en Cauto el Paso, y el último de estos malandrines fue Amado Infante Fernández, el cual pertenecía a los Comandos Nacionales de la Organización de Estados Americanos (OEA) y se situó en el municipio de Guisa.
“Estas y otras bandas que operaban en todos los municipios, excepto Río Cauto, sumaban un total de 14 y las integraban 442 bandidos, que contaban con el apoyo de 223 colaboradores.
“Aunque fue difícil desarticularlas, lo que más trabajo implicó fue la captura de 15 bandidos solitarios, pues contaban con el apoyo de familiares y amigos, no había forma de penetrarlos con agentes como hacíamos con las bandas, y como estaban solos se nos escabullían fácilmente.
“Otra información interesante es que en Granma había cinco grupos de malhechores en 1961, los cuales pretendían apoyar la invasión por Playa Girón pero no lograron su objetivo.
“Entre ellos se encontraban los liderados por Alberto Muller Quintana, del Directorio Revolucionario Estudiantil y ubicado en Santo Domingo, además de Fernando del Valle Galindo en Campechuela, quienes fueron los jefes de las cuadrillas más numerosas, pues contaban con 135 y 82 bandidos, respectivamente.
“Las restantes estaban en la zona de Jiguaní y eran encabezadas por el excapitán del Ejército Rebelde Octavio Lujo Padró, Ruger Rosales Rodríguez y Marco Antonio Vázquez, este último autor del asesinato del agente Ángel Bello Vega.
“El objetivo del bandidismo fue crear el terror en los distintos lugares donde se encontraban, confundir ideológicamente a los campesinos o personas analfabetas, trabajar para los intereses yanquis y satanizar al comunismo”.
En la conversación Pérez Leyva también resaltó el rol desempeñado por las milicias campesinas serranas y los agentes infiltrados en las bandas, quienes ayudaron a ubicarlas y desarticularlas.
Asimismo, destacó el trabajo de las granjas de rehabilitación, donde recibieron un tratamiento los campesinos menos relacionados con actos vandálicos y se les esclareció sobre las verdaderas intenciones de la Revolución Cubana.
Entre sus recuerdos más importantes está la anécdota de que en una ocasión había una banda en la costa sur de la Sierra Maestra, en la zona de San José de Peladero, dirigida por Rafael Prisco Hafet, a quien un agente lo convenció de aumentar su tropa con otros cuatro hombres procedentes del Escambray, entre los que figuraban tres oficiales de la Seguridad y él.
“Imagínate con este ejemplo los riesgos y roles que a veces teníamos que asumir, para cumplir nuestras misiones”.
Este tunero afirma que gracias a su participación en alrededor de 18 operaciones de la lucha contra bandidos, ganó en destreza, habilidad y valor para desarticular bandas.