El día que Felo conoció a Fidel

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Por Granma | 11 agosto, 2016 |
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Rafael Martínez AriasBAYAMO, Granma.—Siempre tiene un cuento bajo la manga para alegrar el día de quienes le rodean. De trato jovial, diálogo profuso e ingenio sin límites, Rafael Martínez Arias acumula una fértil labor fotográfica y ha podido desandar, como pocos, la geografía granmense.

Más conocido como Felo, este carismático cubano de 62 años, amante de la tierra y amigo inseparable de la guitarra, guarda incontables anécdotas de su andar por llanos y montañas de este territorio, desde su llegada al periódico La Demajagua, en 1981. En sus más de tres décadas de complicidad con el lente ha compilado en imágenes esencias de la nacionalidad cubana.

Es de los que se apasionan con cada instantánea lograda, porque al decir de él, todas tienen como añadido especial la pasión que emana de aquello que se ama; sin embargo, confiesa que de todas las que más lo han marcado son las que le hiciera al líder de la Re­volución Cubana Fidel Castro.

“Fue en 1986, cuando realizó una visita a la provincia de Granma a propósito del aniversario 30 del histórico reencuentro de las tropas rebeldes comandadas por él y Raúl Cas­tro, en Cinco Palmas.

“Cuando lo vi descender del avión en el aeropuerto de Manzanillo quedé atónito. En ese momento los nervios se apoderaron de mí, me olvidé de la cámara, y comencé a se­guir con la vista todo lo que hacía el Co­mandante; hasta que el sentido del deber me trajo de nuevo al mundo de los vivos.

“Al llegar a Cinco Palmas, en el actual municipio de Media Luna, hice varias fotos de la ceremonia, pero sin duda la preferida es aque­lla realizada al final de la evocación, cuando los artistas terminaron la dramatización del hecho y Raúl le toma la mano al Comandante y grita: ¡Viva Fidel!”.

Con los ojos llenos de lágrimas, al evocar aquellos momentos junto a una de las figuras políticas más importantes de la historia de la humanidad, Felo refirió que esa ha sido la experiencia más grata en sus más de 60 primaveras.

“Fueron tres días junto al Comandante, quien visitó la Facultad de Ciencias Médicas, y el centro de desove y cría de larvas de camarón, ambos en Manzanillo; el museo casa natal de Celia Sánchez Manduley, en Media Luna; la camaronera de El Mango, y el hospital Fer­nando Echenique, de Río Cauto; mientras en Bayamo recorrió el hospital Carlos Manuel de Céspedes, el instituto preuniversitario de cien­cias exactas (IPVCE) Silberto Álvarez Aro­che, el museo casa natal de Carlos Ma­nuel de Céspedes, y la unidad poligráfica José Joaquín Palma, entre otros lugares”.

Pero a pesar de la apretada agenda, no hubo instante para el cansancio. Aquellos días fueron la confirmación para Felo de toda la imagen que él se había construido de Fidel.

“Cada gesto o palabra suya ratificaba sus dotes de líder natural, de hombre de pueblo, capaz de predicar con el ejemplo y convocar a miles de personas a su paso.

Retratarlo durante esas tres jornadas fue un regalo. Aunque su personalidad impresiona, por todo lo que representa, es Fidel fácil de fotografiar dado su carisma y gran expresividad”.

Después de aquellas jornadas, Felo nunca más volvió a ver personalmente a Fidel, pero esa experiencia marcó para siempre su vida.

“Todavía recuerdo como si fuera hoy al Co­mandante intercambiando con estudiantes en el IPVCE Silberto Álvarez Aroche, dirigiéndose al pueblo desde uno de los balcones del museo casa natal de Carlos Manuel de Cés­pedes, conversando con colaboradores de la guerrilla en Cinco Palmas, o elogiando la calidad de la sala pediátrica del hospital Fer­nan­do Echenique, de Río Cauto”.

Felo también guarda anécdotas graciosas de aquellas jornadas junto a Fidel. Con el desenfado al hablar que lo caracteriza, confesó que por aquellos días le pareció el Comandante tan familiar, que en cierta ocasión se tuvo que contener para no darle una palmada en el cuello y espantarle un mosquito.

“Fue en la camaronera de Río Cauto, un lugar en el que había llovido mucho por esos días y los insectos estaban de fiesta”.

“Cuando fui a hacer la foto  me percaté del mosquito que estaba  posado en el cuello del Comandante; al parecer el bicho se había empeñado en aparecer en la instantánea.

“Entonces solo pensé en darle un ‘manotazo’ y sacarlo finalmente del encuadre; algo que  casi hago, pero finalmente otro hizo ese trabajo por mí”.

Para Felo conocer a Fidel fue cosa prácticamente del destino porque nunca imaginó convertirse en fotógrafo de prensa, hasta que en 1977, cuando cursaba el Servicio Militar en la Brigada de la Frontera,  en Guantánamo,  le orientaron estudiar esa carrera.

“Luego fui a la redacción del periódico militar Combatiente donde recibí la instrucción elemental, y más tarde comencé a trabajar en el periódico La Demajagua, donde laboro actualmente”.

Aunque llegó casi por casualidad a la fotografía de prensa, hoy este oficio constituye el norte de su vida; una profesión que, considera, trasciende los límites de colores, formas, iluminación y ángulos espectaculares, para convertirse en algo más allá de un simple apoyo del texto periodístico, para trastocarse en noticia, en historia viva.

Y precisamente eso fue lo que logró Felo hace 30 años, cuando experimentó lo que para él ha sido el mejor regalo de su vida: compartir tres días junto al Comandante y legar en imágenes la memoria de aquel momento en que Fidel estuvo más cerca de los granmenses y se sintió parte de ellos.

 

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