Cuentan que desde los portales de su casa en La Demajagua, el abogado y patriota bayamés Carlos Manuel de Céspedes disfrutaba el ir y venir de los barcos por el Guacanayabo, tiempo para refrescar los agitados días de conspiraciones y compromisos.
De esta forma llegó aquel sábado de octubre, igual que hoy, pero del año 1868, cuando desde su ingenio manzanillero lideró el primer hecho fundacional de las Revoluciones nacionales.
– “Ciudadanos, ese sol que veis alzarse por la cumbre del Turquino viene a alumbrarnos el primer día de libertad e independencia de Cuba”-dijo frente a los congregados.
Tales acontecimientos acaecidos 153 años atrás, refrescan la memoria del historiador local César Martín García:
“El día antes del alzamiento llegó una mujer a la Ciudad del Golfo dando gritos estentóreos, denunciando lo que se preparaba:
-A mi marido lo han llevado para un tal Demajagua, propiedad de Don Manuel de Céspedes-enfatizaba.
“Suficiente para que las autoridades se pusieran en función del hecho y evitar la toma de la ciudad, como primer acto de armas.
“Céspedes conocía a dos españoles, miembros de la logia masónica Buena Fe, de la que era su Venerable Maestro: el teniente Pedro Nuño Gonzalo Hernández, Jefe de guarnición y caballería española y Germán González de las Peñas, Comisario político de igual regimiento, con los que contaba para entrar a la localidad.
“En contactos anteriores ambos militares ibéricos habían manifestado a Céspedes:
-Como autoridades que somos cambiaremos santo y seña a los guardias para que el grupo insurrecto entre, se establezca en la Plaza de recreo,(hoy parque Carlos Manuel de Céspedes), y luego entonen las notas de La marcha de Manzanillo, compuesto por usted:
Vuestros machetes blandid con fuerza
manzanilleros, id al combate
de miedo nunca, más brioso late
el corazón por la libertad.
Sólo en la fuga inútil amparo
buscan sin gloria viles tiranos
¿Cómo podrá caer a sus manos
el que defiende su libertad?
“Lamentablemente el imprevisto de aquella señora impidió la acción revolucionaria, tiempo aprovechado por Francisco Fernández de la Reguera, Comandante en Jefe de la plaza, para preparar las fuerzas, ordenar la toma de la periferia e impedir la entrada insurrecta al territorio.
“Durante los primeros días del décimo mes el ajetreo también era constante en el batey, la presencia de los principales líderes, hacendados e intelectuales brindaba confianza a la tropa, hasta que la tarde del día nueve, ya sumaban cerca de 300 los patriotas preparados y dispuestos a morir si fuera necesario.
“Cerca de las diez de la mañana de aquel 10 de octubre, se escuchó el tañer de la campana tocada por el joven bayamés Miguel García Pavón, calesero hasta ese día de Carlos Manuel, tañer que vibró como clarín de guerra.
“El Padrazo liberaba a sus esclavos, declaraba la independencia del país, renacía la conciencia nacional patriótica e iniciaba la Revolución cubana”.