Diezmados, pero no vencidos

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Por Yelandi Milanés Guardia | 5 diciembre, 2021 |
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Monumento histórico en homenaje a la batalla de Alegría de Pío FOTO/ Archivo

El 5 de diciembre de 1956 marcó para siempre la vida de los futuros integrantes del Ejército Rebelde. Tres días después del desembarco del yate Granma por Las Coloradas, en el territorio de Niquero, los expedicionarios, encabezados por Fidel Castro Ruz, tuvieron su bautismo de fuego en el lugar conocido como Alegría de Pío.

Los revolucionarios, después de un azaroso y complejo desembarco, estaban agotados y caminaban exhaustos con el objetivo de internarse en la Sierra Maestra. Hasta ese momento, el ejército batistiano no los había localizado, pese a la numerosa cantidad de hombres y medios puestos a disposición de su captura.

Lejos estaban de imaginar los libertadores de Cuba que las huestes de la tiranía no les darían tiempo para reponer sus fuerzas, pues el 5 de diciembre de 1956 alrededor de las 4:45 p.m, el fuego enemigo sorprendió a los jóvenes combatientes y descargó sobre ellos un intenso ataque.

Muchos corrieron, otros se escabulleron y buscaron refugio en un cañaveral cercano para salvar sus vidas. Con escaso conocimiento del lugar, la tropa no sabía a dónde dirigirse y aunque Fidel intentó reunirlos no lo consiguió. En pequeños grupos y en desbandada trataron de huir de aquel sitio que se había convertido en un huracán de balas, las cuales provenían de todos los lugares y a las cuales era muy difícil anteponer la valentía.

Lamentablemente el primer choque armado entre los hombres de verde olivo y los esbirros, fue más que un enfrentamiento armado, un combate desigual, en el cual la tiranía tenía como ventaja numerosos efectivos bien armados y el apoyo de la aviación, aunque una de las cuestiones más determinantes en la derrota y dispersión de los tripulantes del yate Granma, fue el factor sorpresa.

Pero la ventaja de los soldados batistianos se debió más a una delación que a sus órganos de investigación, los cuales desde el desembarco querían localizar la posición de los expedicionarios, por los cuales ofrecían grandes sumas de dinero. Los bolsillos que se favorecieron fueron los del traidor Laureano Noa Yang, quien horas antes había servido de práctico a los recién llegados de México  y conocía su ubicación y rumbo trazado.

Ese hecho fue señalado posteriormente por el Che como un costoso error, al dejar en libertad a un práctico en un área de peligro, y al cual no se conocía. No obstante, el tristemente célebre personaje pagó su deslealtad al ser ajusticiado por el Ejército Rebelde en el año 1957.

En Alegría de Pío cayeron Israel Cabrera Rodríguez, Humberto Lamotte Coronado y Oscar Rodríguez Delgado, aunque a partir de ese momento se desató una feroz persecución que les permitió a los uniformados del régimen capturar a otros expedicionarios y asesinarlos brutalmente.

En un trabajo publicado por Orlando Guevara Núñez en Cubadebate, el investigador refiere que los días posteriores a la odisea de Alegría de Pío fueron dramáticos para los revolucionarios.

“El día 7 de diciembre, fueron asesinados en el lugar conocido como Pozo Empalado, luego de ser tomados prisioneros, los expedicionarios René Bedia Morales y Eduardo Reyes Canto, mientras que ese mismo día, en Boca del Toro, corrieron igual suerte Miguel Cabañas Perojo, Noelio Capote Figueroa, Cándido González Morales, Antonio López Fernández, René O. Reiné García, Tomás David Royo Valdés, José R. Smith Comas y Raúl Suárez Martínez. De los crímenes de ese día fue víctima también Miguel Saavedra Pérez, en el propio Alegría de Pío.

“Al día siguiente, 8 de diciembre, engrosarían la lista de expedicionarios hechos prisioneros y asesinados, en la localidad de Macagual: José R. Martínez Álvarez y Armando Mestre Martínez. Ese mismo día, serían víctimas del crimen Félix Elmuza Agaisse, Santiago Liberato Hirzel González y Andrés Luján Vázquez. También su compañero Luis Arcos Bergnes.

“El último expedicionario asesinado en los días posteriores al desembarco fue Juan Manuel Márquez Rodríguez, segundo al mando del Granma, quien había quedado solo, siendo apresado y masacrado en el lugar conocido como La Norma, en las cercanías del poblado de San Ramón”.

Fue mucha la sangre vertida en esos días como consecuencia de las matanzas realizadas por los esbirros contra los jóvenes que habían jurado que en el año 1956 serían libres o mártires. Pero afortunadamente los pocos sobrevivientes, agradecidos por la solidaridad y apoyo campesino, siguieron la ruta marcada y se mantuvieron firmes al ideal libertario, constituyendo la génesis del Ejército Rebelde que coronó el sueño independentista de Cuba el primero de enero de 1959.

Alegría de Pío fue una derrota en el campo militar, pero no aniquiló las fuerzas de los supervivientes de ese enfrentamiento. En su mentalidad prevaleció la idea de los triunfadores, quienes saben que perder un combate no significa que se haya perdido la guerra. Y aunque el repliegue fue inevitable, también allí se acuñó para siempre una frase dicha por Juan Almeida y de gran significación para los cubanos: “Aquí no se rinde nadie, C…”

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