Divorcio y mafia, suenan los Oscar del cine

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Por Prensa Latina (PL) | 20 diciembre, 2019 |
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FOTO/ Autor desconocido
Naples, EE.UU. – Dos temas diametralmente opuestos han logrado seducir a los cinéfilos, Marriage Story y The Irishman, exquisitas películas que suenan con fuerza para los premios Oscar, en el horizonte cercano de Los Angeles el 9 de febrero de 2020.

Las nominaciones a los Globos de Oro, que conceden los 93 miembros de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, permiten un primer pantallazo para los pronósticos de las codiciadas estatuillas del séptimo arte.

Si por un instante nos detenemos en The Irishman, la épica cinta de más de tres horas de gánsters y mafia, tendría las preferencias de las apuestas con cinco candidaturas a los Globos de Oro. Las razones se afincan en su director, Martin Scorsese y las estrellas de su reparto.

El solo nombre de Scorcese (Taxi driver, Toro salvaje, Goodfellas y la ‘oscarizada’ The Departed), junto al exitoso guionista Steven Zaillian (La lista de Schindler); Robert de Niro, Al Pacino y Joe Pesci, dejarían pocos márgenes de dudas.

Empero, el pulseo esta vez pudiera calificarse de sui-géneris, porque el contrincante mayor, a priori, es casi todo lo contrario. Marriage Story (lanzada en español como Historia de un matrimonio) parece sencilla, llana y poco ambiciosa.

Luego Noah Baumbach (Margot y la boda, The Meyerowizt Story (La familia no se elige), The Squid and the Whale (Historias de familia), si bien consagrado a estos asuntos muy terrenales, alcanza ahora su primer gran salto de canguro en el celuloide.

Seis nominaciones para los Globos de Oro señalan el camino del éxito a Marriage Story, con guión del propio Baumbach y actuaciones memorables de una de las estrellas más sólidas de Hollywood, Scarlett Johansson, y el ascendente Adam Driver.

VERBO EN DIFERENTES REGISTROS

Cuando los hermanos franceses Lumiére echaron a andar en París el cinematógrafo el 28 de diciembre de 1895, el tema esencial era la imagen. Después confluyeron la relevancia de los escenarios, el vestuario y el maquillaje, porque la música acompañaba indefectiblemente al cine silente.

El sonido lo cambió todo desde el 6 de octubre de 1927 con el estreno en Nueva York de El cantante de jazz. Y el verbo adquirió cada vez más importancia detrás de cámaras. Habría que decir en principio que tanto Marriage Story como The Irishman son generosos en los diálogos.

Claro que son de contenido muy disímil. Ternura, compasión, sensibilidad y riesgo descuellan sobremanera en la historia matrimonial que devendrá en divorcio. La primera gran ovación que se lleva Baumbach apunta a la selección de las disquisiciones alrededor de la pareja.

Asimismo, la dirección de actores con un nivel de detalles dignos de elogios. Luego, todo queda en manos de la increíblemente histriónica Johansson (Nicole) y de la creatividad de Driver (Charlie) para consolidar dos papeles muy logrados.

Separación dolorosa con un hijo de ocho años de un director teatral y una actriz en la que intencionalmente son excluidas las convenciones y los lugares comunes para adentrarnos en una trama agridulce y humana.

No sólo se enfrenta a The Irishman, sino a varias obras notables del año que concluye como Los dos papas, Joker y 1917, entre otras. Johansson, Driver y Laura Dern (la abogada litigante), candidatos a Globos de Oro frente a una estela de figuras de primer orden.

Tampoco es cosa fácil salir del reto de Pacino y Pesci como actores de reparto, y de un irlandés que si bien parece excesivo en sus tres horas, ofrece una nueva versión del sonado caso de asesinato de Jimmy Hoffa (Pacino), sindicalista de dudosa reputación desde los años 1950 en Estados Unidos.

The Irishman es otra entrega de lujo de Scorsese, resentida hasta cierto punto en la repetición de hechos de extrema violencia de la mafia y el mundo del hampa, si bien resulte difícil contarlos de otro modo.

Nadie quedará indiferente a The report, basada en los hechos reales y espeluznantes de las torturas ordenadas por la CIA después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Otra oportunidad para el brillo de Adam Driver, y por supuesto, de Annette Bening.

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