El duelo que ganó Jesús Menéndez

Share Button
Por Osviel Castro Medel | 22 enero, 2021 |
0

Versiones absurdas y revisionistas han querido presentar aquel asesinato como “un duelo” en el andén de la terminal ferroviaria de  Manzanillo. Sin embargo, la verdad es imposible ocultarla: Jesús Menéndez Larrondo fue baleado por la espalda por el entonces capitán de la Guardia Rural Joaquín Casillas Lumpuy.

Antes de ese fatídico 22 de enero de 1948 ya Menéndez estaba sentenciado, a escondidas, a muerte. Era un personaje incómodo para el desgobierno de Ramón Grau San Martín, los magnates estadounidenses y los uniformados de la época.

Tres veces anteriores, por lo menos, trataron de matarlo para callar su verbo que taladraba y defendía a ultranza a los trabajadores de los ingenios y cañaverales.

Lo aniquilaron porque con su inteligencia natural había echado la pelea por el “diferencial azucarero”, que consiguió mejores pagos a los trabajadores, pues proponía que el precio del azúcar vendida a Estados Unidos aumentara en la misma proporción que el valor de los productos importados desde ese país.

Lo eliminaron porque era un parlamentario incorruptible y no entró en las conocidas componendas de aquel tiempo. Andaba a menudo con cinco o diez reales en el bolsillo y no vivía avergonzado de tan exiguo caudal.

Alto, atlético, de acento francés- por los defectos congénitos de su lengua-, negro elegante, bromista con frecuencia, patriota a toda, Menéndez discursaba con brillantez pese a no haber vencido la enseñanza primaria.

Fue, antes de llegar a la juventud, machetero en los cañaverales de la antigua provincia de Las Viñas- donde nació- también vendió pan, pescado o quimbombó;  y llegó a ser retranquero o hasta escogedor de tabaco.

Su rebeldía la había heredado probablemente de los abuelos, Doroteo y Felicia, quienes fueron mambises consumados; tal vez también la heredó de Carlos, su padre, quien participó junto a Antonio Maceo en la invasión a Occidente.

No se cansó de andar por los centrales, estrechando manos obreras, conociendo las preocupaciones de los de su clase, ondeando la bandera del trabajo digno.

Fue alumno-sindicalista de Lázaro Peña, forjador de la Central de Trabajadores de Cuba. Fue un verdadero General de las Cañas, como lo pintó poéticamente Nicolás Guillén.

Tuvo un enfrentamiento verbal con Casillas Lumpuy aquel día en la estación de Yara, pero jamás usó un arma para batirse con él en Manzanillo. Ya Jesús Menéndez había comenzado otro duelo contra enemigos más poderosos. Al final, lo ganaría en otro enero, en un enero de glorias que honró y puso en su justo lugar al General de las Cañas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *