Echarle ganas al parque ¡y recursos! (+fotos)

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Por Anaisis Hidalgo Rodríguez | 24 octubre, 2019 |
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FOTO Anaisis Hidalgo Rodríguez

El corazón de la madre quiso salírsele del pecho cuando lo vio encaramado en aquella bicicleta mecánica, sobre una línea, a la altura de la copa de los árboles. El niño tenía tanto miedo como ella, se le notaba en los ojos; pero su padre le animaba a desafiar la altura, a sostener el pie en el pedal y seguir adelante.

Después de esa salida no habría vuelta atrás. El único final a toda esa agonía sería llegar a la meta. Claro que había un truquillo esencial para lograrlo, no prestarle  mucha atención a la altura y despejar la mente con cualquier tema, chiste u ocurrencia.

Primero fue un pedalazo, luego otro… así anduvo todo el camino. Desafió su miedo y se creció. La madre conocía el reto de su vástago. Hará unos 30 años, ella había vivido similar experiencia, siendo niña, con su padre. Imborrable el día que Papi la llevó a aquel gigantesco lugar y la ayudó a desafiar los temores que inspiraba aquella bicicleta compitiendo, de tú a tú, con las nubes y las copas de los árboles.

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Para entonces habría una decena de ciclos y se hacían unas colas inmensas para montar en el novedoso aparato. Ya sobre ruedas, recuerda los choques entre unas y otras, maneras gestuales de solicitarle al delantero más agilidad en el pedaleo. ¿Hoy? Bueno, al menos queda una para demostrar la historia.

La madre sintió beneplácito en ver cómo su hijo enfrentaba una experiencia más de vida. Pero en su interior, le entristecía el descuido que experimentaba el parque infantil Elpidio Valdés, insertado en el Parque de ferias Granma, de Bayamo.

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En su imaginación, cobraban vida los aviones y sillitas voladoras; el colorido de los aparatos; las diversas ofertas gastronómicas y la bandada de niños de todas las edades colmando de alegría el espacio.

En esa época las especies de animales en el zoológico eran diversas  y no se resumían, como ahora, a aves, monos, león, cocodrilo… aves otra vez. Sus jaulas estaban más conservadas y la higiene también.

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En este viaje a su semilla, la casa de los espejos le pareció más estrecha y menos cautivadora. La familia quiso inmortalizar la visita y se agruparon para una instantánea frente a uno de los vetustos espejos, felizmente a salvo del tiempo y las bribonadas de los niños.

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Su asombro no alcanzó reparos cuando vio aún, algunos de los aparatos para menores de cinco años y con los cuales se divirtió de niña: el oso, los perritos y el mago -el único que funciona. Otros se han incorporado, y ante su inoperancia, los padres optan por retratar a sus hijos sobre las estáticas figuras.

FOTO Anaisis Hidalgo Rodríguez

¿Volverá a la vida ese sitio? Se preguntaba. ¡Cuánto más se podría aprovechar aquel inmenso espacio!  Otras áreas, como el Luanda, han superado con éxito el abandono ¡Qué falta hace echarle ganas a este parque, y recursos, claro, que es lo más difícil, porque sabemos de voluntades! Esperemos que las propuestas y opciones no demoren tantos años, y que el niño de esta historia vuelva a sus predios, no precisamente a rememorar su infancia, sino a disfrutar de ella.

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