El verdadero Céspedes

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Por Osviel Castro Medel | 27 febrero, 2017 |
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Han pasado 143 años de aquella dramática y absurda muerte, el viernes 27 de febrero de 1874. Las circunstancias de los acontecimientos todavía se recuerdan porque fue triste ver morir, batiéndose solo, al Iniciador de nuestras gestas, al primer Presidente de la República en Armas.

Cayó Carlos Manuel de Céspedes, sin billetes en los bolsillos, con total humildad, después de haber sido un señor acaudalado, con fincas, esclavos, títulos y joyas.

Su desenlace prueba de que en él sí cabe, con su fuerza, la frase: “lo dio todo”. Porque este hombre, antaño aristócrata,  en los días previos a su muerte –y aún antes- había comido, con la mayor naturalidad, «semillas de mamoncillos y dulces de mangos sin azúcar ni miel» junto a otros platos manigüeros.

Nunca hemos de obviar que, al caer, a punto de cumplir 55 años, el Presidente tenía el brazo izquierdo casi lisiado, la dentadura deteriorada, la visión escasa por una conjuntivitis que se le complicó. Y, a pesar de eso, no se quejaba de la vida.

Tampoco se lamentaba al extremo por la deposición ilegal que sufrió ante un mar de tropas, ni por todas las zancadillas que le pusieron desde la Asamblea de Guáimaro. Y es que el verdadero Céspedes, el que no pueden borrar sus enemigos, estaba por encima de cualquier interés personal. Su deseo era ver a Cuba desatada de España, convertida en nación civilizada y virtuosa.

El verdadero Céspedes olvidó los odios y cofradías en su contra, aunque no dejó de lanzar juicios críticos sobre sus adversarios. Pasó los días finales en San Lorenzo –actual territorio de la provincia de Santiago de Cuba- con la conciencia tranquila, sabiendo que había cumplido su compromiso: Por él no se derramaría sangre en Cuba.

Vivió sus jornadas postreras jugando al ajedrez y enseñando a unos niños que lo querían con la vida a leer y a escribir las mejores palabras de este mundo.

Ese Céspedes humilde y grande a la vez, maestro de la virtud, imperfecto en la vida, buscador de amores, pensador y estadista, fue capaz de preferir la independencia antes que los lujos, la nación antes que su huella en la historia.

Aquel viernes, Céspedes culminaba la obra iniciada antes del luminoso octubre de 1868. Su gloria infinita radica en haberse convertido en Padre de Cuba sin pensar en eso; en luchar con las ideas y las armas por una causa, en haber sacudido una nación que dormía y haberla lanzado a los cielos, a conquistar algo más que la libertad.

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  1. Me solidarizo con todo lo expuesto en su articulo. Cuando yo he escrito sobre algunos acontecimientos de las guerras de independencias de Cuba, siempre he catalogado a la deposicion de Carlos Manuel de Cespedes como el primer Golpe de Estado contra un Presidente y que ese fue el inicio de todos los males de Cuba. Por eso mi abuelo Salvador Hernandez Rios, que fue un general de la guerra del 95, se unio al levantamiento del general Vicente Garcia, contra el gobierno golpista que depuso a Cespedes..