¿Cómo encaro la pandemia? De mí depende

Share Button
Por Luis Morales Blanco | 12 diciembre, 2020 |
0
FOTO/Unicef

Cuando un país afronta una pandemia como la Covid-19, y se decreta una cuarentena, sus habitantes parecen asfixiados por el aislamiento, pero pueden acometer diversas actividades, tanto físicas como mentales, para paliar los efectos psicológicos, económicos y sociales y así romper el confinamiento.

Mucho importa el cuidado que ponga el Ministerio de Salud y el Gobierno, pero en lo individual y familiar es vital el mantenimiento del aislamiento físico entre personas, como sucede en este Caimán antillano.

Cuando la situación va llegando a fases más benignas, se abren puertos y aeropuertos, terminales ferroviarias; entonces los viajantes desde el exterior, del propio país o fuera de la comarca pueden adoptar diversas actitudes que dicen mucho de quién es quién.

Hay quienes llegan y acto seguido empiezan a fiestar, abrazar, besar y estrujar a amigos, conocidos y familiares, sin mirar el costo material y humano que ello pueda acarrear, tras breves minutos de alegría.

Por el contrario, está el viajante que arriba y de inmediato espera por las autoridades de salubridad y, si no le preguntan, contacta o se presenta disciplinadamente al consultorio del médico de la familia, acata las ordenanzas vigentes y sigue cuanto protocolo se necesite para certificar su “sanidad” y especialmente, cuidar a los suyos.

Dentro de ese grupo siempre hay alguien que esconde su condición, finge respetar las disposiciones, pero las viola por debajo del tapete, claro, ello depende del sentido de responsabilidad de la persona, sus familiares o los representantes del área de Salud más próxima.

Tengo un pariente que espera la visita de su exesposa, con quien mantiene las mejores relaciones, la alerta: “las normas son estrictas, si vienes te encierras en tu casa, si necesitas comprar alimentos yo lo hago y te los entrego por la ventana o la puerta entornada; a nuestros pequeños podrás verlos cuando cumplas con todos los PCR que hagan falta”… ella lo entiende, aunque esté loca por abrazar a los niños.

Un trabajador de la Salud al enterarse de que un hermano preparaba viaje, le recomendó aplazarlo, pues, aunque ansía verlo, es mejor esperar unos meses más a que esté lista la vacuna y nos evitemos el mal trago de que nos contagiemos de un modo u otro… Eso es civismo, conciencia individual y colectiva.

En una de las más recientes reuniones del Grupo temporal de trabajo para la prevención y control del nuevo coronavirus, el Presidente Miguel Díaz-Canel fue meridianamente claro al respecto:

“No puede haber fiesta, como tampoco se pueden hacer ni recibir visitas hasta que se confirme que el segundo PCR también fue negativo; tampoco pueden ir al trabajo o a la escuela los integrantes de familias donde se reciban viajeros”, subrayó. Y resulta obvio que, donde exista una violación, es preciso ponerla en conocimiento y si lo amerita aplicar la multa correspondiente por propagación de epidemia e incumplimiento de las medidas, porque este es un asunto de todos.

Tiene que haber un control estricto por parte del médico de la familia de las personas que están llegando al país, dijo, y hacer visitas sorpresivas para ver si cumplen con las medidas, porque de la responsabilidad familiar depende que no se nos complique el nuevo escenario. Como dijo un amigo guantanamero a un conocido que pudo complicarlos con el dengue hace unos años: ¿Me vienes a contagiar? ¡No friegues!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *