Entrega sin límites a la causa cubana

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Por Gislania Tamayo Cedeño | 17 junio, 2016 |
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máximo-gomezEl 18 de noviembre de 1836, nació en Baní, República Dominicana, Máximo Gómez, en la época que la antigua colonia española de Santo Domingo era parte del Estado de Haití.

Los sucesos del destino lo llevaron a Cuba en el siglo XIX acompañado de sus dos hermanas y su madre. Fuerte fue su impacto al poner los pies sobre la Isla.

Se establece en Manzanillo dedicándose a los negocios de madera, y años más tarde arrienda una pequeña estancia en El Dátil, poblado cercano a Bayamo.

Se incorporó a la causa independentista para pelear por la libertad del negro esclavo y el criollo explotado por el colonialismo español.

Le correspondió a Gómez guiar a los cubanos en la primera lección militar en la cual se aplicaron métodos del arte de la guerra que no se conocían.

Convertido en una figura de incuestionable capacidad y autoridad militar, Máximo Gómez dejó vibrando a los cubanos con su impresionante grito de: “Al Machete”.

Esta acción conocida como “La Primera Carga al Machete”, de la guerra de independencia cubana realizada frente a un batallón español dejó un saldo de más de 200 muertos.

Su presencia en las dos etapas de la lucha independentista (1868 -1895) del pueblo cubano fue vital para el triunfo sobre las armas españolas.

La mayor parte de las veces marchaba a la cabeza de los combates y machete en mano, fue ordenando un rosario de combates victoriosos donde hizo derroche de habilidad, constancia y decisión.

Fue un brillante orador como lo demuestra esta arenga pronunciada momentos antes de iniciar una de las ultimas batallas de la guerra final: Cubanos, se nos presenta otro momento difícil. La dificultad aviva nuestra energía. Bienvenido sea este momento.

Los españoles han perdido la guerra; pero quieren caer con honra. Ellos son nuestros padres; nos alegramos de su decisión. Si ellos buscan la honra en la derrota, nosotros queremos que el heroísmo acompañe nuestra victoria. Se aproxima una dura camparía. Démosle la bienvenida. Haremos frente al enemigo y no saldremos de esta zona. Nuestro machete está ya inquieto en su funda. Los tiros españoles enardecen nuestros pechos. Estamos todos al servicio de la Patria y tiene hoy todos nuestros afectos, nuestra pasión merecida.

Morir es una gloria, no un dolor. Los que mueran serán los mejores; ellos vivirán más en la memoria de todas las generaciones. Levantemos nuestros corazones. Preparémonos para esta nueva embestida, la ultima quizás. El enemigo no da cuartel. Paguémosle con la misma moneda. Soldados, el clarín tocará a degüello. Obedecer es la suprema Ley. El clarín es la voz de Cuba Libre.

Varón de carácter recto, intransigente, digno, cualidades que hicieron de él un hombre querido y respetados por todos.

Su casa era Santo Domingo, la que nunca olvidó y la que guardó en su recuerdo por siempre.

El Generalísimo tiempos antes había definido su idea sobre la muerte: “La muerte de un hombre, en realidad, no es nada sorprendente ni poco ni mucho sensible a no ser por la falta que hace a la sociedad, a quien se debe, y por el recuerdo amado de sus virtudes y hombría de bien que deja entre los suyos con su eterna ausencia”.

Minutos después de las seis de la tarde, fallecía el General Máximo Gómez Báez, víctima de una grave infección generalizada, en la casona de 5ta y D en el Vedado, La Habana el 17 de junio de 1905, hace ciento once años.

El dolor y la angustia se apoderaron de su familia y amigos.

 

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