“El arroz se puede insertar en el sistema de al agricultura de conservación”, aseguró Theodor Friedrich, representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (Fao) en Cuba, durante el IV Congreso de Agricultura en Ecosistemas Frágiles y Degradados (Agromas), que tienen lugar en Granma, Cuba.
“Esto implicaría cero fangeo. No tocamos el suelo, para así retener los residuos y emplearlos para el control de malezas que normalmente en el sistema de siembra convencional hacemos con las láminas de agua, y que con la paja de arroz se puede hacer bastante bien.
“Si no hacemos el fangeo la capa impermeable se rompe y va a ser muy difícil mantener la lámina permanente de agua, pero no la queremos tampoco, porque queremos el suelo aereado para fertilizar la vida de este; no queremos riego por inundación, sino por capas, manejando capacidad de campo, pero no cubriendo la superficie.
“Hasta podemos hacer riego en surcos, con camas permanentes, como se hace en muchos países, lo cual facilita el riego y la rotación con otros cultivos que requieren de un ambiente un poco más seco, como hortalizas y leguminosas”, explicó Friedrich.
La siembra se hace directamente después de la cosecha y el trasplante se realiza a mano, enjaguan el suelo un poco, sin empaparlo como en el fangeo, para hacerlo muy suave, dejan la paja sobre la superficie y con palitos de madera hacen los huequitos en el subsuelo para el trasplante, así resulta más fácil que labrado.
En estos sistemas, manifestó el también Máster en Ciencias, las raíces del arroz tienen más vigor y la espiga crea más brotes. De esta forma, se pueden lograr realmente aumentos de producción espectaculares y al mismo tiempo ahorrar el agua que requiere la siembra tradicional.
Se añaden a estos, otros beneficios al ecosistema, como disponibilidad de agua más limpia, nos regula el clima en el mismo cultivo y ayuda a combatir el cambio climático, pues cuando aumentamos la materia orgánica en el suelo, estamos capturando carbono a este; si no inundamos el arroz, eliminamos las emisiones de metano que tan mala fama dan a la gustada gramínea, y al no tener zonas compactadas, reducimos las emisiones de gases de efecto invernadero.
Incrementar la captura de carbono en los suelos y en la biomasa es una nueva estrategia y política potenciada a partir del Protocolo de Kyoto. Esta opción se basa en la captura de carbono en los suelos o en las biomasas terrestres, sobre todo en las tierras usadas para la agricultura o la forestación como respuesta al incremento en la atmósfera de los llamados gases de invernadero (GHG) y el consecuente cambio climático.
Un incremento en el contenido de materia orgánica tendrá efectos significativos directos en sus propiedades y un impacto positivo sobre las cualidades ambientales o agrícolas y sobre la biodiversidad.
Las consecuencias incluirán una mayor fertilidad del suelo y productividad de la tierra para la producción de alimentos y para la seguridad alimentaria. Esta herramienta económica también hará que las prácticas agrícolas sean más sostenibles y ayudará a prevenir o mitigar la degradación de los recursos.