Fidel en el corazón del barrio

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Por Sara Sariol Sosa | 25 noviembre, 2021 |
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Fidel junto a un grupo de trabajadores sociales en la Mesa Redonda. FOTO: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Lo revalidó recientemente Marta Elena Feitó Cabrera, Ministra de Trabajo y Seguridad Social, al intercambiar en Granma sobre la nueva estrategia de trabajo social que impulsa el país: “En su esencia, dijo, está un rescate de los principios fundacionales del trabajo y prevención social, concebido por nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro”.

Y así realmente transcurre ese movimiento transformador, que aterriza en los barrios llamados vulnerables, y que no son sino espacios requeridos de fusionar voluntades y brazos para mejorarlos.

Hay un camino en ese objetivo social, cuyo recorrido inició con el triunfo revolucionario, y se acentuó en el 2000, en medio de la compleja situación social del país, agravada por las consecuencias de casi dos décadas  de un serio período de inflexión económica, el no olvidado Período Especial, y que provocó circunstancias que sí significaban riesgos para la estabilidad social.

En medio de ese escenario Fidel propone la creación del Programa de Trabajadores Sociales, el cual presupuso un ejercicio profesional competente en el estudio de niños bajo peso, de personas pensionadas, asistenciadas y discapacitadas; estudios de población en zonas de difícil acceso; apoyo a la Misión Milagro; desarrollo de la Revolución Energética en Cuba; colaboración internacional, y otras tareas de alta sensibilidad.

Cobró fuerza entre las misiones de esos profesionales, el diagnóstico en cada circunscripción la situación social de las familias, garantizar la atención social a los núcleos en situación de vulnerabilidad, priorizar el trabajo social con familias en las que algunos de sus integrantes estaban en riesgos o se vinculaban a indisciplinas sociales o delitos e implementar la política de uso más racional de los recursos humanos, financieros y materiales.

De ese mismo año, se recuerda un estudio realizado con jóvenes reclusos, y el cual reflejaba cómo determinadas condiciones sociales influían en que el destino de algunos de ellos fuera el de ir a parar a las cárceles, y que la procedencia social que prevalecía entre estos jóvenes era la de familias con bajo nivel cultural, y que en buena parte vivían en los barrios más pobres y marginales.

Fidel, con esa sapiencia que lo caracterizó llamó a la concientización de que era la propia sociedad la que enviaba a muchos de esos jóvenes a las prisiones, todo por un fenómeno que denominó “la herencia de la cultura de la marginalidad y la pobreza”.

Fue él quien estimuló un esfuerzo por alcanzar una sociedad mejor, con sostén precisamente en un trabajo social de alto sentido humanista, diferenciado y particularizado, persona a persona, para que nadie quedara abandonado a su suerte, y con especial atención a los jóvenes desvinculados del estudio o el trabajo, vistos en sus lugares de residencia como potenciales delincuentes.

Nos convenció de que las conductas antisociales y el delito eran evitables con un eficaz trabajo de atención y prevención social, y sabiamente promovió, por ejemplo, convertir las prisiones en escuelas.

Debemos, reflexionó, como hermanos de esos muchachos, como padres de esos muchachos, conocerlos, conversar con ellos, apoyarlos, protegerlos en cierta forma, buscarles opciones de trabajo o de estudio, con toda la paciencia que se requiera.

Muchas de sus ideas vienen a colación por estos días a propósito del quinto aniversario de su desaparición física, sobre todo su persistente voluntad de ser padre, de conducir a las nuevas generaciones, de no cansarse en indicarles y ayudarles a recorrer el camino de la utilidad y la virtud.

Cientos y cientos de jóvenes se vincularon después a cursos de superación, cuyos propósitos estaban íntegramente relacionados con la labor de trabajadores sociales.

Estos últimos vuelven hoy a adjudicarse protagonismo, al definirse como entes coordinadores de la nueva estrategia social que transforma un gran número de barrios y comunidades, y que entre sus propósitos principales tiene buscar sostenibilidad en esa transformación, al procurar que los beneficiarios sean partícipes directos y activos de los cambios tanto estructurales como conductuales.

Trasciende todo un amplio movimiento renovador, de mejoras, en las cuales es vital, también, la contribución material de las entidades estatales y no estatales enclavadas en los entornos de marras.

Y en medio de esa transformación, está Fidel, nutriendo con sus ideas y con su ejemplo, el corazón de cada barrio.

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