Un hombre crucial en el asalto

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Por Yelandi Milanés Guardia | 26 julio, 2017 |
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Ramiro Sánchez Domínguez / FOTO Rafael Martínez Arias

Ramiro Sánchez Domínguez es un hombre que, aún transcurridos los acontecimientos del 26 de julio de 1953, atesora en su memoria el recuerdo vivaz de aquella hazaña protagonizada por valerosos jóvenes, resueltos a no dejar morir las ideas del Apóstol.

Durante una visita realizada a Granma, Sánchez Domínguez accedió a conversar sobre los preparativos, el ataque y los sucesos posteriores a la trascendental acción.

Desde un presente de gloria, evocó el pasado oprobioso que los lanzó a la lucha armada.

“Lo que nos impulsaba a efectuar la acción era -fundamentalmente- la situación de nuestro país. El estado económico y social de Cuba era deprimente…, entonces nos unimos a Fidel”, comenta Sánchez Domínguez.

“Yo frecuentaba mucho la universidad y allí hubo algunos compañeros que me hablaron del movimiento, me atrajo la idea y decidí incorporarme al grupo. Nos preparamos para la acción, como bien se sabe, desde las células”.

“Nosotros en la célula realizábamos círculos de estudio, ocasión aprovechada para fundamentar el porqué de nuestra futura lucha. Leíamos las obras completas de José Martí y hacíamos mucha preparación física”.

“Tuvimos la dicha de ser seleccionados porque tirábamos bien y asistíamos a todo lo convocado por los organizadores. La  selección de los compañeros fue muy exquisita. Nuestra participación en las actividades era muy tenida en cuenta, pues el que se ausentaba podría- en el momento decisivo- hacer lo mismo”.

Comprometidos en todos los sentidos

Esta misión implicaba un absoluto compromiso, pues sería una lucha real con un final, a pesar de los objetivos bien definidos, algo incierto.

“Habíamos hecho un compromiso, antes del asalto, en la casa natal de José Martí. Durante la semana santa de 1953 también hicimos un juramento en la iglesia. Evidentemente, nos comprometimos con todo.

“Yo renuncié a mi trabajo alrededor de dos meses antes de la acción, y le dije a mi familia que iba para Varadero a trabajar en un hotel, con intenciones de mejorar económicamente. Dediqué esos dos meses enteros a la preparación.

“Yo era ayudante de Raúl Martínez Arará, encargado de la organización militar de la acción. Lamentablemente, años más tarde, este compañero desertó, porque pensó que los planes de Fidel eran otros. Él no logró comprender la dimensión social, política y económica de la Revolución encabezada por Fidel”.

En su mente permanece imborrable el encuentro con el Máximo Líder, y la honrosa misión encomendada por él.

“Fidel me preguntó – refiere Sánchez Domínguez- si estaba dispuesto a traer las armas y, por supuesto, acepté. Me dijo que al llegar a Bayamo me encontraría a los jefes. Salí de La Habana el 23 en la noche, en el tren que viajaba de La Habana a Santiago.

“Aquí me bajé con Rolando, un compañero que venía conmigo. Traía tres maletas llenas de armas, pero no conocía la cifra, solo me limité a cumplir la orden de transportarlas. No eran todas las que se emplearían, pero por el peso era una cantidad considerable.

“En ese tren venían otros asaltantes que luego conocí, entre ellos Melba Hernández y Haydee Santamaría. Llegamos a una Terminal donde habían seis mesas y nosotros decíamos, ¿qué hacemos ahora con esto?, pues por allí circulaban muchos guardias. Esperamos un tiempo porque no sabíamos donde íbamos, ni conocíamos muy bien el lugar.

“Entonces nos alcanzó un tal Rossetti, el cual posteriormente abandonó el país, porque era de una familia acomodada. Él conocía muy bien el cuartel, entraba y salía cuantas veces quería.

“Llegaron como a la hora y ya yo estaba impaciente. Rossetti llegó con un gran sombrerón, unas botas y un jeep Toyota, venía con Gerardo Pérez-Puelles Valmaseda.

“Gerardo me preguntó si había traído las armas y le respondí afirmativamente. Luego me llevaron al hospedaje Gran Casino. Allí, en un cuartito, vi una serie de mapas con una gran exactitud y precisión de la ubicación del cuartel. Y hasta hubo quien -favorable a Batista y calumniador de nuestra hazaña-  dijo que esos mapas los habían hecho los koreanos”.

Horas previas al momento decisivo

Un éxito de la acción fue su organización compartimentada. Solo los principales jefes sabían en detalle lo que se organizaba y los pasos a seguir en las diferentes etapas.

“Se nos fueron  diciendo las cosas poco a poco, evoca Sánchez Domínguez. Fidel pasó por el hospedaje, alrededor de las 8:00 de la noche, a comprobar la preparación del ataque con los principales jefes.

“Fidel precisó la hora del asalto, preguntó si las armas habían llegado. Recordó, además, la voluntariedad de la acción. El que no quisiera incorporarse podría retirarse, solo debía  esperar la salida de sus compañeros rumbo al cuartel”.

La ansiada hora cero

Momentos de actividad y tensión vivieron esos jóvenes antes de emprender la acción que les reservaría un lugar preponderante en nuestra historia.

Avanzada la madrugada, ataviados con uniformes de la dictadura y alistados los fusiles, emprendieron el camino hacia el recinto militar.

“Aunque Rossetti -buen conocedor del cuartel-  no vino, tuvimos que realizar la acción. Fidel había dado orientaciones precisas  y decidimos tomarlo por la parte de atrás.

“Estuvimos mucho tiempo por los alrededores. Cuando llegamos a una cerca que interrumpía nuestro paso, se nos complicó la existencia. Alguien nos preguntó: ¿Quién anda por ahí? y en medio del  nerviosismo uno de nosotros disparó y se armó la balacera. El tiroteo no duró mas de 20 minutos y solo resultó herido -pero sin gravedad- Gerardo Pérez-Puelles Valmaseda.

“Al retirarnos de la fallida toma del cuartel, en un lugar muy cercano, nombrado finca El Almirante, nos escabullimos. Ahí conocimos que Fidel había indicado -en caso de fracaso- enrumbarnos hacia la Sierra Maestra. Luego se nos ocurrió caminar hacia Manzanillo, pero viramos cuando nos enteramos de la captura de Fidel.

“Por  esos parajes, cercanos a Bayamo, encontramos a un hombre favorable a los nuestros. Él nos dijo que si pretendíamos llegar a la Sierra, debíamos buscar a un hombre llamado Crescencio Pérez. Él los ayudará, nos decía. Y quién imaginaría que ese famoso Crescencio, luego nos sería de tanta utilidad. Posteriormente, regresamos a la Habana…

Mensaje a los jóvenes

La cercanía de Ramiro Sánchez Domínguez a Raúl Martínez Arará, uno de los principales jefes, le permitió  relacionarse con valiosas figuras de la Generación del Centenario.

“Gracias a mi participación cercana a Raúl Martínez Arará  pude conocer- durante la preparación- a descollantes jóvenes de la talla de Raúl Gómez García, Boris Luis Santa Coloma y otros.

“Por ello, considero importante el papel de la juventud en las luchas y procesos revolucionarios, razón suficiente para sugerirles a los noveles cubanos que no crean en las patrañas de los enemigos de la Revolución.

“También los exhorto a leer mucho y a memorizar el concepto de Revolución. Pero, fundamentalmente, a que actúen en correspondencia con los principios defendidos en ese trascendental texto.

“Lo más importante, enfatiza Sánchez Domínguez, es no perder la fe en la Revolución, pues nadie imaginó que llegaríamos tan lejos. Solo con la pujanza y absoluta convicción de Fidel, pudieron lograrse y superarse los objetivos planteados aquel histórico 26 de julio de 1953”.

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