Inventivas detrás del rico sabor de los lácteos de Bayamo

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Por Elizabeth Reyes Tasé | 4 agosto, 2018 |
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FOTO Rafael Martínez Arias

Mientras degusta un helado, una rodaja de queso o un vaso de yogurt, nadie piensa sino en el deleite del paladar, y con certeza pocos, para no ser absoluta, imaginan las maquinarias, el trabajo humano y mucho menos las inventivas que sustentan la producción de derivados lácteos en la ciudad de Bayamo, capital de la provincia cubana de Granma.

Reconocidos y demandados en todo el país por su calidad, esos alimentos se fabrican en una industria sometida recientemente a remodelaciones en sus distintas unidades empresariales de base (UEB), pero que todavía adolece de una tecnología mayormente obsoleta, lo cual genera frecuentes roturas y otras problemáticas.

Entonces entran en escena obreros sencillos, con alto sentido de pertenencia y un gran amor por su trabajo, como Rafael Ramírez Tamayo, quien hace aproximadamente 12 años se desempeña como plomero en La Hacienda, una de las 10 UEB que integran la Empresa de Productos Lácteos Bayamo.

Incorporado desde los primeros días al movimiento de innovadores y racionalizadores de la entidad, Rafael disfruta la búsqueda y materialización de soluciones, junto al soldador, los mecánicos y otros de sus compañeros, porque lo más importante “es asumir la tarea, echar pa’lante y que salga el resultado”, asegura.

Eso de andar inventando y remendando cosas –dice- va más allá del gusto, pues le nace de su sentido de pertenencia por la empresa y, sobre todo, del compromiso con el pueblo que espera los diferentes surtidos.

Se trata de tener conciencia de la importancia del trabajo y saber que no hacerlo implica permitir, por ejemplo, la paralización de una máquina, lo cual afectaría la producción; algo impensable cuando se trata, fundamentalmente, de los alimentos destinados a los niños, recalca.

A propósito del tema, Ramírez Tamayo conversó con la ACN sobre su más reciente innovación, por medio de la cual logró modificar tres válvulas que se empleaban para vapor y adaptarlas a la casa de bombas de La Hacienda.

Ante la carencia de las piezas necesarias, esa solución permitió que comenzara a trabajar nuevamente la casa de bombas, sin la cual la fábrica no puede producir, porque desde ahí fluye toda el agua para el proceso de elaboración de los derivados lácteos, explicó.

Subrayó que la iniciativa fue exitosa, pues los componentes adaptados, además de funcionar bien, favorecieron la hermeticidad y el ahorro del líquido y energía eléctrica.

Rafael, hombre modesto para quien todos sus aportes son algo normal, refirió que también participó en las labores de adaptación y montaje necesarias para la puesta en marcha, en la línea de producción de yogurt natural, de la máquina encargada de envasar el alimento en bolsas de nylon.

Casi todas las soluciones aportadas por el movimiento de innovadores y racionalizadores están dirigidas a resolver problemáticas que pueden paralizar la entidad, afirma Luis Enrique Espinosa Figueredo, jefe de mantenimiento de la UEB.

Es una labor necesaria porque trabajamos en una industria compleja, con muchos años de explotación y propensa a la frecuente aparición de múltiples dificultades, frente a las cuales hay que abrirse paso y buscar soluciones, resaltó.

Con 18 años de trabajo que avalan sus conocimientos sobre el diario ajetreo fabril en esa unidad, enumera algunas de las más recientes innovaciones en las cuales ha participado, como la recuperación de un tanque de sirope, o las reparaciones de una incubadora de cultivos y varios compresores de aire.

Uno se siente muy satisfecho cuando contribuye a que una fábrica se mantenga trabajando, y también por el gran efecto social implícito, principalmente porque la mayor parte de nuestras producciones están destinadas a los infantes, agregó Espinosa Figueredo.

La Hacienda elabora queso, mantequilla, queso-crema, yogurt natural y de soya, entre otros surtidos, con los cuales son abastecidos mercados de Granma y otros territorios cubanos.

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