Jiguaní en la estrategia final de Fidel Castro (II)

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Por Aldo Daniel Naranjo (Historiador) | 19 diciembre, 2018 |
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El jueves 11 de diciembre de 1958, el Comandante en Jefe Fidel Castro, en el Puesto de Mando de La Rinconada de Jiguaní, entregó su merecido ascenso a comandante del capitán Calixto García, asaltante al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, el 26 de julio de 1953, expedicionario de yate Granma y fundador del Tercer Frente.

En tanto, el coronel Rafael García no cesaba de solicitar el envió de más refuerzos a la al Puesto de Mando de Bayamo, porque consideraba que el próximo objetivo de las fuerzas a las órdenes de Fidel Castro era el ataque a Bayamo. Por supuesto, esta era una apreciación incorrecta, ya que al mando rebelde solo le interesaba desangrar las unidades de la Zona de Operaciones en movimiento, aislar a Bayamo en la retaguardia y seguir el exitoso desempeño de la Operación Santiago.

 LA LUCHA CONTRA EL BATALLÓN ESPECIAL

El viernes 12 de este mes, Fidel pidió la rendición de las fuerzas de Maffo. El comandante Hernández Ríos respondió que jamás se rendiría. No obstante, el jefe de la Revolución siguió insistiendo en este punto para evitar un inútil derramamiento de sangre.

En esta fecha un parte del jefe enemigo de Maffo pedía refuerzos y un fuerte apoyo aéreo: “Fidel Castro sigue concentrando personal. Necesario bombardear contante durante el día de hoy, objeto refuerzo pueda llegar dicho lugar.”

El Puesto de Mando de Bayamo, el 14 de diciembre organizó un Batallón Especial, compuesto por las compañías B-1, 43 y 91, al mando del comandante Eugenio Menéndez Martín, con la misión de evacuar las fuerzas de Maffo. Pero al amanecer, chocó en Jiguaní Abajo con una patrulla rebelde, a cargo del teniente Félix Ramírez, cuya ametralladora 30 se encasquilló a los primeros disparos y tuvo que replegarse.

Desde este momento el mando rebelde no obtuvo noticias del rumbo exacto de la agrupación batistiana. Según Fidel se escapó del control sistemático estas fuerzas, aunque se sabía que avanzaba paralelo a la Carretera Central, pudiendo aparecer de un momento a otro cerca de Contramaestre, si por Baire o por Maffo.

De estas circunstancias explicó el jefe guerrillero: “Llega la noche, y por carretera aquella, con un cuidado terrible porque no sabíamos el enemigo dónde aparecería ni lo había podido localizar. Pero, por fin, un recluta que está en un puesto avanzado, oye como que están empujando un carro medio atascado… Ya nada más cuando se decía hay una gente hablando alto, ya se decía: esos soldados. Y estaban bastante cerca de la carretera.”

Rápidamente se estudiaron con los vecinos todos los caminos y trillos que desde el norte conducían a Maffo, para enfrentar a los contrarios y si era posible cercarlos y destruirlos. Para la acción se contaba con 130 hombres, armados con 10 ametralladoras trípode. La línea de emboscada comenzaba en el camino más probable, el de Las Marías a la Anacahuita, con el pelotón del capitán Reinaldo Mora.

Sin embargo, todo no sucedió como se había planificado. El 15 de diciembre, un soldado de Mora, que en vez de estar en la trinchera y callado, estaba afuera conversando. Este fue detectado por la vanguardia enemiga y se comenzó el combate antes que llegaran a la emboscada. Esto provocó que no se pudiera cercar el batallón y solamente se le pudo atacar por Las Delicias y El Cedro, por los hombres de los tenientes Ernesto Rosales y Crisójenes Vinajera, sin poder llegar a la retaguardia del adversario.

Al realizar algunas consideraciones de estos combates Fidel precisaba: “Solamente de de toparse con el principio de la línea y que lo golpearan por el medio, se desmoralizó el batallón. Imagínense si el batallón completo se hubiera situado a alargo de la línea. Y las diez ametralladoras trípodes y todos los cien fusileros abren fuego, y después vinieran estos y le tomaran el caminito de la retaguardia… Pero ese batallón tenía que ser liquidado, no se liquidó por errores de la gente nuestra: nueva.

En efecto, la desmoralización fue tan grande, que los efectivos del refuerzo buscaron refugio en Jiguaní. Pero Fidel le armó otra emboscada en La Escondida con gente del teniente Tanito Puebla y Antonio Rodríguez, donde se le hicieron unas diez bajas, mientras huían hacia Jiguaní. En sus partes, la jefatura del batallón confesó sólo 7 muertos –incluyendo un teniente–, 16 heridos, 9 desaparecidos y un prisionero.

El jueves 18 de diciembre, Fidel reunió en La Rinconada a los comandantes Raúl Castro y Juan Almeida y los dirigentes del MR-26-7 Luis Buch, Vilma Espín y Celia Sánchez. En el encuentro se evaluó los candidatos para la formación del gabinete del presidente provisional Manuel Urrutia y la creación del Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados.

Raúl Castro mostró sus reservas con algunos nombramientos por entender que con esas personas la revolución no avanzaría por un camino radical. Fidel rechazó su integración en el gobierno, pero aclaró: “Yo estaré en contacto con el pueblo, en reuniones con los obreros, en la radio y la televisión criticando los errores que se cometan.”

A la vez Fidel, Almeida y Raúl trazaron planes de cooperación entre los frentes para ocupar Palma Soriano y  colocar emboscadas entre este punto y Santiago de Cuba.

 COMBATE DE SAN JOSÉ DEL RETIRO

El viernes 19 de diciembre, los dos batallones enemigos trataron de escapar de Jiguaní hacia Bayamo, por el camino viejo de San José del Retiro y San Miguel, protegidos por una densa neblina. El Batallón Especial marchaba en cuña invertida y detrás del Batallón 28 en columna de doble hilera con los camiones y otros vehículos, como se estipulaba en el Manuel de táctica elemental. Para el rápido movimiento pidieron apoyo al mando superior.

Por eso, desde las primeras horas de la mañana dos aviones B-26 y un F-47 ametrallaron todo el suroeste de Jiguaní, mientras la agrupación se ponía en marcha en camiones y a pie, llevando consigo  a los simpatizantes civiles de la dictadura

Sin embargo, en el trayecto cayeron en una emboscada en la finca San José del Retiro, preparada por el capitán Israel Pardo, a las seis de la mañana. El enemigo respondió con ametralladoras livianas, bazookas y morteros, mientras trataba de realizar una maniobra envolvente. Ello obligó a los guerrilleros a cambiar de posiciones sin dejar de disparar y atacarlos por los flancos.

Rápidamente acudieron a este escenario las fuerzas Lázaro Soltura, Orlando Rodríguez y Cristino Naranjo. El combate ganó en intensidad. Los batistianos trataban de  forzar el paso a como diera lugar. La compañía 91, a la vanguardia, logró abrir una brecha, guiada por el capitán Olivera Pérez, pero era tacado por los flancos.

Pero el comandante Guillermo García ordenó la persecución. Por eso, al tratar de pasar el convoy por el arroyo de Cupeycito quedó atascado en el cenagoso terreno, momento en que recibió un fuerte ataque por la retaguardia por la tropa de Alcibíades Bermúdez.

Desde encima de un camión, los batistianos accionaban una ametralladora 30. Al disiparse un poco la neblina, sobre las diez y media de la mañana, entraron en acción dos aviones B-26.

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