¿Cómo olvidar aquel acto horrendo que cegó la vida a un grupo de personas inocentes, el 6 de octubre de 1976? ¿Cómo olvidar la estocada traicionera que truncó los sueños a la más joven generación de esgrimistas cubanos? ¿De qué otra manera podría llamarse sino terrorismo de estado?

Para siempre, aquel mediodía quedaron enlutadas 73 familias (de ellas 57 cubanas) y el movimiento atlético de la Mayor de las Antillas, cuando un grupo de mercenarios hizo explotar un avión de Cubana cerca de las costas de Barbados.

De esa manera, los lacayos del imperialismo impidieron a nuestros atletas, “en la flor de la vida y de sus facultades”, contar sus historias, describir sus triunfos y levantarse ante cada revés.

Cuarenta años después y el pueblo cubano continúa exigiendo justicia para los autores de esa barbarie, criminales sin escrúpulos y sin conciencia que exhiben la increíble cifra de más de tres mil victimas mortales en Cuba.

Como dijera nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la despedida del duelo, el 9 de octubre, “…serán campeones eternos en nuestros corazones; sus medallas de oro no yacerán en el fondo del océano, se levantan ya como soles sin manchas y como símbolos en el firmamento de Cuba; no alcanzarán el honor de la olimpiada, pero han ascendido para siempre al hermoso olimpo de los mártires de la patria!”.

Sus ejemplos también viven y se inmortalizan en los más de 300 atletas que dieron a Granma el quinto lugar en los 52 Juegos nacionales escolares, en los ippones de Daima, en los ponches de La Pistola Vega, en los pedalazos de Arlenis y en cada jonrón de Despaigne.