Hay facetas de la vida de nuestro Héroe Nacional que despiertan especial interés en los cubanos, pero, sin dudas, una de las que provoca mayor curiosidad es su relación con María García Granados y Saborío, inmortalizada por sus versos sencillos como la niña de Guatemala.
El destino pone uno frente al otro, por el hecho de que Martí viaja en 1877 a la nación centroamericana y establece una sólida amistad con José María Izaguirre, quien era director de la Escuela Normal del mencionado país y dio trabajo como profesor de Literatura al ilustre cubano.
Allí, en suelo guatemalteco, y con solo 24 años conoció las grandes personalidades de esa sociedad, gracias a la mano amiga de Izaguirre, quien sentía tanto afecto por el Apóstol que intentó hacerle grata y amena su estancia, y entre los incentivos que ideó, estuvo la invitación a grandes eventos culturales y tertulias.
NOVIA DEL SOL EN EL ARDIENTE EGIPTO
Lo que no imaginaba el nacido en la habanera calle de Paula era que en la casa del general Miguel García Granados, otrora presidente, y quien gozaba de mucho prestigio entre sus coterráneos, conocería en un baile de disfraces a la bella María García Granados y Saborío. Cuentan que al verla por primera vez, Martí – visiblemente impresionado- pregunta ‘¿Quién es esa niña vestida de egipcia?’, ropaje que llevaba María en la fiesta.
Inspirado, posteriormente, escribe estos versos: Quisiera el bardo, cuando al sol la mece, / colgarle al cuello esclavo los amores; / ¡Si se yergue de súbito, parece / que la tierra se va a cubrir de flores! // ¡Oh! Cada vez que a la mujer hermosa / con fraternal amor habla el proscripto, / duerme soñando en la palmera airosa, / novia del Sol en el ardiente Egipto.
Pepe, quizás sin proponérselo, iba exponiendo los sentimientos que ella despertaba: “Amo el bello desorden, muy más bello / Desde que tú, la espléndida María, / Tendiste en tus espaldas el cabello, / ¡Como una palma al destocarse haría!”.
Narra José María Izaguirre en sus memorias sobre Martí, que la nombrada por el Maestro como la niña de Guatemala se distinguía de sus hermanas como la rosa del resto de las flores.
“Era alta, esbelta y airosa: su cabello negro como el ébano, abundante, crespo y suave como la seda; su rostro, sin ser soberanamente bello era dulce y simpático; sus ojos profundamente negros y melancólicos, velados por pestañas largas y crespas, revelaban una exquisita sensibilidad.
“Su voz era apacible y armoniosa, y sus maneras tan afables que no era posible tratarla sin amarla. Tocaba el piano admirablemente y cuando su mano resbalaba con cierto abandono por el teclado, sabía sacar de él notas que parecían salir de su alma y que pasaban a impresionar las de sus oyentes”.
A pesar de sus talentos y atractivos, era una adolescente que había permanecido insensible a los flechazos de Cupido.
LOS DESATINOS DE UN AMOR NO CORRESPONDIDO
Desde que el más universal de los cubanos comenzó a frecuentar la casa por haber establecido amistad con la familia, se notó en ella cierta tristeza, asimismo, su silencio delante de él. Era evidente que algo pasaba en su interior; pero ese algo nadie se lo explicaba y quizás ella misma ignoraba la causa.
Lo que si sabía era que cuando veía al Apóstol experimentaba un deleite supremo, y que cuando él estaba ausente su tristeza aumentaba, su ansiedad de verlo era mayor y no cesaban estos tormentos hasta que él estaba ante su presencia.
“Este sentimiento -dice Izaguirre- desconocido para ella, fue creciendo hasta tomar los caracteres de una verdadera pasión y aunque lo disimulaba, por el recato propio de una joven educada en el amor a la honra, bien comprendió Martí lo que le sucedía. Caballero ante todo, y ligado por igual sentimiento a otra mujer a quien había jurado ser su esposo, se abstuvo de fomentar con sus galanterías o con demostraciones de afecto aquella pasión que parecía próxima a tomar las proporciones de un incendio.
“Su papel se limitó, desde entonces, a tratarla simplemente como amigo, y fue separándose de la casa, poco a poco, para que María comprendiera que no debía entregarse al sentimiento que la dominaba, pues por más que él reconociese sus merecimientos y simpatizase con ella, no podría corresponderle”.
LAS SÚPLICAS DE MARÍA Y LA DECEPCIÓN DE CARMEN
Cuando fue a casarse a México y retornó, se vio obligado a no volver más a su casa, pues consideraba el dolor que con su presencia habría de causar a la joven.
No obstante, ella le escribe esta nota: “Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán. Te suplico que vengas pronto. Tu niña”.
En difícil circunstancia se encontraba el hijo de Don Mariano y Doña Leonor, porque dos féminas sin conocerse personalmente se disputaban su amor. A pesar de ello, siempre fue fiel a su juramento con Carmen Zayas Bazán. No obstante, según la propia narración oral, se dice que cuando consiguió publicar los Versos Sencillos, en 1891, Carmen y su hijo habían ido a visitarlo a Nueva York.
Poco después, Carmen embarcó hacia La Habana, a escondidas, para lo cual solicitó colaboración a las autoridades españolas, produciéndose así la separación irreversible del matrimonio y el alejamiento definitivo de su hijo. Martí entonces escribió a un amigo: “Y pensar que sacrifiqué a la pobrecita, a María, por Carmen, que ha subido las escaleras del consulado español para pedir protección de mí”.
VERSE SATISFECHA O MORIR
Un hervidero tenía en su cabeza el mártir de Dos Ríos al pensar en la forma de que al llegar casado a Guatemala, esto le produjera el más mínimo dolor a esa persona por él adorada. En aquel momento, escogió alejarse de ella, porque lo creyó más conveniente para ambos y sobre esta decisión comenta José María Izaguirre: “Era, sin embargo, necesario hacerlo así, como único medio de imponer silencio a un corazón sensible y amoroso. Pero el sentimiento se había arraigado profundamente en el alma de María, y no era ella del temple de las que olvidan. Su decisión se encerraba en este dilema: verse satisfecha o morir. No pudiendo verificarse lo primero, le quedaba el recurso de lo segundo.
“En efecto su naturaleza se resintió del golpe, fue decayendo paulatinamente, un suspiro continuo la atormentaba, cayó enferma, una fiebre lenta la consumía y a pesar de los cuidados de la familia y de los esfuerzos de la ciencia, después de estar algunos días en cama sin exhalar una queja, su vida se extinguió”.
Existen varias versiones de la causa de su muerte, dicen que ella gustaba de bañarse en un lago cercano y que estando ya enferma fue a nadar y al volver regresó con una afección respiratoria. Como está comprobado, la tristeza baja las defensas y el sistema inmunológico, lo cual pudo también haber influido en el trágico final.
Una inmensa concurrencia acudió a la ceremonia fúnebre, que fue solemne y suntuosa. El ataúd que encerraba aquellas preciosas reliquias era de raso blanco, blancas eran también las coronas y fue conducida en hombros de sus amigos a la mansión eterna. El séquito iba silencioso e impresionado, revelaba el dolor que a todos dominaba.
Al final quedaron solos José Martí, José Joaquín Palma e Izaguirre, que quisieron permanecer junto a la joven hasta su postrer momento sobre la tierra.
Cuenta el director de la Escuela Normal de Guatemala: “Cuando el albañil dio la última mano a la losa que la cubría, los tres miramos involuntariamente; una lágrima rodó de nuestros ojos, nos estrechamos las manos en silencio y los tres salimos tristes y doloridos de aquella mansión oscura donde quedaban sepultados para siempre los restos inanimados de aquella infortunada joven, digna de mejor suerte”.
REVIVIDA POR MARTÍ
Aunque la niña de Guatemala murió tempranamente (1860-1878), permaneció viva por siempre en el corazón del Héroe Nacional, por eso al escribir en 1891 los Versos Sencillos le dedica un poema a quien, aunque no pudo corresponder, caló hondo en su alma. Esa composición lírica no solo fue un homenaje, sino una forma de revivirla después de 13 años de silencio sobre el hecho. Entonces, desata quizás sus sentimientos más reprimidos y escribe una hermosa composición que desborda amor y añoranza por un ser indiscutiblemente querido. Y esa historia romántica, pero triste, se convierte en leyenda.
Evidentemente, pensar en lo que hubiera ocurrido de concretarse ese amor, queda en el ámbito de la suposición y las conjeturas, pero lo que sí queda claro es que, indudablemente, sus vidas hubieran sido diferentes.
El hombre de la Edad de Oro a muchas personas dedicó frases hermosas que denotaban su aprecio y cariño, pero solo una vez se le escuchó afirmar, y todos sabemos muy bien a quien se refería: “Era su frente -¡la frente/ que más he amado en mi vida!…”
Fuente: –La Niña de Guatemala, más allá de una joven enamorada, artículo publicado en Cubadebate el 9 de julio de 2018.
–Declaraciones de José María Izaguirre sobre la estancia de Martí en Guatemala, publicadas en el libro Yo conocí a Martí.