Los meses de marzo y abril me han hecho tener presente más que nunca a una mujer excepcional que hoy día 7 de abril hubiera cumplido 87 años de edad.
Tuve la posibilidad de conocerla, de acompañarla como reportera en sus visitas a la provincia Granma, de intercambiar con ella en los eventos nacionales en los cuales participé en calidad de delegada o de invitada, de conversar sobre nuestros hijos.
Considero que eso fue un gran privilegio, porque aprecié, más allá de la máxima dirigente femenina del país, la revolucionaria cabal, la líder…, a la compañera dulce, amorosa, familiar, tierna, que solo necesitaba mirar el rostro de sus semejantes para concluir si tenían algún problema y tratar de contribuir a solucionarlo.
Resulta admirable la comprensión con que me refirió pasajes de la adolescencia de sus hijos, y me sugirió inteligencia y calma para enfrentar ese período tan difícil en la vida de mi pequeña.
Aún me parece verla el 15 de marzo, hace exactamente 15 años, ya enferma, inaugurando la Casa provincial de Orientación a la Mujer y la Familia en Bayamo (COMF).
En aquella ocasión, expresó su apego a esa feliz idea suya (en la década de los años 90 del siglo pasado), devenida espacio de reflexión, aprendizaje, orientación y recreación, cuyo propósito es el de elevar la calidad de los programas y acciones que desarrolla la Federación de Mujeres Cubanas dirigidos a modificar conductas y actitudes estereotipadas en mujeres y hombres, jóvenes y adolescentes de ambos sexos, en la familia y la sociedad.
Sé que hoy estaría contenta de ver los logros de ese recinto, por los programas de adiestramiento, los ingresos conquistados, y su inserción en los asuntos cotidianos de la comunidad y sus habitantes, al igual que la solución de importantes problemas sociales.
Igualmente sentiría orgullo por la descollante labor de Zobeida Lemes Olivera, al frente de la Casa de Orientación de El Caidizo, consejo popular de montaña Victorino, perteneciente al municipio de Guisa, quien en su vivienda atiende y orienta los casos relacionados con el alcoholismo y la violencia contra la mujer, característicos de la zona, y además hace extensivo el trabajo de la institución a toda el área.
Describir su huella resulta complejo, porque aunque todos los cubanos sabemos cuánto hizo por la Revolución, en especial por las mujeres y los niños; es incomprensible cómo podía multiplicarse para cumplir cada tarea, materializar sueños, dirigir, organizar y apoyar donde su presencia hiciera falta, y proponer ideas.
Su sonrisa perenne transmitía seguridad y ecuanimidad ante los mayores retos, y su firme y delicada voz se proyectó siempre para reclamar el papel activo e igualitario de la mujer dentro de la sociedad.
Así era nuestra Vilma, un torbellino que dejaba a su paso una impronta imborrable.