La pregunta del siglo

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Por Angélica Maria López Vega | 14 noviembre, 2020 |
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FOTO/ Autor desconocido

“¿Qué voy a estudiar?, esa es la pregunta del siglo”, me manifiesta algo confusa y hasta un poco irritada mi prima de 16 años. “¿Cómo voy a saber que quiero ser si todavía no tengo claridad de quién soy?”

Por un instante, sus palabras me dejaron pensativa, regresé a esa etapa de mi vida en la que sufrí la misma incertidumbre, así que solo atiné a responderle: “Decidas lo que decidas, estará bien, pero lo más importante es que estudies por vocación”.

Ciertamente, en ese momento  te sientes bajo presión, todo se une, las exigencias de los padres y de los profesores, los problemas personales, las pruebas de ingreso, y al final caes en la dicotomía entre lo que esperan de ti y lo que realmente deseas.

Hay algunos para los que es más fácil decidir, desde pequeños sintieron una inclinación muy fuerte hacia alguna profesión o descubrieron sus habilidades para realizar algo en específico, esto simplifica la situación, pues si conoces en qué eres bueno sabrás qué camino seguir de inmediato.

El problema radica en quien no sabe para qué tiene vocación o aún no está seguro, en ese punto es, en gran parte, deber de las escuelas guiar a sus estudiantes en medio de tantas dudas, por resulta fundamental la formación vocacional.

Todas las carreras poseen objetivos y perfiles diferentes, es capital explicar en qué consiste cada una, llevar a los educandos a realizar visitas a disímiles instituciones, como empresas, industrias… para que también sepan dónde pueden trabajar cuando se gradúen.

Además, la Universidad debería tener mayor protagonismo, tanto profesores como estudiantes explicarían con mayor claridad lo referido a las distintas especialidades y el funcionamiento de la Educación Superior, la actividad de puertas abiertas en un avance todavía insuficiente.

No debe esperarse a que los estudiantes comiencen el duodécimo grado para profundizar en la formación vocacional; quizás, tanta información de golpe los deje más confusos. La sistematicidad sería lo más conveniente, porque el pensamiento de cada individuo crece y evoluciona a diferentes ritmos.

Los padres constituyen un pilar decisorio para sus hijos en el momento de realizar esta difícil elección. Es cierto que siempre desean lo mejor para sus “niños”, pero deben tener claro algo: son sus descendientes los que deben forjar su propio futuro, su deber es apoyarlos, no pensar por ellos.

Estudiar una carrera que les guste es primordial, hará más sencillo el paso por la universidad, irán con gusto al aula, disfrutarán de esta etapa a plenitud, siempre estarán deseosos de aprender más y una vez titulados amarán su trabajo.

No se debe ejercer una profesión que no te llene, que no te haga sentir útil. Es maravilloso levantarse para ir a tu centro laboral con una sonrisa, sabiendo que siempre fue lo que quisiste.

De nada sirve para nuestra sociedad que se gradúen personas frustradas, de ahí se derivarán la falta de dedicación e interés, los maltratos, entre otros problemas que nos aquejan y no permiten, ni fomentan el desarrollo del país.

El mañana girará en torno al hoy, y aunque suene trillado, la gran verdad es que el futuro está en manos de los jóvenes, por tanto, es nuestro deber, no, nuestra obligación, ayudarlos a responderse lo que para algunos constituye la pregunta del siglo.

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